Por Jesús Manuel Hernández

Semana Santa, sin procesiones religiosas, pero con aglomeraciones, tumultos en torno a la campaña de la Brigada Correcaminos que en Puebla estuvo en medio de dos fuegos. Un asunto que poco le importaba al ciudadano necesitado de la protección contra el Covid, pero que resultó sujeto y objeto de las confrontaciones.

En Casa Aguayo no cayó nada bien que Rodrigo Abdala concentrara el poder de la vacunación, en varias mañaneras el Ejecutivo usó su fuerza y alzó la voz para señalar que el Gobierno no tenía nada que hacer, pero que estaban listos para entrarle.

Y de alguna manera así fue.

Las primeras experiencias derivadas de la desinformación en Cholula provocaron un caos que alarmó a los capitalinos cuando el lunes 29 las vacunas no alcanzaban y muchos ciudadanos hicieron fila por más de seis horas en CU, mientras otros habían pasado el proceso rápidamente.

El martes 30 las cosas mejoraron y así siguió la experiencia de quienes fueron vacunados en CU, pero los reflectores se dirigieron al súper delegado Rodrigo Abdala, sin duda un claro ejemplo de las aportaciones de Laurence J. Peter al describir cuando un individuo alcanza el principio de la incompetencia.

Él o sus allegados no pudieron con el paquete, exceso de confianza o falta de prudencia, quizá ambas, y una enorme desinformación y confusión derivaron en el caos de la Puerta 17, mientras el delegado escribía comunicados en su cuenta de Twitter, curiosamente los ancianos no son usuarios de esa red social.

Pero el jueves mejoraron las cosas cuando el sector salud del Estado le entró al tema y aprovechó la experiencia y las instalaciones para aplicar las vacunas, sin filas, sin pérdida de tiempo, con agilidad e incluso con el reflector sobre el doctor José Antonio Martínez García, con la jeringa en la mano, cosa que el súper delegado no se atrevería a hacer.

El pleito por los reflectores vino a demostrar nuevamente que los ciudadanos mexicanos estamos acostumbrados a depender de un “estado benefactor” que resuelva todo lo que necesitamos, un asunto que bien podría servir de base para las campaña electorales que ya iniciaron para definir de qué lado de la cancha caerá la moneda en el aire.

En Puebla las cosas están calientes, divisiones serias de MORENA nacional con los mandos gubernamentales, juegos peligrosos, azuzados desde varios frentes y donde la figura del panismo tradicional está siendo objeto de moneda de cambio y perversión electoral.

Sí, Eduardo Rivera es la carta fuerte para la ciudad de Puebla frente a la carta de Morena, Claudia Rivera, y en medio los cirios del Viernes de Dolores encendidos aún para abrirle paso al candidato del gobernador.

“Platica poblano, mientras yo te gano” reza el refrán de quienes vinieron en el pasado a hacer los negocios para llevarse el dinero a impulsar el crecimiento de la economía de Monterrey. Algo parecido podría estar pasando en la política local donde Eduardo Rivera quizá reciba, sin saberlo o sabiéndolo sin aceptarlo, la ayuda de quien obstaculiza a Claudia Rivera, y si llegara a ganar ocuparía el maestro Lalo, nuevamente, el lugar en la mesa que desempeñó con Rafael Moreno Valle.

Total, bajo advertencia nadie podrá decir que se trata de un déjà vu.

O por lo menos, así me lo parece.

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