Mantener relaciones sexuales con un robot resultará mucho más gratificante que con cualquier ser humano. Ya no hará falta el otro. Solo la ilusión del otro

Esteban Biba EFE

BÁRBARA BLASCO / EL MUNDO

Empecé el año 2024 leyendo que existen personalidades digitales, creadas con inteligencia artificial, que trabajan como influencers, que protagonizan anuncios televisivos y salen más baratas que los trabajadores de carne y hueso. Visité los perfiles.Esas modelos parecían más reales que cualquiera, tan reales que resultaban ficticias.

Hasta ahora habíamos pensado que el futuro era eso que vivía en nuestra imaginación, una idea que se desvanecía en cuanto llegábamos a ella en el presente. Pero ahora resulta que el futuro nos ha alcanzado, y ya están sucediendo cosas que ni siquiera imaginamos hoy.

Como adelantaban los griegos, el arte del futuro radica en la imitación perfecta. Se prevé que la inteligencia artificial cada vez emule mejor el complejísimo funcionamiento del cerebro humano. La réplica será tan buena que ya no distinguiremos la copia del original, como sucedía en Blade Runner con los androides replicantes. ¿El futuro será así un gran fake, un trampantojo masivo? Gastaremos ingentes recursos en crear tecnología que nos imite y nos haga la vida mas fácil. Gastaremos ingentes recursos para poder distinguir esa tecnología de lo genuinamente humano. De hecho, ya existen programas que detectan si un texto está escrito con Chatgpt.

¿Pero cómo afectará la inteligencia artificial a las relaciones?, ¿qué pasará con el amor?

No hablemos en futuro, ya está sucediendo. No hace mucho, un funcionario japonés se casó con un avatar, un holograma instalado en una cápsula transparente. Decía estar muy enamorado. Poco tiempo después, la empresa que se encargaba del avatar desconectó al personaje de sus servidores, dando lugar al nacimiento del primer viudo digital.

Dicen que en 2045 uno de cada cinco jóvenes tendrá su ración habitual de sexo con un robot. Tras algunas sesiones, la máquina creará una biblioteca de sensaciones sobre el usuario capaz de reproducir en el cerebro las caricias en los puntos erógenos más sensibles hasta dar con la fórmula exacta, la receta magistral, aquella que provoque los mejores orgasmos. Mantener relaciones sexuales con un robot equipado con inteligencia artificial resultará mucho más gratificante que con cualquier ser humano. Ya no hará falta el otro. Solo la ilusión del otro reconstruida artificialmente. Solo nosotros y la tecnología.

Al leer estas cosas, el primer impulso es reírse con cierta condescendencia. Luego una piensa hasta qué punto no nos enamoramos todos de una idea, de una ficción, hasta qué punto la imaginación no guía nuestras vidas, y lo que soñamos, lo que proyectamos, no nos define tanto como lo que nos sucede. Si no estamos solos en el mundo y el amor no es más que un espejismo, el más maravilloso y necesario de los espejismos.

Pero todo me devuelve a la realidad, donde la piel, donde el olor, donde a veces el mal olor. Y es que puede que sea justamente el defecto, eso tan humano, lo que la inteligencia artificial no consigue replicar, lo que hace de la realidad algo imprevisible, imposible de suplantar.

Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2024/01/03/6593f461fc6c83365e8b45a2.html

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