REUTERS/Jose Luis Gonzalez

Por Luis Alberto Martínez

@LuisMartiMX

La derecha una vez más muestra su mezquindad, su estridencia y oportunismo, pero hoy la izquierda se está mostrando indigna, incongruente y cómplice con su silencio.

Para quienes marchamos por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, y nos indignamos con la tragedia de la Guardería ABC, el incendio de la estación migratoria de Ciudad Juárez se convierte en otro episodio vergonzoso de la vulnerabilidad sistémica de las instituciones mexicanas.

Hoy observo a centenares de personas otrora férreas defensoras de los derechos humanos y las verdades históricas, callar o minimizar la muerte de 39 migrantes en Ciudad Juárez. Incluso se suman al clásico «esperemos las investigaciones, caiga quien caiga» ese que nunca nos dio certeza alguna de nada.

Tenemos la obligación de no guardar silencio y de no minimizar este terrible episodio, y tenemos la obligación de observar al Estado, de exigirle verdad, justicia, reparación y no repetición, y también tenemos la obligación de sospechar de él, de no estar conformes con sus indagatorias. Aun cuando este Estado y sus instituciones vienen de una lucha social, de izquierda que cobijó a quienes exigieron justicia por sus personas desaparecidas.

Parece que queremos dar vuelta a la página rápidamente, dejar que esto pase pronto para no dañar proyectos políticos ni vulnerar a la ya vulnerada Cuarta Transformación. El mismo presidente López Obrador ha declarado cuánto le ha dolido este terrible caso y si se busca respaldar como genuino su sentir, la obligación por mantener esto en la agenda es aún mayor.

No podemos quedar conformes con responsabilizar a funcionarios menores porque es caer en la práctica mezquina y burgués de la derecha. Hoy se señala a una empresa privada como responsable y se contradice entonces el repudio ideológico contra el outsourcing. Hay funcionarios responsables, personas que no hicieron lo que les correspondía desde sus espacios de decisión y, como lo ha señalado Ricardo Raphael, tenemos que mirar más arriba porque así lo pedimos cuando en las Guarderías ABC y en Ayotzinapa se protegió a funcionarios de alto nivel.

Me parece irresponsable que la narrativa predominante sea la de recordar una y otra vez los errores del viejo régimen, porque si bien busca desarmar los reclamos de una oposición mezquina y desmemoriada, parece un intento desesperado por eludir la responsabilidad propia.

La oposición es incapaz de sostener un proyecto genuino que les permita recuperar sus privilegios y el poder, por ello con total abyección y estridencia se disfrazan de defensores de derechos humanos. Juegan su papel, a su modo.

No podemos olvidar que en 2018 el Pueblo de México impulsó un cambio, un cambio de raíz, una genuina transformación de la vida pública del país, y esto no puede ser sólo discurso, esa transformación implica acciones congruentes, decisiones firmes y asumir responsabilidades.

La llamada 4T no puede caer en el «haiga sido como haiga sido» de cara al 2024, porque defender el proyecto no puede significar ignorar las críticas ni asumir los errores. No se puede voltear a otro lado cuando centenares de impostores del viejo régimen han llenado espacios en todos los órdenes de gobierno con un falso discurso obradorista, estos lobos con piel de oveja que se lavaron la cara de guinda.

La tragedia de Juárez es el síntoma de 2 terribles enfermedades: la migración humana, en su gran complejidad, y la debilidad institucional de la Cuarta Transformación a partir de una vieja clase política que no ha sido extirpada a tiempo.

Si no tenemos las agallas para asumir que «Fue el Estado», no estamos transformando nada.

Hasta la próxima.

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