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Éxito del cuarto vuelo de la Starship: el B11 ameriza y la S29 sobrevive a la reentrada | Eureka

Starship de SpaceX
Cuarto lanzamiento de la Starship (SpaceX).

Daniel Marín / Eureka

El cohete más potente del mundo —aunque todavía no el que tiene mayor capacidad de carga, que sigue siendo el SLS de la NASA— ha vuelto a despegar. La cuarta misión de prueba del sistema Starship, la IFT-4 (Integrated Test Flight 4) comenzó el 6 de junio de 2024 a las 12:50 UTC cuando el conjunto formado por el Booster 11 y la Ship 29 partió de la plataforma de lanzamiento orbital de Starbase (Boca Chica, Texas). La misión, básicamente una repetición de la IFT-3, comenzó con tan solo media hora de retraso y fue, en líneas generales, un éxito.

El B11 amerizó suavemente en el golfo de México tras efectuar un encendido de frenado, mientras que la S29 pudo controlar su posición durante la trayectoria «cuasiorbital» y sobrevivió a la reentrada, aunque con daños estructurales de consideración, y también amerizó en el océano Índico.

Toda la misión transcurrió de forma muy suave, en parte quizá por haber dejado atrás el factor sorpresa de las primeras misiones. El conjunto se elevó de la rampa de forma impecable, a pesar del fallo de uno de los veinte Raptor fijos del anillo exterior a los 3 segundos del despegue.

La delicada separación de etapas transcurrió sin incidentes aparentes y el Super Heavy apagó todos los Raptor a excepción de los tres centrales para mantener la aceleración del conjunto mientras la Starship S29 encendía sus seis motores. A continuación, los dos elementos del lanzador se separaron a los 2 minutos y 53 segundos cuando volaban a 5500 km/h y 72 kilómetros de altitud.

Mientras la S29 continuaba hacia su trayectoria suborbital, el Super Heavy daba la vuelta y los trece Raptor internos, los que se pueden mover, se encendieron otra vez sin problemas para llevar a cabo la ignición de regreso (boostback burn). Después el anillo de separación en caliente fue eyectado del B11, una de las novedades de esta misión, con el fin de aligerar el vehículo y facilitar el control del enorme cohete. La maniobra se efectuó a la perfección.

A un kilómetro de altitud comenzó la secuencia de ignición de los trece Raptor centrales para el encendido de frenado, pero uno de los motores no cobró vida. Pese a todo, el Super Heavy frenó drásticamente su velocidad y a los 7 minutos y 24 segundos de la misión amerizó suavemente bajó el impulso de los tres Raptor centrales.

Luego, el gigantesco cohete cayó de lado sobre el mar de una pieza. Eso sí, durante el descenso se pudieron ver fragmentos que salieron despedidos y vibraciones muy notorias en al menos una de las rejillas aerodinámicas, además de los motores que no se encendieron, por lo que evidentemente hay margen de mejora.

La S29 apagó sus seis motores y quedó situada en una trayectoria suborbital con un apogeo de 213 kilómetros y un perigeo de unos -10 kilómetros, con una inclinación de 26,8º. Durante toda la fase vuelo la S29 transmitió telemetría a través de los satélites Starlink, aunque la conexión con las cámaras externas se perdió momentáneamente por motivos que no están del todo claros.

A diferencia de la misión anterior, la S29 tuvo un vuelo mucho más estable. Durante la transmisión vimos cómo la S29 emitía importantes cantidades de propelentes, ¿algo planeado para mantener la orientación y la presurización de los tanques bajo control o un fallo del sistema de propulsión? No lo sabemos.

La nave encaró la reentrada, la fase más crítica de la misión, con la orientación adecuada y, aparentemente, la mantuvo a la perfección durante la misma. La S29 sobrevivió al máximo calentamiento y a la máxima presión aerodinámica —dos sucesos que en la reentrada están separados en el tiempo, a diferencia de lo que mucha gente cree— aunque había sido lanzada a propósito sin dos losetas para probar la resistencia del fuselaje (al ser de acero, la Starship es capaz de soportar temperaturas mayores que las naves de aluminio y, por lo tanto, puede aguantar daños más importantes en el escudo térmico).

Durante la reentrada la cámara apuntaba a la superficie aerodinámica delantera de estribor y se pudo observar que sufrió daños graves al penetrar aire caliente en la base y desprenderse losetas y pedazos del fuselaje. Sin embargo, la superficie aguantó sin desprenderse.

Se desconoce si otras partes o superficies de la nave sufrieron un daño similar, aunque, si los daños hubieran sido muy serios, el vehículo no habría podido controlar su posición durante el descenso. Los reflejos en el fuselaje —era de noche en la zona de descenso— apuntan a que había algún tipo de incendio o llamaradas en la S29 (¿en la zona de motores?).

La nave intentó colocarse en posición vertical —flip maneuver— y encender los Raptor centrales para amerizar, otra de las novedades de la misión. Una vez más, los reflejos del fuselaje, junto con la telemetría, apuntan a que el encendido fue un éxito, aunque se desconoce en qué medida. Finalmente, la S29 alcanzó la superficie del océano Índico al noroeste de Australia una hora y seis minutos tras el lanzamiento.

A falta de conocer datos importantes como son la precisión en el amerizaje del B11, el grado de destrucción estructural de la S29 o el nivel de control aerodinámico de la Starship durante el descenso y encendido de frenado final, la cuarta misión del sistema de lanzamiento más potente del mundo ha sido un éxito en tanto en cuanto ha demostrado que la Starship es capaz de mantener su orientación durante el vuelo cuasiorbital y la reentrada, dos requisitos necesarios entes de alcanzar la órbita en una misión (SpaceX no puede arriesgarse a dejar una Starship en órbita como un trozo de basura espacial).

El siguiente objetivo prioritario es por tanto demostrar que se puede llevar a cabo un encendido de frenado. El hecho de que la S29 pudiese, más o menos, reencender los motores a poca altura sobre el agua da cierta tranquilidad en este punto.

Sin duda, la sorpresa de la misión es la lección de robustez y resistencia de la Starship en la reentrada, pero lógicamente habrá que hacer cambios en el escudo térmico, especialmente en las zonas de anclaje de las superficies aerodinámicas. A pesar de que Elon Musk quiere que en la próxima misión se intente recoger el Super Heavy con el sistema Mechazilla de la torre, dudo que se atrevan a intentarlo hasta que la segunda torre de lanzamiento de Boca Chica esté lista.

En general, la misión deja un buen sabor de boca —probablemente es la primera que podemos considerar un ‘éxito’ sin muchos matices— y una sensación de que el sistema progresa poco a poco de forma constante.

Fuente: Eureka

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