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El Pueblo olvidado

#PorSoleares | El PAN de Puebla se olvidó del pueblo, prefirió alianzas con sector privado

Por Jesús Manuel Hernández

Varios militantes del Partido Acción Nacional de Puebla han coincidido en algunos calificativos para explicar los resultados electorales. La más reciente, Mónica Rodríguez Della Vecchia ha dicho sin tapujos: el partido se desdibujó, perdió identidad y dejó de ser oposición.

Otros que la antecedieron en la crítica simplemente califican el tema como que el PAN y el PRI se olvidaron del pueblo.

En el fondo ambas críticas tienen mucha razón y coincidencias.

El modelo panista local fue producto primero de la alianza entre militantes del partido y grupos de poder empresariales, no siempre los dueños del capital, pero si los funcionarios de los cuerpos intermedios que sirvieron como plataforma.

El modelo panista entre 2011 y 2014 y en los últimos casi tres años tiene un común denominador, dependió de su relación con la iniciativa privada, benefició el acercamiento con los cuerpos intermedios y simplemente se olvidó del pueblo.

Quizá ahí estriba el principal error del grupo panista local, aún en el poder, no se abrió a la sociedad en pleno, privilegió a los grupos de cámaras y asociados de colegios y cofradías afines.

Y no debe considerarse extraño, los anteriores presidentes municipales de la capital hicieron lo mismo, privilegiaron los negocios y las componendas de grupos derivados del apoyo para campañas y la creación o formación de los nuevos capitales, los de los políticos, que se convirtieron en empresarios, o viceversa, los empresarios se metieron a políticos.

Y no hay que ir muy lejos, recuérdese el caso de Mario Marín y abónense los nombres de los empresarios cercanos en su trienio, Ricardo Henaine, Kamel Nacif, y las gestiones de Javier García Ramírez con los constructores de la época, ampliamente beneficiados a cambio del diezmo, que pasó, algunos lo denunciaron, del 10 al 30 por ciento.

El ejercicio del gobierno municipal siempre ha sido parte fundamental de permitir que la ciudad, el municipio, siga siendo un gran negocio, donde unos ganan, otros pierden, y el pueblo es el producto manipulable para conseguir sus fines.

Un claro ejemplo se ha vivido los últimos días en la ciudad capital a propósito del gran negocio de hacer chiles en nogada.

En el primer periodo como Presidente Municipal de Eduardo Rivera Pérez surgió la genial idea de contratar a un despacho internacional para “calificar” a los restaurantes poblanos y presentarlos como los únicos, aceptados por el gobierno, en cumplir los requisitos de ofrecer comida regional o gourmet.

El esfuerzo no fue bien recibido por el gremio, pues la calificación quedó en manos de gente extraña y principalmente porque el gobierno municipal era el que convocaba y el que promovía.

Obvio resultó quiénes fueron beneficiados, solo los afiliados a determinada cámara.

Los siguientes presidentes municipales olvidaron el concepto de “Mesas Poblanas” y coloquialmente se referían a ellas como “mesas puebleanas”, causando ironía en el concepto.

El caso es que hace unos días Alejandro Cañedo a nombre del Gobierno de la Ciudad presentó un folleto bajo el mismo título, Mesas Poblanas, donde se inscribe un número de establecimientos “garantes” de la calidad del famoso platillo imperial, ahora masificado.

El revuelo fue inmediato, ¿quién, quiénes, fueron los jurados, quiénes los especialistas en gastronomía y cocina regional que redactaron la lista?

En otros países, donde se respeta a la iniciativa privada y no se manipula el arte de la comida, son los propios cuerpos intermedios o los académicos, investigadores, periodistas especializados, quienes elaboran la crítica y los medios de comunicación el vehículo de divulgación.

Pero en Puebla la cofradía de dueños de establecimientos transformadores de comida tiene la batuta, y el gobierno municipal se ha prestado, como en otros asuntos, a un tema de complicidad, porque si realmente les interesaba la gastronomía, hubieran procedido simplemente del lado del comensal, es decir, del lado del pueblo.

O por lo menos, así me lo parece.

losperiodistas.com.mx@gmail.com

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