Que si hubo acarreados, por supuesto que los hubo, siempre los ha habido, pero también gente con conciencia, es decir los “fans” de López Obrador que apoyan al líder “cueste lo que cueste y pase lo que pase”

Por Jesús Manuel Hernández

Vaya fin de semana salpicado de noticias enarboladas por la defensa de la democracia y los logros obtenidos a manera de compensar lo sufrido y vivido en Qatar donde nuevamente el ridículo se asomó, quizá un poco para entender el porqué de la política mexicana, también salpicada de ridículos y contentillos como si se tratara del país de un solo hombre.

La marcha fue lo que se esperaba, como no serlo si fue organizada desde el poder para alabar al poder y justificar su proceder. Muchos reflejos, pocos destellos en la escena del “espejito, espejito…”.

Históricamente ha sido el PRI el mejor organizador de las marchas donde los acarreados pululaban en los contingentes. Las complicidades con los transportistas y sindicatos eran la clave para “movilizar a la gente”.

En Puebla hubo épocas gloriosas de “acarreados”, donde los “burros” eran de carne y hueso y respondían a las cuotas de poder. Vaya tiempos con Guillermo Jiménez Morales donde el “acarreo” fue triunfalista y ejemplar, ¿o acaso ya no se acordará alguien de aquella banda campesina, de mil músicos, colocada frente al Auditorio de la Reforma, obra del líder de la CNC, Jesús Morales Flores?

El acarreo y el PRI, el viejo sistema, son o eran indisolubles, el uno para el otro. Y por lo visto la enseñanza se afianzó bien.

Hay quien le llamó despectivamente a la caminata de este 27 de noviembre “la marcha del ego” otros la consideran la reafirmación de un liderazgo y la fundación de una nueva conciencia social.

Sea como fuere, como escribió Maurice Joly, “El Arte de Medrar”, todos tienen el derecho a gozar del privilegio del placer que da el poder, tanto quienes lo detentan como quienes han sido desplazados, eso es parte de la democracia.

Quizá el más antiguo antecedente se encuentre en Lázaro Cárdenas quien en 1935 convocó a la llamada “Marcha del Progreso”, vaya que se mostró el músculo del entonces poderoso tricolor aglutinante de los “sectores” que representaban a toda la sociedad mexicana y condenaban el caudillismo.

Pero ahora el “ungido del pueblo” como lo definió Enrique Dussel en la revista Proceso de este domingo 27 de noviembre, abre espacio al análisis de quienes están o no están con él.

La dicotomía avanza, el líder carismático ha llevado las cosas a tal punto que la discusión es muy simple “estás con AMLO o contra él”, el centro, el justo medio, ha desaparecido de la escena política.

Obvio es que López Obrador ha ascendido al poder como un líder carismático, respaldado por millones de mexicanos que se mantienen cuatro años después a su lado, por lealtad o por irreflexión dicen sus críticos.

Para éstos últimos este líder puede convertirse fácilmente en una dictadura, como sucedió en Venezuela, y lo ponen de ejemplo, explican lo que sucedió en ese país donde se borraron los antiguos sistemas de identidad, surgieron otros, novedosos. Y por supuestos los anti AMLO ven ese riesgo.

A la marcha fueron quienes defienden su trabajo, sus logros, su ideología, su ingreso familiar, quienes gritan “nos toca ahora”, porque los de atrás ya robaron mucho.

Que si hubo acarreados, por supuesto que los hubo, siempre los ha habido, pero también hubo gente con conciencia de sus actos, es decir de los “fans” de López Obrador, esos que apoyan al líder “cueste lo que cueste y pase lo que pase”, esos son los que dan testimonio de “fidelidad”, y lo vienen haciendo desde hace varias décadas.

Y a eso le teme mucho la oposición, a la formación de una nueva identidad que supere a los partidos políticos y abra el espacio al populismo, usando la polarización de las ideas, de los grupos y se aproveche de la posverdad.

Moisés Naím lo explica muy bien en su obra “La revancha de los poderosos” (Debate, 2022):

“La política de los fans y la desaparición del límite entre la política y el espectáculo tienen enormes repercusiones en la forma en que los políticos se disputan el poder, ahora y en el futuro. La rivalidad política ha sufrido un descalabro. Las viejas virtudes políticas han quedado obsoletas y las capacidades que ocupen su lugar determinarán qué tipo de dirigente va a ser el más habitual… El debate, la paciencia, las concesiones, la tolerancia y la voluntad de aceptar que es legítimo que un adversario quiera obtener el poder son el tipo de instintos que necesitan estar muy extendidos en una cultura política para que sobreviva la democracia. Sin embargo, en la época de la política entendida como espectáculo, estos valores ceden cada vez más espacio a los valores opuestos: los insultos, la demonización de los rivales, el maximalismo y la intolerancia…”.

Naím también señala  en aras de que funcionen las “tres pes”, populismo, polarización y posverdad, “vaciar las viejas instituciones -legales, mediáticas y sociales- que antes hacían de intermediarias entre los ciudadanos y los gobernantes permite esta nueva estrategia, porque elimina las barreras entre el líder y los instrumentos del poder, y entre el líder y sus seguidores. Sin la ‘desintermediación’ de la esfera política, las tres pes no serían tan eficaces”.

Mientras tanto en Puebla se cuecen habas. El gobernador comprometió la presencia de 15 mil personas en la #MarchaDelPueblo. Según los expertos se necesitaron unos 380 autobuses para transportarlos, quizá gratuitamente.

Y Nacho Mier fue recibido con el grito “gobernador, gobernador” y portando un cartel donde se leía: “No vine por mi torta sino por mis 🥚 🥚 🥚. En fín, cuestión de enfoques.

O por lo menos, así me lo parece

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