FEDERICO YANKELEVICH (ILUSTRACIONES)

JOSÉ MARÍA ROBLES / PAPEL

En la madrugada del domingo 21 al lunes 22 del pasado mes de mayo, Rayyanah Barnawi hizo historia. A sus 33 años, y en un vuelo privado organizado por Axiom Space, la científica se convirtió en la primera astronauta de Arabia Saudí. La investigadora de cáncer de mama aparecía sonriente y jugueteando con un boli en ingravidez en un vídeo difundido por la compañía poco después del lanzamiento. El mismo en el que se la oyó comentar en su lengua materna: “Como dice el príncipe heredero Mohamed bin Salman, somos un país de soñadores, no hay nada que nos impida hacer realidad nuestros sueños. Así que sueña a lo grande y con ayuda del príncipe heredero y nuestra nación, lograremos nuestras metas”. Con semejante hito, Riad entraba en el exclusivísimo club -ocho países- que ha puesto a una mujer en órbita. Algo que de momento no ha logrado, por ejemplo, Alemania. Ni España.

A Barnawi le acompañaba Ali Al Qarni, de 31 años, piloto de combate y capitán de la Real Fuerza Áerea. La elección de un militar y de una profesional de bata blanca por parte de la Comisión Espacial Saudí, el organismo que financió sus millonarios pasajes, era cualquier cosa menos casual. Él representaba la fuerza de un ejército que desde 2015 se enfrenta a milicias del vecino Yemen en una guerra no declarada. Y ella permitía visibilizar un ascenso femenino literalmente estratosférico: en cinco años, una mujer nacida en la mayor dictadura del Golfo Pérsico ha pasado de no poder conducir un coche a flotar en la Estación Espacial Internacional.

La misión conjunta de Barnawi y Al Qarni duró 9 días, 5 horas y 27 minutos. Lo suficiente para cosechar interesantes réditos en imagen y, de paso, lanzar un mensaje simbólico: el planeta puede quedársele pequeño a Arabia Saudí.

PARA SABER MÁS

Dentro del imperio del terror de Mohammed Bin Salman. “Viviré 300 años”

Del Mundial de la vergüenza al Louvre de Abu Dabi. Así blanquea Occidente a las dictaduras

El viaje espacial es una minúscula demostración de la ambición y la profundidad de bolsillo del Estado saudí desde que Mohamed bin Salman -de 38 años y más conocido en las cancillerías por las siglas MBS- se ha convertido en el hombre fuerte del país y en su gobernante de facto, dado el estado de salud de su casi nonagenario padre, el rey Salman bin Abdulaziz. Supereventos deportivos con iconos mundiales como reclamos mediáticos, ciudades futuristas proyectadas en un mar de arena, planes para desbancar al dólar como moneda global cuando se confirme su ingreso en los BRICS… La hoja de ruta del príncipe heredero como primer ministro, plasmada en el documento Visión 2030, no busca dotar al país de un skyline inspirado en los escenarios de Dune. Más bien pretende posicionarlo como superpotencia del siglo XXI y referente del turbocapitalismo sin democracia.

La adquisión, el pasado martes, del 9,9% de Telefónica por parte de STC Group responde a dichas intenciones. El operador de telecomunicaciones controlado por el gobierno saudí se convierte así en el máximo accionista de la compañía presidida por José María Álvarez-Pallete.”La compra de una empresa tan estratégica no resulta sorprendente, porque sigue la línea de lo que los saudíes están haciendo en otros países: reducir su dependencia del petróleo apostando por sectores como el de las telecos, las renovables, el inmobiliario o las finanzas”, explica el profesor David Hernández Martínez, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y autor del ensayo El reino de Arabia Saudí y la hegemonía de Oriente Medio (Ed. Catarata, 2020).

A su juicio, esta operación y muchas otras en las que se ha embarcado el Fondo de Inversión Pública saudí (PIF, por sus siglas en inglés) pone de manifiesto dos cosas. La primera: “Que el orden y la economía mundiales están cambiando. Antes las grandes multinacionales tenían nombres americanos y europeos; ahora cada vez más tienen nombres chinos, indios… o árabes”. Y la segunda: “Fuerza y poder: la idea de ‘si quiero, lo puedo hacer‘”. Incluso se han atrevido a pagar a científicos españoles para que hagan trampas en el ranking de las mejores universidades del mundo para mejorar sus clasificaciones académicas. Así que más vale que nos vayamos acostumbrando, avisa Hernández Martínez. “En España todavía perdura el cliché, pero Arabia Saudí es más que jeques llegando en yate a Marbella rodeados de lujo. Ahora es otro tipo de actor a tener en cuenta”, añade el docente.

No sólo está sabiendo reducir su dependencia del petróleo, sino también del apoyo occidentalDavid Hernández Martínez, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense y autor del ensayo ‘El reino de Arabia Saudí y la hegemonía de Oriente Medio’

“Es un país que durante décadas había estado de alguna forma no aislado, pero sí ensimismado”, observa Haizam Amirah Fernández, analista del Real Instituto Elcano (REA) experto en los procesos de transición democrática en el mundo árabe. “Representa un nuevo orden en el que potencias medias clave están afirmando sus intereses de una manera que se aleja cada vez más de Occidente. El reino seguirá siendo un socio en algunas cuestiones, pero hay otras áreas, relacionadas por ejemplo con su política petrolera o con China y Rusia, en las que se siente más seguro para trazar su propio camino “, subraya Julien Barnes-Dacey, investigador asociado del think tankCIDOB y director del programa para Oriente Medio y Norte de África del European Council on Foreign Relations (ECFR). “Esto refleja el panorama geopolítico más complicado y transaccional que está surgiendo; una realidad a la que los europeos deben adaptarse si quieren mantener su relevancia global”.

La recién cursada invitación a Arabia Saudí por parte de los BRICS [la alianza de economías emergentes que quiere ser un contrapeso de Estados Unidos y sus aliados y responde a las siglas de sus fundadores: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica] confirma el movimiento tectónico al que alude Barnes-Dacey. Movimiento que podría alcanzar la categoría de terremoto si llegara a materializarse la aspiración del bloque de acuñar una moneda propia con la que desafiar la hegemonía del billete americano en las transacciones comerciales y en el sistema SWIFT. Algo que parece poco factible a corto plazo.

“Arabia Saudí no sólo está sabiendo reducir su dependencia del petróleo, también está sabiendo reducir su dependencia del apoyo occidental”, resume en cualquier caso Hernández Martínez.

En lo que termina de cristalizar ese mundo multipolar, continúa la diversificación inversora puesta en marcha por Riad tras asumir que el oro negro dejará de manar pronto y que la extracción de combustibles fósiles es incompatible con la transición verde emprendida para contrarrestar la emergencia climática. Una ojeada a Fintel.io, la plataforma opendata de inteligencia financiera, permite ver en qué cestas está repartiendo el PIF los huevos. En el último cuatrimestre, por ejemplo, ha aumentado su participación en Uber, Live Nation, Meta y Amazon y la ha recortado en Activision, PayPal, Starbucks y Zoom.

En paralelo, el petroestado, señalado por cometer repetidas violaciones de los derechos humanos y por su fomento de la interpretación más rigorista del islam, avanza en otras propuestas impulsadas desde el soft power o poder blando, como las relacionadas con el deporte y la cultura. La más significativa, por su impacto inmediato en otras competiciones, ha sido el relanzamiento de la liga saudí de fútbol este verano con fichajazos a golpe de chequera. Y no sólo de estrellas en el ocaso de sus carreras, como Cristiano Ronaldo, Karim Benzema o Neymar Jr., sino también de jóvenes talentos como el gallego Gabri Veiga.

Les da igual si ganan o pierden dinero. Dicen: ‘¿Cuánto hay que gastar? ¿Tanto? Pues ahí va’Toni Roca, responsable del bufete especializado en fútbol Himnus y CEO del centro de formación online Sports Law Institute

“¿Qué habríamos pensado si alguien nos hubiera dicho hace unos meses que tantos ‘galácticos’ se irían allí? Que estaba loco. Yo mismo, cuando ficharon a Cristiano, pensé: ‘Menuda cagada, ¿qué está haciendo?’. Y mira, al final ha sido un pionero”, confiesa el abogado Toni Roca, responsable del bufete especializado en fútbol Himnus y director ejecutivo del centro de formación online Sports Law Institute. “Lo que se deduce de sus acciones es que van en serio y han venido para quedarse. El objetivo es organizar un Mundial, a ser posible en 2030, cosa que más tarde o temprano van a conseguir“.

Roca reconoce que los responsables del fútbol saudí están haciendo mejor las cosas que otros aspirantes a potencia balompédica con más tradición, como China o EEUU. Y no necesariamente en lo relativo al deporte rey. Yeda, la segunda ciudad más poblada del país tras la capital, acoge una carrera nocturna del Mundial de Fórmula 1 desde 2021. Y el circuito internacional de golf respaldado por el fondo soberano saudí (LIV) acaba de fusionarse con el PGA Tour tras su primer y convulso año de vida. “Tienen el dinero por castigo“, resume castizamente Roca. “Entonces, claro, así es fácil montar ligas, construir circuitos, atraer competiciones… Tal vez para China o EEUU sea más difícil, porque tienen una visión más de negocio. Pero para esta gente es indiferente. Les da igual si ganan o pierden dinero. Dicen: ‘¿Cuánto hay que gastar? ¿Tanto? Pues ahí va’“.

En un contexto en el que proliferan los paños calientes y resulta socorrido separar lo deportivo de lo político, el abogado no tiene problema en definir lo que está haciendo Arabia Saudí. “Se conoce como sportswashing y consiste en utilizar el deporte para lavar la imagen de un país por los escándalos en los que pueda estar envuelto o para dar la impresión de que es más abierto y que los problemas que se denuncian quedan en segundo plano. El deporte es un altavoz, un espectáculo que atrae masas”, señala a propósito de un blanqueamiento que, en honor a la verdad, ya habían usado antes las monarquías absolutas que gobiernan Qatar, Emiratos Árabes o Baréin.

El otro polo es el cultural. Chris Hables Gray es autor de ciencia ficción y tecnofilósofo. Dio clases en la Universidad de California en Santa Cruz (UCSC) y ha escrito profusamente sobre ingeniería genética y la revolución cíborg. En septiembre de 2021, recibió un mail con una propuesta de consultoría tan insólita como bien remunerada. Se le pedía, en concreto, que investigara la estética de varios subgéneros -del solarpunk al post cyberpunk- con la intención de elaborar algo así como un catálogo visual de estilos. Éste sería después la base de los diseños de Neom.

¿Y qué demonios es Neom? El acrónimo del prefijo griego neo (nuevo) y el sustantivo árabe mustaqbal (futuro) que da nombre al más faraónico de los gigaproyectos saudíes: el que dispondrá de ¡500.000 millones de euros! de presupuesto y quiere convertir una extensión de desierto del tamaño de Bélgica en una región ultratecnológica y ecosostenible que sirva como banco de pruebas para las industrias más punteras y ejerza de turbina económica en la provincia de Tabuk. Situada en el noroeste, en la frontera con Jordania y frente a la costa de Egipto, es una parte del país en la que hoy probablemente haya más escorpiones que personas.

El correo electrónico que recibió Gray detallaba que el cliente era MBS, fan confeso del género que popularizaron Isaac Asimov, Philip K. Dick, Stanislaw Lem y Arthur C. Clarke a finales del siglo XX. Según publicó Bloomberg Businessweek, el documento redactado por el profesor tenía 37 epígrafes. Estaban ordenados alfabéticamente desde alien invasion (invasión alienígena) a utopia (utopía). Un panel de expertos la redujo a 13 entradas y las subdividió en dos categorías: retrospectivas (hacia atrás en el tiempo) y prospectivas (hacia delante).

De ahí salieron los diseños de vanguardia que hemos visto en los últimos meses. El de Trojena, una estación de montaña con la firma del estudio de Zaha Hadid que recibirá a los esquiadores en invierno -dispondrá de un gigantesco lago artificial- y a los turistas de balneario en verano; el de Sindalah, una isla de ultralujo que promete recrear el ambiente de La Costa Azul en el mar Rojo; el de Oxagon, una ciudad flotante que funcionará como base logística e industrial; y la verdadera joya de Neom: The Line. “La ciudad para los soñadores”, reza la literatura oficial. Una urbe encajonada en un doble prisma de 500 metros de altura, 200 metros de ancho y 170 kilómetros de largo que irá desde el golfo de Aqaba hacia tierra adentro. Una especie de rascacielos tumbado donde cualquier servicio esencial estará -garantizan- a cinco minutos a pie. Será el edificio más grande del mundo.

Las excavadoras ya trabajan en el solar para dar forma a tan singular híbrido entre urbanización para megarricos y hub de negocios. De momento, la infraestructura más importante ya terminada es la del Neom Bay Airport, uno de los cuatro aeropuertos previstos y cuya función es la de surtir de mano de obra a la construcción a partir de este mismo año. “Aunque disponen de grandes cantidades de dinero para quemar, no existe ninguna posibilidad de que sea una ciudad real. Es un resort para el 0,01% de la población, nada más“, se desmarca Gray del proyecto.

Norman Foster hizo lo propio al poco de aceptar trabajar en él. El urbanista Charles Montgomery, autor del ensayo Ciudad feliz (Ed. Capitán Swing), tuvo la oportunidad de visitar Tabuk antes incluso de que The Line apareciese en la mesa de dibujo del arquitecto estrella Thomas Mayne y tampoco le convenció lo que vio. “Querían hacer una lluvia de ideas para una nueva ciudad que maximizara la felicidad”, recuerda Montgomery. “Después de hablar de propuestas, observé algunas luces al otro lado de la bahía. Pregunté en nuestro hotel qué eran y al día siguiente me llevaron a hacer un recorrido a escondidas. Descubrimos que los palacios y los campos de golf reservados a la élite gobernante se estaban construyendo mucho antes de que hubiera planes para levantar una ciudad para la gente corriente. Esto, para mí, fue un aviso. Cuando se habla de una nueva ciudad lo primero que se debe preguntar es para quién es. ¿Es para todos o es sólo un producto de inversión para una minoría? Neom reproduce el esquema Ponzi [estafa piramidal]”.

ALQST es una ONG que denuncia la violación de derechos humanos en los países árabes. En mayo, más o menos mientras sus dos compatriotas subían a las estrellas, un activista que se oponía a The Line murió tras un incidente con la polícia. ALQST había notificado para entonces que tres habitantes de la zona también en contra de las obras habían sido condenados a muerte. Y aquí un nombre debe surgir sí o sí: el de Jamal Khashoggi, el periodista crítico con la transformación de su país en un Estado tecnoautoritario que fue hecho desaparecer de forma horrenda en 2018 en el consulado saudí en Estambul. Los servicios de inteligencia estadounidenses llegaron a la conclusión de que el príncipe heredero estaba detrás del escuadrón de la muerte que actuó en Turquía.

El descuartizamiento de Khashoggi ha quedado como una mácula en el historial del MBS, que siempre será asociado a lo ocurrido”, confirma el investigador Amirah Fernández a propósito de una figura que ya era descrita como despiadada. Michael Forsythe y Walt Bogdanich, periodistas de investigación de The New York Times y azotes de McKenzie, revelan en su libro La consultora (Ed. Península) que se ganó el apodo de Abu Rasasa o padre de la bala tras enviar un proyectil dentro de un sobre al responsable de un catastro que no quiso transferirle unos terrenos. Justin Scheck, otro reportero del diario neoyorquino, retrata las purgas que le permitieron ascender y sus lecturas de Maquiavelo en Sangre y petróleo (también en Península).

“Desde que Bin Salman llegó al poder en 2015 ha pasado por tres grandes etapas en relación a la comunidad internacional”, señala el profesor Hernández Martínez. “De 2015 a 2018 se presentó al mundo como el joven que iba a liderar el cambio en Arabia Saudí y, de hecho, organizó giras por Europa y Estados Unidos, con la famosa visita a la sede de Facebook y su reunión con Zuckerberg; de 2018 a 2020, con el asesinato de Khashoggi, él y la monarquía saudí pasan a ser unos parias, como le llamó el presidente Joe Biden. Sin embargo, Rusia invade Ucrania en 2022, se produce una crisis energética y Arabia Saudí y el príncipe vuelven a ser aliados estratégicos para Occidente”.

Bin Salman aprendió que es importante para un gobierno autocrático mantener a la gente lo suficientemente feliz como para que no se rebeleJustin Scheck, periodista de ‘The New York Times’ y autor de ‘Sangre y petróleo’

La victoria por aplastamiento de la realpolitik, el hábil uso de las herramientas del soft power y el éxito de la diplomacia saudí entre bambalinas más allá del tradicional canal Washington-Riad han hecho desaparecer todo rastro de Khashoggi. La combinación de factores explica igualmente acciones recientes del aparato de MBS contra cualquier reclamación de libertad. Human Rights Watch denuncia desde hace días que el profesor jubilado Mohamed bin Nasser al Ghamdi ha sido condenado a la pena capital por criticar la política saudí en redes sociales. A pesar de su decena escasa de followers

La represión en Arabia Saudí ha escalado a un nuevo nivel estremecedor si un tribunal puede aplicar la pena de muerte por nada más que tuits pacíficos”, ha declarado Joey Shea, investigadora de la ONG. “Las autoridades saudíes han intensificado a niveles sobrecogedores su campaña contra todo tipo de disenso y deben repudiar esta parodia de justicia“.

Con un liderazgo hiperpersonalista y abonándose al claroscuro, el primer ministro ha impulsado reformas progresistas: el fin de la prohibición de las mujeres al volante, la autorización para que puedan acudir a eventos deportivos, la reapertura de los cines después de tres décadas y media… La duda es si se trata de algo más que medidas cosméticas para suavizar el escrutinio occidental y contentar a la población local a rebufo de las exigencias de la Primavera Árabe.

“Bin Salman aprendió que es importante para un gobierno autocrático mantener a la gente lo suficientemente feliz como para que no se rebele. Si bien no ha permitido que la gente tenga una libertad política significativa (o criticar públicamente el gobierno de su familia), ha hecho mucho en torno a las libertades sociales, facilitando que la población joven del reino acceda al entretenimiento, que hombres y mujeres se mezclen públicamente y que la policía religiosa deje de hacer cumplir públicamente normas muy conservadoras”, radiografía Scheck.

“El príncipe heredero está claramente centrado en una modernización autoritaria, cada vez más justificada en Oriente Medio por el mantra de que el desarrollo y la estabilidad son más importantes que la democracia“, contextualiza Barnes-Dacey. “Está abriendo rápidamente un espacio social y económico dentro del reino, una trayectoria que es muy popular entre la población joven del país pero que está claramente ligada a un firme endurecimiento dentro de la esfera política interna”

“Cualquier espacio abierto en la sociedad saudí es resultado de una concesión desde arriba. Todos los cambios son, como se dice en inglés, top-down. Las decisiones son fruto de voluntades concretas que de procesos más elaborados”, incide Amirah Fernández. “Es decir, permitir conducir a las mujeres se ha logrado en este contexto de transformación del reino liderado por MBS. Claro, las mujeres que hicieron campaña para reclamar ese derecho están encarceladas. Es decir, no es algo que se conquista, sino que se concede. Básicamente es el hágase, y todo se pone para que se haga”.

Manuel llegó a Arabia Saudí en 2017 y ha vivido allí hasta hace nada. Su experiencia contrasta fuertemente con el recelo que quizá despierte la simple mención del país en el españolito medio. “No sé por qué está tan focalizada esta animadversión, tal vez al ser una monarquía con la que Juan Carlos I mantiene buena relación ha podido influir. En Occidente se hace una lectura muy sesgada: cualquier cosa que llega de allí es vista como negativa. No vamos a discutir que es un régimen absolutista, pero ¿de verdad puede hablar Estados Unidos de derechos humanos con Guántanamo?”, matiza.

El antiguo expatriado, que no se llama así y prefiere no revelar su profesión ni cualquier otro dato personal, constata delante de un café que si alguien hubiera ido allí en 2015 y volviera ahora “pensaría que es otro país”. “Hace tres años que no se ve a la Mutawa [policía religiosa islámica] por la calle; en Irán, sin embargo, mataron antes de ayer a una joven en una comisaría por llevar el vuelo mal puesto“, compara. También anima a ver la transición saudí con un poco de perspectiva histórica. “¿Dónde estaba España hace 50 años? Era una dictadura blandita, que es más o menos la situación allí ahora. Tu abuelo te contaría que si no te metías en política, se vivía bien”, concede Manuel. “No puedes pretender que cualquier país del mundo sea como tú. Todos tienen derecho a un periodo de transición. Además, allí al español se le quiere: estamos perdiendo una ventaja competitiva por nuestros prejuicios”.

El despliegue del reino árabe por los cuatro puntos cardinales no se detiene. Se resolverá de una manera u otra la compra del paquete de acciones de Telefónica y el pedido de cinco nuevas corbetas a NavantiaLa Supercopa de España que Rubiales y Piqué llevaron al estadio Rey Fahd generará otra catarata de titulares. La nueva aerolínea Riyadh Air se hará familiar de tanto verla en la camiseta del Atlético de Madrid. La capital saudí peleará hasta el último momento por acoger la Expo de 2030 e intentará convencer al mundo de que es posible soportar un calor achicharrante. Marte asoma como la próxima escala espacial para Barnawi y Al Qarni. Los drones-taxis sobrevolarán -o no- las ciudades de Neom…

Y Chris Hables Gray, el asesor cultural que contribuyó a generar parte de ese universo, seguirá viniendo a España para repetírselo a quien quiera escucharle: “Bin Salman no parece darse cuenta de que él es el villano de su particular historia de ciencia ficción”.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2023/09/09/64fc3b85e4d4d891568b4572.html

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.