#ElRinconDeZalacain | ¿Cómo superar las malas noticias? Zalacaín aporta alimentos para los frustrados

Por Jesús Manuel Hernández*

El compañero de barra hablaba sin parar sobre los presuntos resultados de las encuestas para encontrar -¿o acaso disfrazar?- quién sería el o la elegida a encabezar el movimiento gobernante en Puebla.

Zalacaín se había alejado de la política años atrás, había llegado a una conclusión, los colores pueden ser diferentes y las características de los hombres también lo son, por tanto, prefería socavar en el pasado de los presuntos, principalmente en sus hábitos alimenticios, eso siempre le había dado buen resultado.

A una persona se le conoce en la mesa, no importa si hay vajilla de Bavaria, copas de cristal cortado, vinos premium y una comida de cocina de autor, o simplemente si la mesa está en un puesto de mercado popular, una fonda o, preferentemente en la casa del político, eso permitía siempre ahondar en sus costumbres, en su manera de comer, en la forma de tratar a los demás, el lugar de su familia en la mesa, la deferencia a sus invitados y servidumbre y fundamentalmente a su grado de conocimiento de la cocina poblana.

El aventurero Zalacaín había expresado varias veces a sus conocidos sobre la carencia de conocimientos culinarios y gastronómicos de los políticos. Incluso les culpaba de romper con las tradiciones y la puesta de moda de guisos y bebidas ajenos a un paladar formado en la poblanidad; quizá la propuesta decimonónica tampoco fuera la ideal, pero había cierta nostalgia sobre cuándo, cómo, dónde y qué comer, según la temporada.

Un amigo metido a político le había corregido alguna vez sobre el tema bajo la premisa “quedan pocos poblanos de Puebla, a la ciudad han llegado familias enteras provenientes de otras entidades, de otras culturas, por tanto con otras costumbres gastronómicas”.

Y sí, efectivamente, las mesas poblanas han dejado de ser eso, para convertirse en tendencia de mercado, en espacios de sincretismo y moda, principalmente eso, moda.

Hubo un gobernador en la década de los 80 del siglo pasado a quien no le gustaban los Chiles en Nogada, decía de ellos “es un plato imperialista” y por tanto los despreciaba en un intento de acuñar su nacionalismo mexicano y su afición al ¡Chablis!, vaya asuntos contradictorios.

El amigo de la barra seguía en la charla intentando saber cómo seis de los siete nominados asumirían la noticia de negativa y cómo les afectaría en temas de salud.

Años antes el aventurero había escuchado sobre esos asuntos “los precandidatos deben estar más preparados para ‘no ser’ Y no tanto para ser designados”.

Y sin duda el escenario actual permitiría algunas recomendaciones a los perdedores.

¿Cómo asimilar la noticia de no haber resultado el mejor? Zalacaín opinó.

Se trata de una noticia difícil de asimilar, como cuando uno pierde a un familiar o se entera de una tragedia irremediable o ha sido testigo de un choque con resultados de pérdida de vidas humanas.

La abuela y las tías de Zalacaín acostumbraban salir a la calle cuando se escuchaba algún choque cercano a la casa, y llevaban consigo, metida en la bolsa del delantal, una torta dura, siempre las había en su casa, para ofrecerla a las personas accidentadas para “recoger la bilis” decían.

Quizá tendrían cierta razón científica o simplemente era una tradición del pasado.

“Después de la mala noticia un buen Menyul” dijo el amigo de la barra; Zalacaín pensó en otra bebida, quizá un tequila, pero preferentemente al enterarse del “no”, cayera mejor al cuerpo un trago de buen mezcal pues como dicen por ahí “para todo mal mezcal, y para todo bien, también”.

La charla continuó y de las bebidas pasaron a las comidas.

Seis de los siete recibirían la mala noticia y eso derivará en una disposición a estar negativos, irritables, malhumorados, de donde quizá, la principal recomendación consistiría en reforzar la serotonina, causante de la felicidad y el buen humor.

Hace algunos ayeres Zalacaín había leído un artículo respecto a la alimentación para mejorar el humor,  seguramente 6 de los 7, estarán en unas horas con muy mal humor al no ser electos. El documento aquel mencionaba los frutos secos y las semillas como muy necesarios por ser ricos en aminoácidos y sales minerales; por tanto a los “perdedores” habría de llevarles nueces, almendras, sin sal, pepitas de calabaza, y algunos frutos secos.

El pescado azul, rico en Omega 3, también beneficia la producción de serotonina, por tanto los susodichos deben aumentar el consumo del cazón, la trucha, el atún, las sardinas, o si tienen más presupuesto la caballa, el congrio, el arenque, los boquerones o la lamprea, vaya festín ¡una lamprea en su sangre cocinada con vino y manzana! Recordó el aventurero.

La miel, la avena y el chocolate amargo, con más de 90 por ciento de cacao también les serán útiles a estos frustrados en el momento de sentarse a la mesa.

Y había otro ingrediente, quizá el más fácil de comer, pero el más difícil de adquirir en el sentido metafórico.

Son ricos en proteínas, zinc, y permiten al organismo la mejora en la producción de la serotonina, por ende, mejoran el estado de ánimo, el humor… los huevos, sí, dijo Zalacaín ¡hacen falta muchos huevos!

La tía abuela tenía una frase: “Más vale en paz un huevo que en guerra un gallinero”, y la abuela le respondía “Por muy gallo que sea el gallo, la gallina es la de los huevos”, pero esa, esa es otra historia.

*Autor de “Orígenes de la Cocina Poblana, Ed. Planeta

elrincondezalacain@gmail.com

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