Las apuestas corren, los escenarios se modifican; los golfistas buscan candidato… Mario Delgado reta a Miguel Barbosa a no tener miedo a los destapes y pide unidad.

Por Jesús Manuel Hernández

Por lo visto y escuchado, la sucesión gubernamental en Puebla no le compete solo a los iniciados en el protocolo de las “corcholatas locales”, tampoco es un tema exclusivo de quienes militan en un partido o forman parte de los grupos cupulares de quienes detentan el poder.

No, no es así.

Para nadie es extraño que un buen número de poblanos, sobre todo de condiciones económicas elevadas, padecen la debilidad lúdica, la llevan a cuestas en su carga genética, hay inclinaciones, concupiscencias a la “apuesta”.

En el pasado fueron los “brincos” y los “cazadores” de apuestas quienes divulgaban los momios, hasta que llegaron oficialmente los “Books”, esos espacios franquiciados con relación a los casinos de Estados Unidos que plagaron las ciudades del país.

Pero hay otro rubro, muy refinado, donde el protocolo forma parte de una actividad elitista: el golf.

Escribió Ortega y Gasset hace algunas décadas al visitar un campo de golf en Madrid: “… esta sobria delicia que es un almuerzo en el golf. Ya me parece ver que surge del follaje, súbitamente, el fauno con jersey, tras del cual la ninfa bruna agita su melena al viento mientras ajusta su falda precisa. No lejos emerge el coboldo asalariado, arrastrando un vago carcaj, última manifestación del viejo símbolo erótico, donde las flechas venusinas han sido suplantadas por los palos de juego…”.

Se entiende que quizá Ortega y Gasset estaría en el almuerzo en el hoyo 19.

En Puebla los apostadores no hablan de Ortega y Gasset, quizá uno o dos de ellos lo hayan leído, el resto más bien juega a la especulación inmobiliaria y es que ven en el siguiente sexenio una oportunidad para dejar los activos necesarios para cuatro o cinco generaciones más. Qué si tienen favorito, por supuesto. Qué si tienen influencia, claro que sí.

Y el “Hoyo 19” se ha convertido en el centro de operaciones de esas apuestas cazadas cada semana por un grupo de aficionados tanto al golf como a la influencia política.

Este grupo además de pegarle a la pelota habla de política, de afinidades con tal o cual personaje que “convendría” continuara con la acción de gobernar.

Las apuestas corren cada semana, la recaudación a veces llega al millón de pesos, no por la política, por los récords de golpes, “hole in one”, “albatros”, y una cantidad de acciones propias del juego.

Mientras tanto el gobernador ha usado sus conferencias matutinas para arreciar las críticas y ataques a los precandidatos no alineados e incluso ha invitado a otros actores a integrarse a la polémica.

No es extraña la mención de Adán Augusto López, por lo visto favorable a Nacho Mier. O la inclusión de Rodrigo Abdala y Francisco Ramos, “carga maletas de Nacho” dijo de éste último, presuntos delegados del gobierno, menos la mención de Manuel Bartlett a quien le pide “no se meta”, pues hasta ahora ha sido “un buen ex gobernador”.

Miguel Barbosa es un hombre empeñado en demostrar a todos que el poder no puede regateársele.

En la medida que los tiempos se acercan, que los escenarios pueden ser alterados, el gobernador usa su fuerza y se dirige a los admiradores del pasado, reporteros incluidos, les recomienda que los morenovallistas les deben “caer gordos” y les pide rezar todas las noches un Padre Nuestro y decir diez veces la frase.

O sea, a “Dios rogando y con el mazo dando”. Un mensaje muy claro para Lozano Alarcón y banda que lo acompaña.

Pero los aspirantes no están amarrados de las manos, salvo los del círculo cercano a Casa Aguayo. He aquí que el sábado 27 Nacho Mier en su informe de labores juntó a la crema y algo de nata de MORENA. La presencia de Mario Delgado y César Yáñez, entre otros, algunos gobernadores y exgobernadores sirvieron también para mostrar el músculo ignaciano.

Mario Delgado convocó a la “unidad” al gobernador, un mensaje que seguramente tendrá respuesta a lo largo de estos días y con ello abundará el énfasis de la división de los políticos morenistas.

Nacho Mier con el respaldo cupular del centro y la ausencia del movimiento en Puebla.

Una anécdota:

Desde 1973 dos gobernadores han pretendido eludir las órdenes del centro, del gobierno federal y sus actores, asumieron, los dos, posturas personales en aras de proyectos también personales.

El primero fue Gonzalo Bautista O’Farrill quien como interino de Rafael Moreno Valle, optó por iniciar una lucha contra los universitarios. Pagó cara su desobediencia, fue destituido de manera poco protocolaria y exhibido en sus excesos y vinculado a asesinatos de académicos de la UAP.

El otro fue Manuel Bartlett Díaz, quien en su idea de ser candidato del PRI a la Presidencia, cuestionó a Ernesto Zedillo y lo convocó a no meterse en la sucesión presidencial. El entonces presidente declaró que se “había amarrado el dedo” en la sucesión pretendiendo dejar en claro que no habría “dedazo”.

Bartlett le respondió que no bastaba amarrarse el dedo, debía “amarrarse la mano”.

El futuro de don Manuel no fue llano a partir de esa diferencia, hubo recortes presupuestales que repercutieron en la no conclusión de obras como el Periférico y después acotarlo en sus premisas en la convención nacional del PRI en Tehuacán donde defendió la autonomía energética del país.

Bartlett acabó abandonando el PRI.

En conclusión el poder central pesa mucho.

Barbosa sigue empeñado en manejar la sucesión, le compete, le asiste la verdad en sus deseos aunque quizá esté perdiendo de vista algunos escenarios, pero eso solo se sabrá con el paso del tiempo y la llegada de la sucesión en vivo y a todo color.

Mientras tanto a la espera de la respuesta de Barbosa al reto de Mario Delgado, de no asustarse por los destapes.

O por lo menos, así me lo parece.

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