Por Dr. Fidencio Aguilar Víquez

En el camino de la vida nos encontramos con cosas y acontecimientos, personas y situaciones, nuestra personal existencia y las circunstancias en las cuales y sobre las cuales vivimos. Como expresara Ortega hace ya más de un siglo: “Soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo.” (1). En esta ocasión, empero, más bien, traeré a colación la reflexión de Romano Guardini sobre los ámbitos de la actividad humana, aquello que preocupa y ocupa a los seres humanos desde que se levantan hasta que se duermen (2).

Hay otras expresiones de cuño filosófico que denotan esta condición (y hasta constitución) humana, como la de M. Heidegger, en el sentido de que el ser humano es el “ser ahí” (Dassein), proyectado, porque la vida humana es un proyecto sobre el mundo en que vivo “Yo soy”, “tú eres” (3). Por tal proyecto nos levantamos todos los días. Aunque, por experiencia sabemos, los proyectos no se alcanzan —por más que queramos— al cien. Siempre tenemos que reconstruirnos con los pedazos que recogemos, dice J. Guitton (4).

Aunque el propio Guitton argumenta que, en el fondo, hay una coincidencia entre nuestro deseo más íntimo y las circunstancias que sobrevienen, una coincidencia entre el yo y las circunstancias, entre el yo profundo y el Otro que acomoda todo. En suma, lo que llama destino“Se da el yo, y se dan las circunstancias. No soy yo el que crea las circunstancias. Y, sin embargo, hay un acuerdo entre estos dos términos heterogéneos.” (5). Estas experiencias las hemos tenido: Nuestros proyectos no ocurren como los imaginamos, sino como corresponden a nuestro ser más profundo. Se rompen, pero corresponden a lo que somos.

Volvamos al inicio. El ser humano parte del entorno natural, junto a los demás seres naturales, pero no se queda circunscrito a él. La dinámica de su ser espiritual le impele a enfrentarse a la naturaleza y a superarla, creando propiamente lo que es su mundo: la cultura. Se aprecia esto desde los rudimentarios utensilios hasta la máquina más sofisticada, como la inteligencia artificial. A diferencia del instinto animal, el humano es deficiente o insuficiente; aquél se adecua perfectamente a la naturaleza, éste lo hace con dificultad.

En cambio, por el espíritu, que supone razón y libertad, el humano supera su fragilidad natural creando otros elementos con los cuales se coloca sobre la naturaleza. Puede transformarla, desarrollarla, adecuarla. Adquiere poder sobre ella. Pero justamente esto es lo que hace ambivalente al mundo cultural que crea. Si no contiene su poder con la conciencia crítica y moral (“¿Me es lícito hacer esto?”), pone en riesgo su propia humanidad. La cultura lo libera de la naturaleza, pero sin ética, se somete al poder y destruye lo hecho.

De entre los seres vivientes, al ser humano le cuesta más sobrevivir a la naturaleza desde su mera condición natural. Otros vivientes al nacer inmediatamente se adaptan al entorno: caminan, buscan el alimento, tienen piel que los protege del clima, o garras para tomar sus presas. Por así decirlo, se valen por sí mismos. El ser humano, no; requiere cuidadoatenciónprotección, maduración. Pero tiene algo que aquéllos no: espíritu. Incluso en los niños. Éstos preguntan: ¿Qué es esto? Y aun llegando a ser adultos, esta pregunta sigue.

Los seres humanos, en suma, se preguntan por la verdad de las cosas. ¿Qué es esto? ¿Qué significa? ¿De dónde viene, a dónde va?, con ello muestran su anhelo de verdad. Luego brotan otras preguntas: ¿Cómo funciona? ¿Cómo se comporta? ¿Para qué sirve? ¿Qué puede hacerse con ello? Cerrando el circuito de las interrogaciones, los humanos preguntan: ¿Qué deseo en general? ¿Son buenos mis deseos? La conciencia moral se hace nítida. Brota así la persona moral. El espíritu humano es la raíz de esa condición.

Emerge de este modo lo que propiamente es el «mundo». Las cosas de la naturaleza, todos los seres y el ser humano mismo, son y existen, pero por el espíritu, vienen a ser conocidas. Es la ciencia en su acepción más amplia: el conocimiento de las cosas. Es la realidad, no en sí misma, sino representada, significada, apropiada en el conocimiento. Ya no sólo se trata de la percepción del orden natural, sino del saber sobre la realidad. Uno es exterior, el otro interior. El hacer humano aquí es conocer. Estamos hechos para la verdad.

“¿En qué consiste el sentido de la ciencia, entendiendo esta palabra en su más amplio sentido, como resultado del preguntar? En reproducir en el ámbito de la conciencia, como un mundo, nacido del encuentro, tanto las cosas que se hallan frente a mí, como a mí mismo. (…) como un mundo entendido.” (6). El saber se traduce en ciencia y tecnología. Estamos llenos de ellas, al grado que nuestra realidad no la entendemos ni la vivimos sin ese saber. La realidad ya no sólo es la de la naturaleza que percibimos, sino la que hacemos con el conocimiento. Hacemos ciencia y construimos nuestra vida a partir de ella y con ella.

Este «mundo» es una suerte de segunda naturaleza de la que, también, es preciso tomar distancia. La ciencia y la tecnología dan poder, es decir, capacidad para conocer más y producir nuevos objetos, para hacer y lograr otras cosas y nuevas situaciones. La persona humana busca con este «mundo» ser más humano. La ciencia como voluntad de conocimiento (desdoblar la naturaleza en sus elementos y energías) y la tecnología como voluntad de producir (volver a construir la naturaleza con utensilios y máquinas), abren un nuevo mundo que parece caminar por sí solo (7).

Pero hay todavía otros ámbitos de acción humana, con los mismos propósitos y fines que los anteriores: un «mundo» más humano. Las instituciones políticas, pedagógicas y sanitarias brotan a partir de esas pretensiones. Tienen esas instituciones un sentido práctico: insertar el individuo en el todo. En éste, se ve protegido el conjunto de las personas. La familia, la empresa, el municipio, tienen ese horizonte. El Estado nace para proteger esas instancias y hacer que cada persona sea acogida por ese todo humano.

Después surge un nuevo ámbito que va más allá de la ciencia y de la tecnología, de la economía y del Estado; se trata de la sabiduría, de la mirada sapiencial de la vida y de las cosas. Se estructura dicha mirada a partir de las imágenes de la vida: El hilo de la vida, por ejemplo, que dependía de las Parcas en la Antigüedad. Tal imagen planteaba que todo humano tenía un origen y un término, marcado por dichos seres que cortaban dicho “hilo”. Siguen siendo creencias aún en nuestros días: mitos, leyendas, historias, rituales. Cuando la vida consciente y racional no deja expresarlos, aparecen en los sueños (8).

Un siguiente ámbito de actividad es el arte. En éste se recogen las imágenes de la existencia y adquieren una nueva expresividad, la del artista. Como el pensador o filósofo, o como el científico, el artista también “mira” la esencia de las cosas, percibe ese otro lado, escucha la otra voz, sólo que no se conforma con mirarla, sino que la hace dúctil, mediante el sonido, el color o el material con que la expresa. Es, como quería O. Paz, “conocimiento, salvación, poder, abandono” (9); manifiesta este mundo creando otro. Conecta este mundo con el otro.

La mirada sapiencial, expresada en las imágenes de los mitos, leyendas e historias, aunado todo ello al arte y su función conectiva entre este mundo y el otro, abre el horizonte de la fe religiosa, la creencia en que lo imperfecto de este mundo, al final, en un tiempo escatológico, será restablecido. Se trata de la esperanza de la salvación (Charles Pèguy), donde no sólo el hombre y la mujer originales sean restituidos, sino donde aparezcan el hombre y la mujer nuevos. Donde triunfe definitivamente la justicia y la paz; donde el mal no tenga la última palabra, ni el poder. Mejor dicho, donde triunfe finalmente la verdad.

Post-facio

La familia, la escuela, el trabajo y la política, son los espacios donde estos ámbitos de la actividad humana se realizan de alguna manera. Son los espacios que, tanto el mercado como el Estado deberían servir, porque son los espacios donde la sociedad civil lleva a cabo su vida cotidiana. Son, además, los espacios donde las personas realizamos nuestra existencia concreta. La violencia, la corrupción, la inseguridad, la polarización y la pobreza los amenazan. Ojalá los candidatos y candidatas a cargos de elección popular los atiendan con propuestas viables, inteligentes y medibles, que regeneren el Estado de derecho, la justicia, la paz y la democracia efectiva, a nivel federal y local.

1 J. Ortega y Gasset, Meditaciones sobre el QuijoteObras completas, II (Taurus), p. 757.
2 R. Guardini, Cristianismo y sociedad, Sígueme, Salamanca 1982, pp. 177-191.
3 M. Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México 2005, p. 54ss.
4 J. Guitton, Historia y destino, Rialp, Madrid 1977, pp. 107-138.
5 Ib., p. 137.
6 Guardini, op. cit., p. 180.
7 Ib., p. 182.
8 Ib., pp. 183-185.
9 O. Paz, El arco y la lira. . El poema. La revelación poética. Poesía e historia, Fondo de Cultura Económica, México, 3ª edición, 1972, 16ª reimpresión, 2008, p. 13.

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