Por Luis Martinez


El pasado viernes, en una jornada inédita de 19 horas, la dirigencia nacional de Morena consolidó un mecanismo transparente, pulcro, firme y quirúrgico, que les permitió superar uno de los más grandes desafíos políticos del partido obradorista y transitar a una operación cicatriz tersa y con pocos exabruptos.

Muchas personas analistas de la política nacional llenaron párrafos completos sobre el proceso de selección de coordinaciones estatales para las 9 entidades en disputa en 2024. Las plumas opositoras hablaban de dedazos e imposiciones desde Palacio Nacional, también hablaban de simulación. Otras desconfiaron de las encuestas y de la metodología. Incluso al interior del propio partido había incertidumbre e incredulidad.

Se auguraban hecatombes y fracturas irreconciliables entre los diferentes grupos locales que disputaron, durante más de medio año, las 9 Coordinaciones Estatales de Comités en Defensa de la 4T, es decir, las candidaturas de Morena a las gubernaturas.

Para valorar y dar justa dimensión a lo que pasó el viernes, primero es necesario entender la complejidad de la coyuntura interna de Morena:

-El debilitamiento permanente a nivel nacional de los partidos opositores a la llamada Cuarta Transformación, Acción Nacional, PRI y PRD. En casi todas las plazas existe un alto escenario de competitividad en el que hasta estados como Jalisco y Guanajuato tienen posibilidades de ser gobernados por Morena y sus aliados.

-En cada uno de los estados hay grupos muy diversos, con visiones e intereses diferentes. Morena al ser el partido en el poder no puede cerrarle la puerta a nadie que quiera sumar a favor de lo que Claudia Sheinbaum ha llamado, » la construcción del segundo piso de la 4T». Ya sea por convicción o por interés, varios grupos políticos con todos sus pasados o todos sus argumentos, se valieron de importantes estrategias, recursos o mañas para garantizar salir con la victoria en las encuestas.

-El fantasma de la fractura rondaba a la Coalición Juntos Hacemos Historia con el caso de Coahuila en el que el irreconciliable conflicto entre Armando Guadiana y Ricardo Mejía dio como resultado la derrota del esta coalición ante el candidato del PRI, Manolo Jiménez.

¿Cómo superar entonces el desafío de evitar las fracturas, e incluir a la diversidad de grupos en un proceso que casi asegura la gubernatura de las entidades al margen de lo que pase en las urnas?

El método de encuesta y la transparencia del proceso fueron la clave.

Minutos antes de iniciar las 9 ruedas de prensa y reuniones para anunciar el resultado de las encuestas, nadie en ningún equipo de las y los candidatos tenía certeza de nada. Salvo periodistas de conveniencia y anhelo, nadie más se atrevía a adelantar nada, ni a asegurar nada. La experiencia nos ha mostrado que en la política siempre hay filtraciones, siempre hay quien se emociona y adelanta. Pero esta vez no pasó.

Si como suponen las plumas conservadoras había un dedazo o un arreglo previo, el secreto no pudiera ser guardado, no cuando en algunos casos se jugaban futuros políticos y hasta millones de pesos en publicidad.

El proceso de encuesta demostró que no importa cuánto dinero se gastara en publicidad, en cuántas bardas apareciera el nombre o cuántos espectaculares tuvieran el rostro de él o la aspirante. Valió la voluntad de un pueblo que calificó muchas más cosas que la popularidad y el buen peinado.

Aunque la jornada fue extenuante y muy desgastante para las y los propios aspirantes, sus equipos y la prensa local y nacional, la dinámica de dar a conocer los resultados a las personas que aspiran casi al mismo tiempo que a la gente mediante transmisiones de redes sociales, redujo mucho el tiempo y margen de negociación. El “estira y afloja” se redujo a unos minutos. Se notó la firmeza de las encuestas que además por su explicación técnica no daba lugar a interpretaciones.

Revelar al final la asignación de género para cada entidad, si bien generó un nuevo periodo de incertidumbre, también permitió que las presiones se concentraran en un sólo momento. Logrando, otra vez, la reducción de las inconformidades y presiones.

Cuando el propio Omar García Harfuch aceptó estoicamente que a pesar de estar arriba en la encuesta le tocaba ceder el lugar a su compañera Clara Brugada, se consolidó el éxito del mecanismo llevado a la realidad por Mario Delgado.

Hoy la derecha en todo el país está más nerviosa y derrotada. Esperaba fracturas irreconciliables y escándalos que mediáticamente pudieran ser explotados. Nada de eso pasó, y hoy en algunas plazas ya hasta dudan en competir.

El proceso fue tan exitoso, que inhibió a las pocas voces inconformes con el proceso. Hoy hasta Marcelo Ebrard recula en su intención de dejar Morena. Creo que esperaba capitalizar y aglutinar la inconformidad. Tampoco le salió.

El proyecto Obradorista sale más fortalecido, difícil la tienen los conservadores.

Hasta la próxima.

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