Por Dr. Melitón Lozano Pérez

La presencia del virus SARS-CoV-2 en el mundo ha traído consigo incertidumbres, miedos, dolores, aprendizajes y desafíos que nos han obligado como sociedad a redefinirnos.

Puebla no ha sido la excepción, actualmente estamos frente al dilema de volver nuevamente a establecer medidas restrictivas en todos los ámbitos de la sociedad o, a optar por alternativas de autorregulación social donde prevalezca la libertad y responsabilidad en medio de nuestra convivencia e interacciones diarias.

El gobernador Miguel Barbosa, ha planteado un particular rumbo y visión que tienen como fundamento la responsabilidad social basados en la madurez de una sociedad constituida por ciudadanas y ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes, con la cual coincido plenamente, por sus principios subyacentes que en palabras de Boaventura de Sousa son el sentido de comunidad, el cuidado y la reciprocidad individual y colectiva (2021).

Durante varias décadas hemos puesto mucho énfasis en los derechos y dejado de lado los deberes. La conjugación de ambas cosas da como resultado seres humanos responsables, social y ecológicamente conscientes y que se respetan así mismos (Maturana, 2014).

Ya lo decía Gandhi en 1948, cuando le presentaron la declaración universal de los derechos humanos, que le parecían fabulosos pero que no veía plasmados los deberes. De manera similar, lo expresó en 1998 el Premio Nobel de Literatura José Saramago cuando mencionó en el discurso de recepción de tan prestigioso premio, lo altamente prioritario que era para la especie humana “volver” a impulsar la elaboración de la Carta Universal de los Deberes Humanos. Sí, Deberes Humanos, durante la conmemoración de los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El objetivo de dicha declaración de 1998 no sólo era profundizar globalmente en la vigencia de los Derechos Humanos, sino tener en cuenta nuevos desafíos globales (incluyendo la cuestión del cuidado de la madre tierra) desde una óptica de deberes y derechos.

Así lo destaca en su preámbulo: “el disfrute efectivo y la puesta en práctica de los Derechos Humanos y de las libertades fundamentales están vinculados de manera inextricable a la asunción de los deberes y responsabilidades implícitos en tales derechos”.

Por ello, se han de considerar los Derechos sí, pero también los Deberes Humanos, en un sentido amplio ético y jurídico-político, como responsabilidades colectivas o individuales que se derivan de normas sociales que establecen los puentes entre el mundo de los valores y el mundo de los deberes y obligaciones.

La ética subyacente a los valores se debe entender entonces como una ética intercultural en un entorno de cuidado. Porque como lo menciona Leonardo Boff (2017): se ama lo que se cuida y se cuida lo que se ama. El cuidado por consiguiente constituye la categoría central del nuevo paradigma de civilización que trata de emerger en todo el mundo.

Ahora bien, el cuidado tiene múltiples dimensiones: cuidar de sí mismo, de los cercanos, de los lejanos, de los extraños y del planeta como nuestra casa común. Por esto es, por lo que el cuidado requiere autorregulación como lo menciona nuestro gobernador. Es decir, la capacidad de darse orden a sí mismo para poder ser libre, porque la libertad sólo es posible en el orden, pero el único orden que produce libertad es el que se construye desde la cooperación con otros para hacer posible la dignidad de todos.

Por ello, desde una orientación ética de los Derechos y los Deberes Humanos la autorregulación es el fundamento de la ciudadanía y de la participación social. Saber cuidarse y cuidar a los otros requiere de personas que saben autorregularse para cuidar la dignidad de todos.

En el contexto educativo, garantizar el Derecho a la Educación en tiempos de crisis, como lo es esta pandemia, implica ser conscientes, todas y todos de nuestros derechos, sí, pero también de nuestros deberes como aprendientes, como padres de familia, como empresas; como sociedad toda.

Guardar una sana distancia, pedir a quienes no respetan medidas que se autorregulen, ponernos límites, acreditar un comportamiento que permita prescindir de decretos, cuidando que los aprendientes guarden metro y medio de distancia, y que, a través del modelo hibrido, la educación continúe por ser un bien para la sociedad.

Es cierto que el riesgo es una realidad, pero también la solidaridad, el cuidado, la autorregulación y el conocimiento de nuestros deberes son parte de la nueva realidad, que, si los ponemos en práctica, seguiremos construyendo una sociedad y un sistema educativo donde nadie, nunca más se quede afuera ni se quede atrás.

REFERENCIAS

Boof, Leonardo (2017). Una ética de la Madre Tierra: Cómo cuidar la Casa Común. Madrid: Trotta.

Maturana, Humberto (2014). Transformación en la convivencia. Argentina: Granica.

Santos, Boaventura de Sousa (2021). El futuro comienza ahora: De la pandemia a la utopía. México: Akal.

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