Historiadores y expertos examinan uno de los mitos fundacionales de la identidad española, que aún hoy día sigue generando una apasionada controversia historiográfica y política sobre los orígenes de la nación.

ARISTÓTELES MORENO / PÚBLICO


No fue una casualidad ni un mero recurso decorativo que Santiago Abascal abriera su campaña electoral el 12 de abril de 2019 en Covadonga. El líder de Vox eligió la mítica cueva asturiana donde Pelayo venció a las huestes musulmanas para anunciar, en medio de un resonante delirio patriótico, una nueva reconquista frente a los “enemigos de España”. El de Abascal fue un signo más del resurgimiento de los mitos fundacionales de la identidad nacionalcatólica de España, que este año celebra nada menos que el 1.300 aniversario de aquella legendaria batalla que, para la historiografía tradicionalista, marca el inicio de la recuperación cristiana del suelo peninsular.

La batalla de Covadonga sigue siendo hoy objeto perpetuo de controversia. Fue Claudio Sánchez Albornoz quien propuso como fecha el año 722, a partir de materiales documentales islámicos. Todo mito fundacional necesita una datación de referencia y la reconquista de España que culminó con la expulsión de los musulmanes en 1492 no podía ser menos. La mayoría de los especialistas, sin embargo, estiman inútil fijar una fecha concreta ante la fragilidad de las pruebas documentales. Ni siquiera la Crónica de Alfonso III, la fuente más importante escrita a finales del siglo IX, alude a hito cronológico alguno. “Las Crónicas Asturianas son muy tardías y están elaboradas ideológicamente”, argumenta el medievalista Alejandro García Sanjuán, profesor de la Universidad de Huelva.

En su opinión, hasta el propio Sánchez Albornoz era consciente de la precariedad de su propuesta cronológica. “La cuestión es que la reconquista tenía que tener un origen claro y definido. El hecho de que las Crónicas Asturianas, que mencionan Covadonga, no establezcan la cronología de un acontecimiento tan relevante no deja de ser desconcertante”, explica García Sanjuán. Eso es lo que intentó paliar el conocido historiador madrileño, empeñado en apuntalar los orígenes cristianos de España. Para el medievalista de la Universidad de Huelva, en cambio, ya resulta chocante que la Crónica Mozárabe de 754, coetánea a los hechos, no contenga alusión alguna “ni a Pelayo ni a Covadonga”. “Si el acontecimiento bélico tuvo relevancia debería haber sido citado en ese texto”, subraya.

El experto cree que hay argumentos para sostener que Pelayo fue un personaje histórico pero pone en cuestión que hubiese tenido lugar una batalla en ese contexto o que el rebelde cristiano protagonizara una “victoria resonante” sobre los musulmanes. “El episodio entra más dentro del mito que de la historia”, señala, aunque precisa: “No se puede descartar una escaramuza, pero una batalla en sentido tradicional, con las fuentes de que se disponen, no hay razones para argumentarlo de forma sólida”. La Crónica de Alfonso III describe una batalla de enormes proporciones, que movilizó nada menos que a 187.000 soldados musulmanes, apostados en las inmediaciones de la gruta de Covadonga y vencidos por la acción providencial de la Virgen María, que repelió el lanzamiento de rocas desde los fundíbulos atacantes.

Luis García Moreno, catedrático de Historia Antigua y miembro de la Real Academia de la Historia, prepara un estudio sobre los orígenes de la Monarquía española y dedica abundantes páginas a examinar la cuestión de Covadonga. El mítico episodio plantea tres problemas, según su análisis: “Si existió la batalla, si fue en Covadonga y si fue en esa fecha”. El autor da por cierto de que un “hecho bélico de alguna importancia” se produjo en el contexto en que recogen las crónicas. Y ofrece una fecha que bascula entre el año 734 y 736. Fundamenta su hipótesis en dos datos. El primero es la consagración por el hijo de Pelayo en el año 737 de la Basílica de la Santa Cruz de Cangas de Onís en conmemoración de “una victoria militar”, que García Moreno relaciona con Covadonga. El segundo elemento probatorio, a su juicio, figura en la Crónica Mozárabe de 754, en el pasaje que hace referencia a “una sorprendente victoria de cristianos” en los “montes pirenaicos”. En clara discordancia con la versión que ofrece Alejandro García Sanjuán, el profesor madrileño sostiene que el autor de la crónica llamaba Pirineos a la Cordillera Cantábrica, razón por la cual muchos investigadores han descartado la alusión a Covadonga en el relevante texto del año 754.

García Moreno está plenamente convencido de la veracidad de su hipótesis. “Y eso, se ponga como se ponga cualquier arabista o forofo progre o ultranacionalista de derechas no se lo salta un gitano. Dentro de unos meses saldrá publicado mi libro por la Real Academia de la Historia donde hay páginas demostrando con seguridad esto que le digo”, enfatiza el catedrático al otro lado del teléfono. El libro que menciona tendrá unos 590 folios bajo el título La Monarquía de España. Los orígenes. Siglo VIII.

Para el hispanista alemán Alexander Bronisch, experto en la España visigoda, la batalla de Covadonga pertenece al universo del mito. “No podemos hablar de realidad histórica. Toda la Crónica de Alfonso III donde se puede leer el primer y más completo relato de estos acontecimientos no era una historia, sino una polémica”, aduce el investigador alemán, que prepara una monografía sobre la cuestión. Y desgrana las razones sobre las que cimenta sus dudas en relación a la veracidad de Covadonga. “Por el análisis de los textos históricos y por la convicción de que todo esto es originalmente una polémica contra la iglesia hispanogoda por traicionar a la España unificada políticamente, así como la defensa de una nueva Iglesia, una nueva monarquía y un nuevo orden en Asturias”.

Sea histórica o no la batalla de Covadonga, lo que está fuera de toda duda es que el episodio se convirtió con el paso de los siglos en un mito fundacional de primer orden de la identidad española, reutilizado a partir del siglo XIX por el discurso nacionalcatólico sobre la inmutabilidad de la esencia cristiana de España, que encontró su cénit en el régimen de Franco. Todo ese relato ha sufrido significativos altibajos a lo largo de la historia, tal como examina minuciosamente el medievalista Carlos de Ayala en un artículo publicado por la revista digital Al Andalus y la Historia en 2019 bajo el título de Pelayo y Covadonga, ¿historia o ficción?. “El primer documento escrito data de casi 200 años después y luego quedó en el olvido otros 200 años para ser resucitado en el siglo XII. No fue hasta el XIII con Rodrigo Jiménez de Rada [arzobispo de Toledo en los siglos XII-XIII] cuando se revitaliza y se declara oficialmente el inicio de la reconquista”.

Pelayo y la legendaria batalla recobrarían vigor “en el marco nacionalcatólico del régimen franquista”

Carlos de Ayala, más allá de la controversia sobre la facticidad de los acontecimientos, puntualiza que el “mito pelagiano servirá para la forja del nacionalismo patriótico de comienzos del XIX” y recuerda que fue el “tradicionalismo católico que animó la restauración borbónica de 1876 el que reactualizó el discurso, materialmente reflejado en la construcción de la actual basílica de Covadonga entre 1877 y 1901”. Años después, Pelayo y la legendaria batalla recobrarían vigor “en el marco nacionalcatólico del régimen franquista”, señala el profesor de Historia Medieval.

El Principado de Asturias tiene previsto programar diversas actividades relacionadas con la celebración de la efeméride. La Consejería de Cultura ya ha anunciado la disposición de su departamento a impulsar el “Camino de los Santuarios” entre Oviedo, Covadonga y el Monasterio de Santo Toribio de Liébana. También prepara la organización de encuentros científicos, charlas, exposiciones y un congreso sobre el histórico acontecimiento para septiembre de 2022.

Directamente ligado al mito de Covadonga figura el concepto de reconquista, objeto de un vivo e interminable debate historiográfico entre los especialistas. García Sanjuán admite que existe un “ideal de recuperación” en las fuentes medievales, pero aclara que hay que situarlo en el contexto de su época. “No se puede confundir la reconquista con una lucha de liberación nacional”, asegura. El medievalista de la Universidad de Huelva rehúsa utilizar el polémico término en sus análisis históricos porque, en su opinión, es una “noción estrechamente relacionada con una narrativa españolista”. Bajo su perspectiva, la reconquista pone el acento de forma casi exclusiva en el relato cristiano y tiende a ignorar la perspectiva islámica. “Teniendo en cuenta la diversidad que caracteriza el periodo medieval peninsular, no es deseable incurrir en esa visión tan parcial”.

García Sanjuán sostiene que todo este debate está vinculado con la consolidación ideológica del nacionalcatolicismo. “A partir del XIX hay un proceso de construcción de una narrativa histórica nacional donde el componente católico adquiere un protagonismo muy importante, tanto en el relato conservador como liberal”, razona el investigador. “La noción de reconquista se inserta en esa narrativa, y en el siglo XX se va identificando de forma acusada con los sectores más conservadores y católicos”.

El profesor Luis García Moreno también prefiere evitar el término de reconquista para no caer en debates inagotables “ni con los progres ni con los ultras nacionalistas españoles”. Lo que no le impide sostener que el programa reconquistador fue asumido por los reyes de Oviedo, primero, y castellanos, después. “Hay toda una legitimación ideológica del poder cristiano. También en el caso navarro y catalán, que se inventan una genealogía de origen godo”. En todo caso, aduce García Moreno, no hay continuidad visigoda de la monarquía astur ni castellana.

Para una buena parte de la historiografía tradicional española, Al Andalus fue un elemento intruso ajeno a la civilización peninsular que fue extirpado por los legítimos titulares del suelo peninsular representados por los cristianos del norte. “La andalusí es una cultura extraña”, sostiene García Moreno. “Otra cosa es que luego adopte estilos que aquí ya existían, como la decoración de la Mezquita de Córdoba, donde se copia la tradición previa romana que había en el Mediterráneo en el siglo VII“. ¿Averroes era un intelectual extraño a la ciudad en que nació? “Habría que preguntárselo a él. Averroes se consideraba un árabe”, responde el miembro de la Real Academia de la Historia.

En opinión de Alexander Bronisch, todas las culturas que llegan a un territorio constituyen un elemento extraño al principio. “Es cuestión de tiempo. Con el paso de los siglos arraigan como lo hizo el islam ocho siglos después”. Y afirma: “Los reinos cristianos de la Edad Media serían parte de Al Andalus si no hubieran vencido a los árabes. Es la misma problemática”.

“Justificar la actualidad con hechos ocurridos hace 1.300 años me parece que no tiene sentido”

Todos estos mitos nacionales sufren una reactivación en los últimos años, espoleados, en parte, por el desafío rupturista del independentismo catalán. El hispanista alemán tiene una opinión clara al respecto. “No me gusta el abuso de la historia. Justificar la actualidad con hechos ocurridos hace 1.300 años me parece que no tiene sentido. En Alemania ya se terminó esa discusión sobre los orígenes míticos de la nación. Los nazis fueron, en parte, el resultado de esta fracasada búsqueda de identidad. Hay gente que necesita la identidad. Y hoy tenemos un problema con la modernidad, en un mundo que cambia tremendamente a una velocidad que hace a la gente perder la orientación. Y, en busca de esa orientación, se encuentran los antiguos mitos”.

En ese sentido, el profesor García Moreno considera que Europa tiene un problema con su identidad histórica. “O Europa reconoce sus raíces clásicas y, sobre todo, cristianas o será otra cosa. No será Europa. Hasta el siglo XX la identidad europea originaria no era discutida por nadie. Ahora corre el riesgo de perderse”, lamenta. El catedrático de Historia Antigua asegura sentirse más cercano de un polaco o de un ruso que de muchos inmigrantes latinoamericanos. Por eso, reivindica el programa colonial francés del siglo XIX y principios del XX como modelo de integración frente al sistema multicultural británico. “Aquellos intentaban convertir a la población indígena en franceses con independencia de su color de piel. Creaba menos problemas. Esas son mis ideas. ¿Se parecen a las de Abascal? No me importa. Yo creo que el multiculturalismo anglosajón les va a estallar en la cara. Y lo malo es que nos va a estallar a todos”, alerta.

El medievalista Alejandro García Sanjuán está convencido de que se está produciendo un renacimiento del marco ideológico nacionalcatólico en España. “Sin duda. El problema es que en la transición no se hizo una crítica sistemática de esta narrativa. Y en los últimos años se ha experimentado un resurgimiento al compás del reforzamiento internacional de las tendencias conservadoras y de narrativas identitarias de carácter nacionalista”. En España, bajo el prisma del profesor de la Universidad onubense, grupos católicos y de ultraderecha resucitan un relato histórico que califica de “neofranquista“.

La globalización, el desafío soberanista catalán y el recrudecimiento de los atentados de carácter islamista han excitado la fiebre nacionalcatólica en los últimos años. En 2004, poco después de los ataques del 11-M, el expresidente José María Aznar pronunció un discurso en la Universidad de Georgentown, en EEUU, trufado de perlas que hoy cobran todo su sentido. “El problema de España con Al Qaeda”, dijo entonces, “empezó en el siglo VIII cuando España, invadida por los moros, rechazó convertirse en una pieza más del mundo islámico. El problema se remonta a hace más de 1.300 años”. Exactamente la efeméride que este año conmemora la batalla de Covadonga.

Fuente: https://www.publico.es/culturas/batalla-covadonga-cumple-1300-anos-medio-resurgimiento-vision-nacionalcatolica-espana.html

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