Desde hace algo más de un año, la barcelonesa Laia Ferrer es la chef que decide los destinos culinarios de un complejo de lujo en Arabia Saudí, un país con fama de hostil paralas mujeres. Curiosamente, la mayor hostilidad la recibió… de otras mujeres. Hoy puede decir aquello de ‘prueba superada’

SILVIA NIETO / Yo Dona
Hasta que el covid llegó a desbaratarle la vida a medio mundo, Laia Ferrer (San Cugat del Vallés, 1996) trabajaba para restaurantes españoles de estrellas Michelin. «Estuve con Dani García, con Mauro Colagreco, nombres bastante altos…», rememora en conversación vía Zoom desde Arabia. Pero con la pandemia, prosigue, «no encontraba trabajo en España, así que me fui a Maldivas, el primer país que abrió para el turismo. Y fue ahí cuando empecé a trabajar para hoteles, en el Ritz-Carlton Maldivas». La experiencia le gustó, y dos años más tarde se mudó a Bangkok, «y estando allí me llegó que iban a abrir este nuevo proyecto aquí, en Arabia Saudí».
‘Aquí’ es un complejo de lujo localizado en el corazón del Mar Rojo, el Nujuma, a Ritz-Carlton Reserve, situado en las islas Ummahat, un lujoso paraíso digno de The White Lotus: mar azul intenso, 63 villas sobre el agua (con pasarela de madera de acceso) o en tierra, exclusivo beach club para cuando a uno le da por ser sociable, y, por supuesto, una oferta gastronómica a la altura de una oferta de alojamiento que nunca baja de los 2.000 euros/noche.
En realidad, la culpa de todo la tuvo una amiga de Laia. «Estábamos hablando un día por videoconferencia, me envió directamente el link para acceder a la solicitud de empleo, mandé mi currículum y me olvidé. Y al cabo de dos meses me llamaron y me dijeron «oye, estamos muy interesados en ti, vente a Arabia Saudí». El flechazo no fue instantáneo: «Porque, claro, yo la idea que tenía de Arabia Saudí era otra».
«Me asusté», comparte hoy.
Y sigue: «Yo les dije: ‘¿Pero qué voy a hacer yo en Arabia Saudí? ¿Me van a decir que me tengo que cubrir toda?’. Iba con esa mentalidad. Y le dije al que ahora es mi jefe, que es de Bolivia: ‘No, lo siento, yo ahí no me voy ni de broma’. Y él me dijo: ‘Investiga y luego hablamos’. Y a los dos meses me volvieron a contactar. E insistieron en que lo mirase bien. Y ahí es cuando empecé a buscar por internet y a preguntarle a mi amiga, que para esos entonces ya estaba instalada en el país. Me leí todo el Visión Saudí 2030 y me decidí a venir».
Laia se refiere a un ambicioso plan del Gobierno Saudí que tiene por objetivo reducir la dependencia del país del petróleo diversificando su economía y apoyando sectores como la educación, el ocio y, por supuesto, el turismo. En la compleja ecuación tiene un gran peso el refuerzo de las relaciones internacionales, para lo cual resulta básico limar las asperezas que aún producen en la imagen exterior rasgos cercanos a lo medieval, con las mujeres privadas aún de libertades básicas en el mundo occidental, como el derecho a vestirse como quieran, a casarse y divorciarse sin contar con el permiso de su tutor masculino, desobedecer a sus maridos o manifestarse en favor de los derechos de las mujeres.
Al final, explica hoy Laia Ferrer, había un argumento de enorme peso para abrazar la aventura saudí: «Los sueldos y todo lo que te ofrece la empresa -te dan casa, te dan de comer- no lo vas a conseguir en España».
El desembarco
El desembarco -textualmente, porque al complejo donde trabaja Laia sólo se accede en barco o en hidroavión- no fue, ni de lejos, especialmente traumático o chocante. Ella venía de Maldivas, otra isla. De hecho, toda la isla donde está ahora es el hotel. «Es como un campus universitario. Hay un hospital, una escuela y luego las casas donde viven los trabajadores». Entre estos últimos, hay gente de todas partes del mundo, aunque los oriundos de La India son la nacionalidad extranjera dominante, como en el resto de Oriente Medio.
Al llegar, rememora la chef, «básicamente me dieron un restaurante. Y abrimos el hotel». Cocinar en Oriente Medio siempre es un reto para un cocinero foráneo. Por eso, la chef barcelonesa hizo una de las cosas que mejor, visto lo visto, se le dan: adaptarse. «Primero tuve que investigar la cultura y los ingredientes de la zona, porque sobre todo trabajamos con ingredientes locales. Por ejemplo, tuve que aprenderme todos los pescados que había en el Mar Rojo. Tuve que aprenderme los ingredientes y de dónde procedían. Porque Arabia Saudí es un país enorme. Y no es lo mismo traer cosas de Riad que hacerlo de Tabuk, una ciudad que está en el norte, en una zona llena de cítricos. O del sur, donde cerca de Medina, está Taif, un lugar muy popular por sus chiles o su rúcula».
El choque cultural donde no te lo esperas
Si aprenderse la oferta alimentaria local para diseñar un menú de alta cocina de irrenunciable influencia española fue un reto, no lo fue menos hacer equipo. Por algo que nadie (excepto la propia Laia) hubiera imaginado. Entre sala y cocina, el personal (unas 40 personas) pertenece a ocho nacionales diferentes, un escollo que en el día a día se salva gracias al socorrido inglés. Otro escollo no fue tan sencillo de sortear. Y hubo que tumbarlo.
«Lo que más me costó al llegar fue hacerme con mi equipo de cocina, donde todas son chicas. Casi la totalidad recién graduadas, sin experiencia laboral previa. Habían llegado antes que yo a la isla porque casi todas son locales. Cuando yo iba a llegar les dijeron que una chica que iba a ser su jefa. «Y ninguna de ellas quería. Decían: ‘No, a mí qué me va a mandar una mujer. Ni hablar’. Esa fue la actitud con la que me encontré al llegar. No estaban nada receptivas y me hicieron saber que no me querían de jefa».
-¿Y cómo abordaste esa situación?
-Al cabo de una semana les había hecho cambiar de mentalidad. Estoy acostumbrada a trabajar con chicas de países musulmanes, porque Maldivas, al final, también es un país 100% musulmán. Tienes que saber qué quieren. Al final, estas niñas necesitan un poco de autoridad, pero también que las cuiden muchísimo. Mi rol aquí, más que de jefa, es de madre.
-Es curioso, porque uno siempre se imagina que el choque cultural va a ser otro, con los hombres, y resulta que se produce también con las propias mujeres.
-Exacto. Y es lo que más me está sorprendiendo. Pero me gusta.
Laia sabe que lograr un equipo fuerte y unido no se impone, que la autoridad hay que ganársela día a día. Y lo hace a golpe de conocimiento, pero también de convertirse en una ventana al exterior. «Aunque les choque o no les guste, siempre les cuento qué ocurre fuera, cómo son las cosas fuera de Arabia Saudí. Me gusta contarles mis propias experiencias. Y para ellas, son maravillosas. Tampoco me corto en decirles lo que para mí no son cosas normales. Por ejemplo, una chica de mi equipo se fue de vacaciones un mes y volvió casada. Les dije que a mí esto no me parecía normal. Lo que hago es darles otra perspectiva, enseñarles que hay otras cosas en el mundo. Me parece fascinante que hagan lo que hacen, pero quiero que ellas sepan que hay otras opciones».
Todos los hombres fuera
¿Y la clientela?, le pregunto. ¿También existen ese tipo de choques o roces culturales? » La verdad que con el tipo de clientes que tenemos -al final estamos hablando de una propiedad de ultraluxury, la gente está pagando muchísimo dinero por venir y es muy educada, muy viajada- no hay divergencias significativas», dice. En Tabrah, a diferencia de lo que ocurre en muchos restaurantes árabes, no existe segregación por sexos, algo que habla mucho del público que acude a él (por cierto, comenta Laia, mucho español y portugués desde que Cristiano Ronaldo pasó por allí). Pero a veces ocurre que el público… se quiere segregar a sí mismo. Por eso, explica Laia, alguna mujer, de vez en cuando «no quiere que la vean. Para eso tenemos rincones donde pueden comer tranquilas». De hecho, explica la chef, al restaurante acuden muchas mujeres, grupos de mujeres, en busca de intimidad. «Yo creo que al final es un sitio donde se sienten seguras. Saben que, por ejemplo, si quieren ser atendidas sólo por mujeres, nosotros se lo vamos a dar. Y así, ningún hombre va a entrar en contacto con ellas», añade.
Esta segregación ‘voluntaria’ llega al paroxismo cuando algún miembro de la familia real visita el restaurante. «Cuando vienen princesas se van todos los hombres de la isla. Lo mismo cuando viene la familia real al completo. Se va de la isla hasta el director del hotel», cuenta Laia. Y añade: «Por eso en Arabia Saudí hay tanta demanda de mujeres. Hasta los sueldos de mujeres pueden ser más altos por este tipo de cosas, porque realmente nos necesitan».
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Inevitable hacer esa pregunta con la que acaba, según la tradición, toda entrevista a un español que vive lejos de su país: ¿piensas en el futuro más allá de Arabia? ¿Volverás a España?
-Yo veo un futuro reciente aquí. Porque las oportunidades son muy grandes, no sólo donde estoy, creo que en todo el país. Y al menos para ahorrar y volver bien a España bien, poder comprar una casa… Sí, creo que me quiero quedar aquí.
Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2025/05/14/6819c6bde9cf4a24168b4575.html