#ElRinconDeZalacain | Orinoterapia, desde los griegos y los romanos, hasta las bromas actuales. Lo mejor es no emborracharse.

Por Jesús Manuel Hernández*

Cada borracho redimido o consuetudinario coloquialmente presume de un “doctorado” en cómo curarse la resaca, la cruda decimos en México.

Y en la lista de remedios caseros o medicinales alternativos aparecen una cantidad de recomendaciones.

Quizá la más extravagante la escuchó Zalacaín en su adolescencia de la boca de un abogado bromista quien había sugerido a un compadre poco habituado a beber alcohol, usar su propia orina para quitarse el malestar, el mareo, la sed, la resequedad de la boca.

El abogado aquel había recurrido al empleo de la palabra “orinoterapia”, una práctica muy antigua donde los orines humanos eran aprovechados para curar enfermedades quizá sin ningún fundamento científico.

Pero aquella broma de beberse su propia orina para quitar la borrachera le vino a la memoria al aventurero Zalacaín cuando hacía unas décadas se enteró de cómo un anciano líder obrero se había sometido a esa terapia para aliviar algunos problemas digestivos.

El tema le atrajo al aventurero quien investigó sobre el empleo de la orina. Y ciertamente aparecieron informaciones comprobadas por la historia.

Quizá los romanos fueron de las civilizaciones más identificadas con el uso de los meados humanos, el tema llegó a cotizarse y ser causa de pago de impuesto, si, los romanos cobraban impuestos por orinar.

La orina se usaba para desmanchar las telas y para limpiar los dientes, mezclada con piedra pómez hacían una especie de pasta abrasiva para blanquear la dentadura, o simplemente como “enjuague”.

La orina de los habitantes de la Lusitania hispana -territorio entre Portugal y el extremo Oeste de la España actual- tenía fama de producir la “mejor orina del imperio”, debido al consumo de alimentos ácidos por tanto adquiría un valor elevado.

Los griegos usaron la orina para curar o al menos pensar en combatir los efectos de la “gota”, la alta concentración de ácido úrico, también se usaba para mejorar el aspecto de la piel, y después de comer se lavaban las manos con su propia orina para evitar las grietas provocadas por el frio extremo.

Pero dos casos más le habían sorprendido. Los soldados empleaban la orina para curar las heridas provocadas en el combate y, quienes padecían algún defecto visual, hacían gotas con su orina y se la aplicaban ¡directamente en los ojos!

El tema daba para mucho, pero eso de beberse la orina para quitarse la borrachera, no le convencía.

El tema de la borrachera ha recibido muchas aportaciones. Cómo olvidar, decía Zalacaín a sus compañeros de barra, las enseñanzas de ese gran periodista madrileño Eduardo Chamorro quien en una de sus reflexiones escribió: “La borrachera puede ser la lógica consecuencia del beber, pero no tiene por qué serlo. Al estar borracho se pierde la posibilidad de seguir bebiendo y de extraer el debido placer de lo que se bebe. De hecho, pocas cosas irritan tanto al buen bebedor como emborracharse…”

Así de simple, Chamorro dejaba ver la personalidad y el comportamiento de un “bebedor profesional”, un sujeto capaz de beber, gozar y tener el placer derivado del alcohol, y no viceversa.

Chamorro ponía el ejemplo de cómo guardar el equilibrio, “todo el delicadísimo mecanismo del cuerpo y el espíritu está a puntos del equilibrio, y el hombre benévolo se siente pletórico de bondad, en la misma medida en que el malvado se siente, entonces, rebosante de maldad”.

Para todos es conocida la raíz de la llamada “resaca”, es simplemente la deshidratación, la falta de agua en el cuerpo y el alcohol se elimina a través de la orina, por tanto la ingesta de todo aquél líquido o alimento diurético son útiles para eliminar los trastornos de la borrachera.

Pero hay otros puntos de vista y recetas derivadas del ingenio humano, de la necesidad, del placer gastronómico, también.

Por ejemplo, Zalacaín escuchó alguna vez en una taberna madrileña a un parroquiano recomendar la ingesta de dos plátanos aplastados, machacados, mezclados con un huevo crudo; quizá esta pasta no ayude mucho, pero seguro provocará el vómito y ese si ayuda a medio curar la resaca.

Un barman del hotel Krasnapolsky en Ámsterdam, alguna vez le recomendó al aventurero Zalacaín una receta según él, de origen cubano, batir mayonesa con caviar, rociar la mezcla con ron y jugo de toronja o limón. El barman aquel la recomendaba pero en confianza aseguraba nunca haberla probado.

En temas aldeanos, los borrachos se beben al día siguiente un par de Alka Seltzer, café cargado, agua mineral o como decía el chofer de una de las tías cuando se le pasaban las copas: “un clavo saca otro clavo”, pero esa, esa es otra historia.

*Autor de “Orígenes de la Cocina Poblana, Ed. Planeta

elrincondezalacain@gmail.com

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