#ElRinconDeZalacain

El aventurero repasa sus vivencias en torno a la cerveza y su patrono San Arnoldo el obispo de Metz y cita a Néstor Luján

Por Jesús Manuel Hernández*

“Los más antiguos documentos en casi todas las civilizaciones mencionan a la cerveza. Se dice que se bebió antes que Noé conociera casualmente el vino y en las circunstancias de todos sabidas y que Dionisios, antes de ser el misterioso dios del vino en Grecia y el alegre Baco en Roma, había sido la bárbara y resplandeciente divinidad de la cerveza en la Tracia…”

El texto del periodista, novelista y apasionado de la gastronomía, Néstor Luján, había sido citado frente a una cerveza de origen belga y en el aniversario de la fundación de “Utopía” el espacio creado 25 años antes por Jort Moreau en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, quizá el sitio preferido por los amantes de las cervezas artesanales de alta gama.

Luján hacía referencia al “Zithum” egipcio, nombre dado a la bebida resultante de la fermentación de granos de cereales, cuya práctica se reprodujo en el mundo antiguo tanto en Grecia como en Roma.

Quizá la cerveza más famosa en la antigüedad haya sido la producida en Tracia, una región ubicada entre Bulgaria, Turquía y Grecia de hoy día y cuyo uso medicinal se recomendaba, por ejemplo era un buen antídoto para eliminar los efectos de la picadura del escorpión, 1600 años antes de Jesucristo, bajo el nombre de ”remedio delicioso contra la muerte, la mitad de una cebolla dentro de la cerveza”.

Décadas antes el aventurero Zalacaín había hecho un recorrido por varias regiones cerveceras del centro de Europa, el viaje se había iniciado en Múnich y se había prolongado hasta Bélgica, cruzando de regreso por Nancy en Francia con un objetivo, ir al santuario de San Arnoldo, Arnoult en francés, o Arnulfo en forma más castellana, un sacerdote considerado el patrón de los cerveceros.

Vivió en el siglo VII y fue obispo de Metz. Se le adjudicaron tres milagros para elevarlo a los altares:

Primero, lanzó su anillo de obispo al río Mosela, pidiendo perdón por sus pecados y rogando a Dios se lo regresara si acaso era perdonado. Años después un pescador le llevó peces del Mosel y la cocinera encontró en uno de ellos el anillo del obispo.

Otra vez, cuentan sus historiadores, se registró un fuerte incendio en los bajos del Palacio  Real de Metz, el fuego amenazaba con cubrir toda la ciudad, el obispo se puso enfrente del fuego y dijo “Si Dios quiere que me consuma, estoy en sus manos”. El incendio se detuvo y a ese se le consideró el segundo milagro.

Arnulfo murió en Remiremont, en Lorena, al sur de su ciudad natal. Los habitantes pidieron el retorno del cuerpo a Metz para darle sepultura. Se hizo una peregrinación, larga, y los fieles se detuvieron a descansar en Champigneulles y buscaron una cervecería, pero solo quedaba un tarro para beber, decidieron repartirlo entre todos, pero la cerveza nunca se terminaba, bebieron y bebieron y el tarro nunca se vació. A eso se le consideró el tercer milagro y se fue derechito a la santidad. Desde entonces se le considera el patrono de los cerveceros, sobre todo en esa región colindante con Alemania y Bélgica.

En el siglo XVI se escribió una oración, un verso piadoso a San Arnoldo, dice así:

“San Arnoldo, oh buen patrón, yo os requiero / Que oz plazca dejarme beber vuestra cerveza / Y tanto tiempo como vuestra cerveza bebiera / Todos los días de mi vida, yo os serviré”. La fiesta de Arnoldo, Arnulfo o Arnoult es el 19 de agosto en Metz y aún se sigue rezando la oración.

Zalacaín había sacado en la charla de los amigos de Utopía algunas anécdotas de consumo de cerveza mientras llegaba otra ronda, por ejemplo Lope de Vega escribió la comedia “Pobreza no es vileza” situada en Bruselas y se refiere a la bebida así:

“Voy a probar la cerveza / a falta de español vino; / aunque con mejores ganas / tomara una purga yo / pues pienso que la orinó / algún rocín con tercianas”.

Los amigos no entendieron muy bien el verso, Zalacaín explico, se refiere al olor de la cerveza, no era agradable a todos los paladares, preferían el vino español y Lope de Vega lo reflejó nuevamente cuando Panduro, el personaje central de la comedia, se refiere a la belleza de las mujeres flamencas:

“Aquí fue donde bebí

Cerveza la vez primera

Mal agüero, o el peor;

Pues desde entonces acá

Traigo los bigotes ya

A lo flandesco, señor.

¿Cuándo beberé con nombre

Más claro que el mismo sol

Aquel vinazo español

Que hace barbinegro a un hombre?

¿Cuándo aquel licor divino?

Que, en fin, cerveza es mujer y el vino es hombre…”

Paco, uno de los amigos de esa noche recordó un verso, una poesía popular alusiva a la cerveza, famosa entre su familia:

“Quien níspero come,

Y espárragos chupa,

Y bebe cerveza,

Y besa a una vieja,

Ni come, ni chupa,

Ni bebe, ni besa”.

Vaya violencia contra la cerveza y contra las mujeres, pensó el aventurero.

En fin, como dijera el filósofo griego, Platón: “Aquel que inventó la cerveza era un hombre sabio”, pero esa, esa es otra historia. *Autor de “Orígenes de la Cocina Poblana, Ed. Planeta

elrincondezalacain@gmail.com

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