#PorSoleares | Abortar el debate en Puebla Capital una clara muestra del desprecio a los electores

Por Jesús Manuel Hernández

En el pasado tricolor los aspirantes a gobernar la Ciudad de Puebla rechazaban el debate con la oposición, en algunos casos el criterio impuesto era, que al “condescender” con el adversario era subirlo en imagen y preferencias, luego entonces, para qué arriesgarse, y se daba el portazo a cualquier invitación a debatir.

En algunos casos se accedía a charlar frente a un reducido auditorio a manera de “perdonavidas” de hacer un favor al opositor para darle un poco de aire a sabiendas de su derrota.

Quizá el primer debate en radio lo haya organizado Enrique Montero Ponce cuando Guillermo Pacheco Pulido aceptó “debatir” con Paco Fraile por espacio de una hora y donde “Memo” lució toda su capacidad oratoria.

El tema viene a la memoria por el anuncio del IEE de abortar el debate entre aspirantes a la Presidencia Municipal de la Capital del Estado de Puebla, una ciudad de 1 millón 700 mil habitantes, deseosos de elegir a su Presidente Municipal.

Dos figuras aparecen confrontadas, Mario Riestra Piña y José “Pepe” Chedraui Budib, una especie pensada en extinción, ésta de carear a ”españoles contra libaneses”, como cuando en el fútbol de la ciudad se confrontaban el Líbano y el Ultra, Tony  Abraham contra Manolo Piñeiro, tiempos idos.

Riestra promovió el debate ante el órgano electoral y Pepe Chedraui lo evadió, quizá por que lo siente innecesario o porque sus asesores le aconsejaron no ponerse enfrente, más bien cuidar la plaza, guardarse, no balconearse, ser dueño de su silencio o esclavo de sus palabras, una especie muy de moda cuando el intelecto no se comprueba en los hechos y se busca, entre otras cosas, “la entrevista a modo” donde el político brille y el reportero se humille.

El acto político del debate es sin duda la piedra de toque de las discusiones serias de cara al electorado desde donde se puede construir un mejor gobierno.

En un debate se muestran las aptitudes, se analizan las actitudes, se valoran las fortalezas y se enseñan las vergüenzas, y quizá en este escenario es que el candidato de Morena haya preferido no responder a la invitación argumentando “guerra sucia” y otras fechorías.

Pero el respetable, el electorado, la sociedad, esperaba ver cómo se medían los tamaños quienes quieren gobernarnos.

No debatir es ni más ni menos que antipolítico, es como si un ingeniero construyera una casa sin cimientos, cómo saber las capacidades de cada uno si no hay voluntad, disposición por medirse frente a frente.

En resumen, quien no debate envía una clara señal de desprecio a los electores y a la democracia.

O por lo menos, así me lo parece.

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