Por Dr. Fidencio Aguilar Víquez

El México que vemos y el México que vivimos, ¿difieren? Es cierto que las perspectivas pueden ser muy distintas, dependen del ojo que mira, pero, ¿cambia por ello la realidad, los hechos mismos y los datos que recogen lo objetivo? Somos conscientes que la mirada puede estar condicionada por la capacidad de visión del ojo que ve, por los lentes que tiene, el enfoque que alcanza y, si se quiere, hasta la situación emocional del sujeto que observa. Pero la realidad misma, ¿tiene un estatus propio que se manifiesta en sí mismo? O, por el contrario, ¿no hay más realidad que la que el sujeto quiere ver? De ser este el caso, todo sería interpretación.

Es un problema que se plantea acerca de la realidad y del conocimiento. La filosofía lo ha planteado desde sus orígenes hasta nuestros días. Ya Platón y Aristóteles lo señalaban en sus planteamientos. El primero demostrando que, más allá de lo que percibimos de manera sensible, existe una realidad detrás de este mundo visible: honda, profunda, realidad en sí misma que sólo captamos y expresamos mediante las ideas. La mayor de ellas: la idea de Bien. A partir de ésta se puede organizar la polis, la sociedad, la república.

Aristóteles, por su parte, apartándose de su maestro, señalará que más que ideas lo que sostiene este mundo sensible son las sustancias, pero éstas no se reducen a ideas ni están en un mundo aparte, sino se encuentran en las cosas mismas, sosteniéndolas y haciéndolas ser: es decir, haciéndolas consistir y existir. Para conocer la substancia hay que partir de lo sensible. Esto aplica también a la vida política; la causa final de ésta es el bien común.

En los albores de la modernidad, Maquiavelo señaló que el pensamiento clásico antiguo era un gran elenco de ideales políticos, cosas por alcanzar, pero que, en la política real, no ocurren ni tienen realidad. Lo que es real es la dinámica del poder. En otras palabras, no es lo mismo la filosofía que la política; ésta se caracteriza por la búsqueda, la consecución, la posesión, la mantención y el incremento del poder. Para ello, por supuesto, se requiere un discurso, el manejo del conocimiento histórico y, sobre todo, el manejo del poder, su fuerza y capacidad para lograr su dominio.

El príncipe ha de lograr la fuerza del león y la astucia del zorro. La primera para doblegar a sus enemigos (externos e internos), la segunda para ganar adeptos. En ello, el florentino no quiso sino señalar los dos elementos que muestran la dinámica política: el juego entre la razón y el poder. En mi opinión, sin embargo, el autor de El príncipe se decantó más por el poder, ya que se debe usar la razón en vistas del poder y al servicio de éste. Aunque lo que se destaca en él es el descubrimiento de que la razón, en la práctica política, no es más que un recurso para legitimar el uso del poder.

Con todo lo anterior, tratemos de situarnos en México, en nuestro tiempo y en las circunstancias políticas de nuestros días. Ya desde El laberinto de la soledadOctavio Paz señalaba que, como condición histórica, la política en América Latina y, por ende, en nuestro país estaba contaminada por la mentira política, que “se instaló casi constitucionalmente en nuestros pueblos”. Las consecuencias han sido terribles. El régimen morenista actual no es la excepción. Nos hemos habituado a la mentira política de forma cotidiana, comenzando por el inquilino del Palacio Nacional. Algunos datos para ilustrar.

La opacidad de varios contratos que ha contraído el gobierno de López Obrador ha ido in crescendo, máxime que ahora el INAI está inoperante gracias a la mayoría morenista en el Senado. Según la respuesta de ese gobierno a la solicitud de información 31000123001446 que solicitó el nombre de la empresa a la que se adjudicó la logística del evento que el Presidente llevó a cabo el pasado 18 de marzo de 2023 para conmemorar el Día de la Expropiación Petrolera, esa es información reservada por cuestiones de “seguridad nacional”. Eso sí, el propio López Obrador da a conocer información de contratos, incluso privados, de una de sus adversarias políticas, Xóchitl Gálvez, violando la ley en la materia.

Cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no es virtud del actual Presidente. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, última instancia constitucional en la materia, por lo tanto inatacable, ordenó al INE emitir una resolución sobre posible violencia política contra las mujeres en razón de género (VPMRG) cometida por el mandatario federal en contra de la mencionada Gálvez, cosa que así ocurrió y el órgano electoral administrativo así le mandató y notificó a aquél. El Presidente de la República no sólo hizo caso omiso de la resolución, sino que cuestionó que sus actos hayan llegado a tal agravio. Las instituciones, según él, salen sobrando. Fuerza de león, astucia de zorro.https://bdcbbede00d6d884460778584103ecf7.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Los temas de inseguridad y violencia están en pleno cenit. Ya toca incluso a gobiernos consentidos del régimen, como el de Guerrero, donde una prima de la gobernadora fue atacada y asesinado su esposo. El padre de la gobernadora, el senador Salgado Macedonio, declaró a la prensa que se trata de una “campaña de desprestigio” contra ese gobierno local. El recurso retórico, que no argumento, es el mismo del mandatario federal. Éste ante tales flagelos (inseguridad y violencia) suele responder que diario se levanta muy temprano para atenderlos. El asunto es que no logra abatirlos ni siquiera contenerlos. No hay buena política sin resultados benéficos para el pueblo y sus diversos sectores.

La desconexión entre realidad y percepción genera ideologización. Ciertamente no se trata de las grandes ideologías (ya finadas y sepultadas), que causaron enormes daños humanos durante el siglo pasado, sino de ideologías reeditadas (zombies vivientes) que también han causado daños políticos, sociales y económicos de buen calado. El discurso de los actores populistas (en sus diversas generaciones y signos políticos) tiene diversas características.

Una de ellas, que escuchamos cotidianamente en las mañaneras palaciegas, es el recurso maniqueo de la lucha entre la voluntad del pueblo y un mal, encarnado en “la élite conspiradora” [1]. No es el populismo de entre los treintas y sesentas (Domingo Perón y Getulio Vargas) ni de los ochentas y noventas (Carlos Menem y Alberto Fujimori); tampoco de finales de siglo e inicios de este (Hugo ChávezEvo Morales y Rafael Correa). Es el neopopulismo de los últimos años (desde 2016-2017 a la fecha) donde lo que importa es el líder carismático que pretende encarnar al pueblo (TrumpBolsonaroLópez Obrador). “El pueblo soy yo”, parecen decir.

Si a lo anterior se añade la polarización, la pinza contra la democracia representativa y el pluralismo se cierra en detrimento de una sociedad democrática y plural. Así, dejan de ser relevantes las leyes y las instituciones, la dinámica de rendición de cuentas y de transparencia y el desmantelamiento de las organizaciones de la sociedad civil. Ya no hay cuerpos intermedios que vertebren a la sociedad y vitalicen su tejido. Se proclama, por el contrario, una democracia directa que depende básicamente del poder y sólo cuenta el dedo que dirige. No hay verificación porque la realidad es lo que digo, veo y siento: dux dixitMuere la sociedad y el pueblo queda en manos del príncipe, la persona frente al Estado.https://bdcbbede00d6d884460778584103ecf7.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Si queremos que la sociedad, y por lo tanto el pueblo, mande y que el mandatario siga siendo el que obedezca y rinda cuentas, es preciso revitalizar las instituciones y su dinámica, desde el barrio y la colonia, las asociaciones civiles y organizaciones de estudiantes, de trabajadores y de profesionistas, pasando por el municipio libre y los estados soberanos, hasta la división de poderes y los organismos autónomos de la República. De lo contrario, la inseguridad, la violencia, la corrupción, la opacidad, la educación y la salud deficientes seguirán acentuándose.

El poder es como el gas: si se le controla es muy útil; si se le pierde cuidado es peligroso; si se le abandona es letal.

Post-facio

Por cierto, tenemos que mirar a Puebla con las mismas premisas. Los suspirantes poblanos, sus propuestas, sus idearios y sus perfiles tienen que ser analizados por la prueba del ácido de la sociedad. No creo que acierten al querernos saturar de espectaculares y de miles de pesos, acaso millones, tirados en publicidad. La austeridad de su retórica es constantemente desmentida por la realidad de una publicidad costosa, ineficaz y mañosa.https://bdcbbede00d6d884460778584103ecf7.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

[1]Cf. K. A. Hawkins et alt. (Eds.), The ideational approach to populism: Concept, theory and analysis, Routledge, New York 2018, p. 2.

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