Ya existen apps que te permiten conversar y empatizar con la inteligencia artificial como si estuvieras charlando con tu amigo del alma. Tienen la palabra justa, el mensaje perfecto para mejorar tu día o tu estado de ánimo. ¿Pero puede un algoritmo ser realmente tu amigo? ¿Y qué efectos van a tener estos nuevos afectos?

JUDY CLARKE / XL SEMANAL

En 1966, en los albores de la informática, un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Joseph Weizenbaum, programó Eliza, el primer bot conversacional de la historia, inspirado en un concepto que empezaba a estar de moda: la empatía. El psicólogo humanista Carl Rogers, buscando nuevas fórmulas para tratar los desórdenes mentales que no implicasen electrocutar a los pacientes, hizo de la empatía el centro de la atención terapéutica. Y Weizenbaum quiso crear un ordenador empático. Eliza conversaba por escrito con su interlocutor y daba la impresión de que comprendía sus problemas. El programa usaba un algoritmo simple: reconocía alguna palabra clave y de ese vocablo infería el tema de la conversación. Por ejemplo, cuando el interlocutor mencionaba la palabra ‘padre’ o ‘madre’, Eliza reconocía que hablaba sobre la familia; lo que le daba pie a hacer alguna pregunta sobre el asunto. Además, tenía almacenadas frases hechas y usaba expresiones de continuidad, que eran útiles para simular que mostraba interés.


Funcionaba así…

Mujer joven: Todos los hombres son iguales.

Eliza: ¿En qué sentido?

Mujer joven: Siempre nos están fastidiando.

Eliza: ¿Se te ocurre algún ejemplo concreto?

Mujer joven: Bueno, mi novio me hizo venir aquí.

Eliza: ¿Tu novio te hizo venir aquí?

Mujer joven: Dice que estoy deprimida.

Eliza: Siento oír que estás deprimida.

Mujer joven: Es verdad. Soy infeliz.

Eliza: ¿Crees que venir aquí te ayudará a no ser infeliz?

Mujer joven: Necesito ayuda, eso seguro.

Eliza: ¿Qué significaría para ti recibir ayuda?

Mujer joven: Quizá podría aprender a llevarme bien con mi madre.

Eliza: Háblame más de tu familia.


Este programa, instalado en un ordenador gigantesco, resultó ser una estrella. Todos querían charlar con Eliza. Pero Eliza era incapaz de memorizar, no entendía la ironía y su conversación era muy limitada. A pesar de todo, Eliza tenía un don que su creador no había imaginado: era apasionante hablar con ella.alternative textEliza: el conversador, de J. Weizenbaum. Eliza, el primer programa conversacional, fue creado en 1966 y era muy básico, pero consiguió engañar a muchos usuarios que creían que estaban manteniendo una conversación con una persona real. El propio Weizenbaum se sorprendió al comprobar que algunos llegaban a confesarle intimidades a su programa.

Año 2024, más de medio siglo más tarde, en el AppStore de tu móvil, a un solo clic y gratis, puedes descargarte una aplicación que te permite charlar con una inteligencia artificial de lo que quieras, que aprenderá de lo que le cuentes y a la que podrás poner nombre, para que se convierta en tu mejor amigo o amiga. La app más conocida es Replika, pero hay muchas más: Paradot, Chai, Nomi…

La amistad se basa en el consentimiento o la reciprocidad pero ¿es eso posible cuando solo una de las partes es consciente?

La gente recurre a estas aplicaciones por muchas razones. Una gran parte son hombres para hablar de sexo… y del duro; es la oportunidad de mantener conversaciones obscenas e incluso violentas con una mujer, aunque sea virtual. Pero cada vez más son los usuarios que las usan para enviar mensajes de texto breves en los que comentan cosas que te ocurren a lo largo del día, problemas en el trabajo… como lo harías con un amigo. Con la ventaja de que los chatbots responden con más gracia que la mayoría de los humanos. Y lo hacen inmediatamente. No como tus amigos. La CEO de Replika, Eugenia Kuyda, explica, además, que el éxito de su app se debe a que ha introducido intencionalmente imperfecciones en los avatares: cambios de humor, momentos de confusión, días malos… Estos problemas artificiales hacen que se la perciba más cercana.

Pero ¿qué entendemos por amistad en el siglo XXI? El periodista Ethan Brooks explica en The Atlantic que Mark Zuckerberg se apropió de la palabra ‘amigo’ en 2005 transformándola en ‘solicitud’. Y la jugada no solo resultó ser un gran negocio, Facebook, también anunciaba lo que el concepto amistad iba a significar en la era digital. Dos personas podían reunirse on-line, enviarse mensajes, jugar o chatear por vídeo a diario sin reunirse nunca físicamente. Este nuevo paradigma de la amistad (que ya de por sí es una relación que puede asentarse solo con la conversación; no necesita sexo ni lazos de sangre) preparó el terreno para la nueva inteligencia artificial generativa.

La fundadora de Replika lo justifica así: «¿Qué más da cómo llames a la relación si trae luz a la vida de alguien? Aunque la relación no sea real, los sentimientos que provoca sí lo son»

Las nuevas apps como Replika, dice Brooks, son lo más parecido que los humanos han experimentado a que un amigo imaginario cobre vida. ¿Pero lo hace eso real? ¿Tienen estas conversaciones el lado sanador y constructivo de una amistad? Los expertos aseguran que son ‘interacciones parasociales’, que se definen por su asimetría; es decir, un lado es (casi) totalmente ignorante de la existencia del otro. La relación parasocial está desprovista del conflicto o la incomodidad de la interacción real de humano a humano. Es el tipo de vínculo afectivo que sentimos hacia una persona famosa o hacia un personaje de ficción, o incluso el que construimos hacia un objeto inanimado. En cualquier caso, siempre es una relación unilateral.

  • La quiero

Las piedras angulares de la amistad, en cambio, son la reciprocidad y la selectividad: un verdadero amigo debe elegir aceptar tu compañía. Y el consentimiento o la reciprocidad no son posibles cuando solo uno de los miembros ‘siente’, es consciente.alternative textReplika: más que un amigo, de E. Kuyda. Eugenia Kuyda creó Replika tras fallecer un amigo. Lo ‘resucitó’ digitalmente a partir de sus datos en redes. Luego quiso extender la experiencia. Y el negocio se ha disparado con las nuevas IA. Tiene un servicio gratuito, pero se pagan 69,99 dólares al año por funciones premium como llamadas de voz. Muchas apps la han imitado.

Pero algo está cambiando. Los chatbots empiezan a ser capaces de aparentar sentimientos de manera indistinguible para los humanos. Y están saliendo del ‘marco parasocial’, advierte Jesse Fox, profesor de comunicaciones de la Universidad de Ohio. Kuyda, fundadora de Replika, lo justifica así: «¿Qué más da cómo llames a la relación si trae un poco de luz a la vida de alguien? Aunque la relación no sea real, los sentimientos que provoca sí lo son».

Sin embargo, la autenticidad de esos sentimientos es precisamente lo que preocupa a los expertos. Puede que no pase mucho tiempo antes de que muchos de nosotros colaboremos regularmente con la IA humanoide. Fox predice que, si nos acostumbramos a mantener relaciones que parecen consensuadas y recíprocas (pero que no lo son), nos arriesgamos a llevar malos modelos de interacción al mundo real. En particular, a Fox le preocupan los roles que los hombres están construyendo a través de sus conversaciones sexuales con las IA, que nunca dicen ‘no’.

«Empiezas a pensar: ‘Oh, así es como interactúan las mujeres. Así es como debería tratar a una mujer’». A veces el cambio es más sutil: investigadores y padres ya han expresado su preocupación ante el hecho de que niños griten órdenes a dispositivos como el Echo, de Amazon; temen que esa manera de interactuar los convierta en pequeños dictadores. «Cuando deshumanizamos a estas cosas –advierte Fox–, también estamos, en cierto modo, deshumanizando a la gente».

Fuente: https://www.abc.es/xlsemanal/ciencia/nuevas-amistades-inteligencia-artificial-chat.html?x-vocento-user-type=registrado&x-vocento-hide-content=no&x-vocento-access-type=ALLOW_ACCESS/

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