La invasión rusa adelanta el fin de la ‘Pax Americana’ y del orden internacional de posguerra. «Lo sucedido en Ucrania es la constatación de un cambio que se inició en el mandato de Obama», dice un experto
JORGE BENÍTEZ / PAPEL / EL MUNDO
El terreno de juego no es el mismo y no porque la UEFA castigara ayer a Rusia sin la final de la Champions que estaba prevista que se jugara en San Petersburgo en mayo, sino porque las reglas han cambiado y nadie sabe si hay ni siquiera arbitro y VAR. La razón: la Pax Americana, el dominio omnímodo de EEUU, ha saltado por los aires.
La debilidad de las democracias liberales que durante años han denunciado distintos analistas quedó demostrada cuando los tanques rusos cruzaron la frontera ucraniana. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial una gran potencia autocrática conquista por la fuerza un país democrático vecino -aunque Ucrania sea una democracia aún frágil y muy mejorable- convirtiendo tratados y fronteras aceptadas por el Derecho Internacional en papel mojado.
Sin embargo, estos matices de politólogos no los tuvo en cuenta el presidente Joe Biden en su discurso del jueves, cuando no dudó en hacer énfasis en la distinción de los regímenes políticos en conflicto: «En la contienda entre democracia y autocracia, entre soberanía y sometimiento, no se equivoquen, prevalecerá la libertad. Dios bendiga al pueblo de una Ucrania libre y democrática».
Si aceptamos estas definiciones una cosa está clara: Putin se ha adelantado en el marcador en el partido de la nueva geopolítica.
Autocracias 1, Democracias 0.
Esto no es únicamente un gol militarista, sino la escenificación de un cambio muy profundo que se lleva fraguando desde hace más de una década. Algo ya anunciado por Freedom House, organización no gubernamental que estudia la libertad política en todo el mundo y que constata en su último informe: «Los países que experimentaron un deterioro superaron en número a los que mejoraron por el mayor margen desde que comenzó la tendencia negativa».
Esta guerra hace de notario del cambio de las relaciones internacionales y certifica la desaparición de esa anomalía histórica que ha conocido una generación entera que sólo ha contemplado una única superpotencia, en este caso EEUU, como sheriff del mundo. Rusia y sobre todo China han perdido el miedo al imperio americano. Y no sólo eso, los gobiernos autocráticos consideran que la democracia como sistema está en crisis y sus sociedades, polarizadas. Ya no les infunde inquietud su poder blando ni tampoco su poder duro, aunque sí su poder de contagio, como demostraron la caída de los regímenes comunistas en Europa y la Primavera Árabe. Los tiranos han estudiado muy bien las democracias, mejor que la mayoría de los demócratas.
«Lo sucedido en Ucrania es una constatación de ese cambio de estructura de poder», dice Juan Tovar Ruiz, autor de La política internacional de las grandes potencias(Ed. Síntesis).
Este fin de era lo explica así este profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Burgos: «Al acabar la Guerra Fría, EEUU era la única superpotencia y se puede permitir exportar sus valores sin que ninguna otra potencia lo discutiera. En esos años China aún no era tan fuerte y Rusia sufría una gran crisis. Ni siquiera el 11-S cambió el panorama». Y añade: «Con Obama es cuando se empieza a gestar el cambio y por eso EEUU ya no tiene que asumir esa obligación reputacional de exportar sus valores que ha tenido durante décadas».
¿Consecuencias de esta guerra en el papá americano? «Ucrania para Washington no tiene el interés vital que sí tiene Taiwán», dice Tovar.
Freedom House registra desde años una regresión democrática global
Prueba de esta chulería de los más guerreros son el poco impacto en sus políticas de las sanciones impuestas por las democracias, como ha quedado demostrado en el caso de Rusia. Así como el desprecio continuado hacia la superpotencia más débil en política exterior: la Unión Europea. Papelones diplomáticos como la mesa kilométrica que le plantó Putin a Macron hace unos días, la humillación de Recep Tayyip Erdogan a Ursula von der Leyen, líder de la Comisión Europea, en un encuentro en el que la dejo sin silla o la encerrona del ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, a Josep Borrell en Moscú así lo confirman.
En los últimos 80 años en el mundo ha habido guerras y las superpotencias han ejercido su poder. Pero había cierto autocontrol. EEUU intervino en Panamá y Granada, apoyó golpes en Latinoamérica y combatió en Vietnam, Afganistán e Irak. Estos últimos enemigos que no eran democracias liberales. Tampoco la URSS se atrevió a tanto en el orden de posguerra a pesar de sus intervenciones para ahogar tentativas de independencia del Kremlin en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968), así como su desastrosa aventura en Afganistán.
Por eso la guerra de Ucrania lo cambia todo.
Esta percepción la recogió justo antes del ataque David Leonhardt en el New York Times: «Una guerra como esta, una guerra de agresión voluntaria, sería una señal de que Putin creía que la Pax Americana había terminado y que EEUU, la Unión Europea y sus aliados se habían vuelto demasiado débiles para imponer consecuencias dolorosas».
Queda por averiguar cómo continuará el partido, si las democracias empatarán o incluso si son capaces de adelantarse en el marcador. Para ello tendrán que mover el banquillo.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2022/02/26/62191a79fdddff3f278b45a2.html