Ha sido directora de la Orchestre de Paris, la London Philharmonic Orchestra, la Tonhalle-Orchester Zürich y la Berlin RadioSymphony Orchestra. En mayo visitará Madrid para presidir la Orquesta Nacional de España.

IANKO LÓPEZ / VANITY FAIR

Que te pongan el nombre de un ave cantora para terminar dedicándote a la música es una profecía autocumplida, o se le parece mucho. La directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra (Nueva York, 40 años) dice que su padre y su madre se disputan la ocurrencia. “A quién se le ocurrió de verdad llamarme Alondra es uno de esos misterios que nunca sabré”, me cuenta. “Pero al buscar su etimología descubrí que significa la que suena, y eso me gusta, porque es a lo que me dedico, a sonar. Aunque no cante”. De niña la dirección de orquesta le parecía una opción lejana en un mundo hecho a medida de hombres europeos, y hoy es una de las pocas mujeres de su profesión con reconocimiento mundial. En mayo viajará a Madrid para dirigir a la Orquesta Nacional de España en una serie de conciertos que incluirán el Homenaje a García Lorca de su compatriota Silvestre Revueltas.

A lo largo de su carrera ha estado al frente de un centenar de las orquestas más prestigiosas del mundo, como la Orchestre de Paris, la London Philharmonic Orchestra, la Tonhalle-Orchester Zürich, o la Berlin RadioSymphony Orchestra. Actualmente vive en la capital alemana, después de tres años como directora musical de la Orquesta Sinfónica de Queensland, con lo que fue la primera directora de una orquesta australiana. Que disfruta con lo que hace resulta evidente viéndola en acción durante sus ensayos. Lo que no impide que se tome muy en serio su desempeño profesional, con el que se muestra muy comprometida. Aunque no sea este su único compromiso, como también quiere dejar muy claro.

Preparando esta entrevista he pensado mucho en el arquetipo del director de orquesta como figura de poder. Es el líder de un equipo al que sin embargo aparece literalmente enfrentado, incluso con una cierta distancia física. Casi como un dios severo y distante.
Eso es muy interesante porque creo que es una imagen resultado de lo que eran los directores de orquesta cuando éramos pequeños. Lo que yo veía entonces no tenía nada que ver conmigo. Yo era una niña mexicana, y ellos eran todos hombres adultos y europeos. Así que siempre tuve problemas con esa figura. Cuando veía a los directores moverse y personificar al líder ensimismado, superior a los demás, me preguntaba qué tenía que ver eso con la música, que es algo tan hermoso. Así que notaba una desconexión. Aunque dentro de esos moldes a veces sí había momentos muy reales, cuando veías a esos grandes directores expresar algo, y esos eran los que me parecían interesantes.

¿De dónde vino su vocación, entonces?
Del lado de la imaginación, de los personajes y la música. Por ejemplo de niña, escuchando los conciertos, siempre me daba cuenta de los errores, los que desafinaban o estaban descuadrados, y eso me parecía fascinante. De ahí viene mi despertar.

Lo que nos lleva a una pregunta inevitable, que en el fondo quizá ya esté respondida. ¿Por qué hay tan pocas mujeres directoras de orquesta, al menos que sean conocidas?
Primero, porque durante muchos años no era ni aceptable pensar que una mujer podía ser director de orquesta. Yo hasta escuché: “¿Tú? Por qué quieres dedicarte a esto, si eres mujer?”. Pero después se han abierto las oportunidades, y hay muchas más mujeres que quieren serlo. Entonces no había tantas, y antes aún menos. Igual que candidatas a la presidencia del país o pilotos. Tiene que ver con que simplemente la idea misma es anulada. Eso está cambiando mucho, ya hay muchas mujeres que tienen esa idea.

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Y una vez que usted la tuvo, ¿encontró especiales dificultades para llevarla a cabo precisamente por ser mujer?
Yo creo que es una carrera sumamente difícil para cualquiera, hombres y mujeres. Constantemente te tienes que caer y levantar. Es difícil separar qué cosas son por ser mujer y qué cosas por el clima general. Yo lo que estoy es muy contenta de poder vivir de mi profesión, que amo.

Usted fue una de las firmantes de una carta dirigida al presidente de México reclamando que se proteja a las mujeres, y se ha expresado sobre cuestiones sociales, como el feminicidio y otras. Sin embargo, de los artistas de la música clásica no suele esperarse que tengan esa voz respecto a cuestiones políticas o sociales, sino que lleguen, toquen, reciban los aplausos y se vayan. ¿No está de acuerdo con esa exigencia?
Los artistas hemos sido los que durante la historia de la Humanidad hemos marcado los tiempos, hemos cambiado la manera de pensar de la gente. Si piensas qué pasó en cada momento, ahí están siempre los grandes pintores o músicos. Pensar que cuando pasan cosas graves no estamos en la conversación es absurdo, quiero pensar que es justo al revés. Porque trabajamos con sensibilidades, con todo lo bueno y lo malo del ser humano.

Es usted mexicana, pero nació en Nueva York. ¿Percibe esa doble filiación como una riqueza? ¿La ha marcado de alguna manera?
Sí, sin duda. Poco después de nacer ya fui a México, y luego viví en Nueva York 11 años que fueron importantísimos en mi desarrollo como persona, de los 19 a los 30. En ese tiempo me hice adulta, música, profesional, fundé mi orquesta, realmente esos años fueron fundamentales en quién soy. Tanto como los anteriores en México. Sin duda hay una gran influencia en ser norteamericana, de lo cual estoy muy contenta. Y ahora que vivo en Alemania me estoy adaptando a manera de ser y pensar de acá. Esa capacidad camaleónica me gusta, porque aprendo y observo diferentes maneras de ver el mundo. Porque aunque parezca una generalización hay idiosincrasias, eso es un hecho.

¿Cree que es un error que se considere poco seria cualquier postura que cuestione la supuesta solemnidad de la música clásica?
Creo que ha habido una cara de seriedad que se le ha puesto a la música clásica que en muchos casos es innecesaria y… [pausa]… ¿Cómo lo puedo llamar? Cuando una música es seria lo es, cuando es divertida es divertida, y también puede ser una mezcla de todo eso. El director debe ser un espejo de lo que es la música. En ella se plasman concepciones de todo tipo, y los directores debemos tener el rango para poder transmitir todas esas sensaciones.

¿Cree entonces que es necesario desacralizar este tipo de música?
Ha habido una interpretación errónea de lo que es la música clásica o de concierto en últimos 100 años o más. Comenzó siendo una música popular que venía de las raíces del folklore. Por ejemplo, los lieder de Schubert eran canciones para ser cantadas en salones de casas con amigos, para la cotidianeidad. En vida de Schubert nunca se cantó un lieder en un escenario. Mahler insertó canciones populares enteras dentro de sus sinfonías, música judía, música gitana, húngara, toda mezclada en ese collage. DvorakBartokChaikovski con música rusa… Y llegas al siglo XX y aparece Gershwin, que agarra los espirituales y el jazz y esto se enfatiza. Y los latinoamericanos también tienen esa semilla en su obra. La música popular es la raíz de toda la música clásica, ahí estaba y sigue estando. Pero a partir de cierto momento se vuelve algo de élite y que diferencia a los que saben y pueden pagar de los que no. Entonces se convierte en un ritual. Al mismo tiempo aparecen los medios técnicos, los cables y altavoces que amplifican las habilidades humanas y permiten que un cantante actúe ante 300.000 personas en lugar de ante 3.000. Y todo lo que sea más cerradito empieza a parecer como “a la antigua”. Es el mercadeo de esa música es lo que está mal, no la música en sí, que es genial.

Por ejemplo, usted ha dirigido una presentación orquestal en vivo de la película West Side Story en el Auditorio Nacional de México. Lo que habla de su interés por difuminar esas fronteras.
Lo que yo hago, y han hecho muchos antes que yo, es no ver esas líneas, esos cajones, porque la música fluye de un lado a otro. Pasa incluso con los Beatles: si analizas Abbey Road, es una pieza espectacular que merece estar en los conciertos de música seria. Si Schubert era para las salas de casa y ahora está en salas de conciertos, ¿por qué no poner ahora allí a George Harrison? El problema no es la materia, sino la envoltura. La etiqueta que le ponemos.

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¿Es cierto que considera a Leonard Bernstein, autor de la música de West Side Story, como un modelo a seguir?
No es que lo considere como un modelo. Uno no es nadie salvo quien es. Y eso es importante transmitirlo a las siguientes generaciones, que nunca serás como esa persona porque no lo eres. Lo que me gusta de Bernstein es que era capaz de ser un gran comunicador, director, maestro, pianista, y podía pasar por esas facetas sin importarle lo que pensaran de él. Me parece una persona fascinante y lo admiro muchísimo. Ahora estoy trabajando también en proyectos escénicos que me interesan mucho, donde estoy escribiendo, produciendo o dirigiendo la escena. Y busco otra manera de presentar la música sinfónica, nuevos lenguajes para hacerlo. Así que me pongo diferentes gorros, como decimos en México. Lo que me interesa es ser parte de los equipos creativos que crean una obra de arte, y dentro de eso está el director de orquesta.

¿Aspira a ser más que una directora de orquesta, entonces?
No soy simplemente director de orquesta. Si me preguntas si lo soy te digo que sí, pero también soy muchas otras cosas. Este es un lenguaje para ser creativa, pero también lo soy escribiendo un script, convocando, creando un festival, uniendo distintos talentos. La idea de que si eres director de orquesta no eres más que esos a mí no “me queda”.

¿Qué proyectos tiene en ese sentido? ¿Va a continuar con La Orquesta Imposible, el proyecto en el que el pasado verano reunió músicos de todo el mundo para ayudar a las personas que habían sufrido las consecuencias de la covid-19?
La Orquesta Imposible va a continuar. Estamos a punto de anunciar algo muy emocionante para este verano, que no te puedo contar pero que saldrá pronto. La idea es atender a esos problemas globales desde la perspectiva de la música clásica para generar conciencia y recaudar fondos mandando un mensaje de paz al mundo, que tanto lo necesita.

¿Y qué es lo que sí me puede contar?
Estoy cerrando un festival de música y danza en México, y también otro proyecto con mi colega Gabriela Muñoz, que es clown, un proyecto escénico en el que llevamos cinco años trabajando. Y otro con el violinista Guy Braunstein, y conciertos con muchas orquestas en Europa, como la Orquesta de Montecarlo en junio. Tenía muchos otros, pero muchos se han cancelado por la pandemia, así que es muy difícil hablar de proyectos ahora.

Ya que lo dice, la música y la cultura en general se han considerado un alivio para estos tiempos tan difíciles, pero al mismo tiempo, por su capacidad para reunir físicamente al público, se perciben como un peligro potencial que se ha gestionado de manera distinta en cada país. En muchos lugares los teatros y salas de conciertos han permanecido cerrados. ¿Cómo vive usted esta dualidad?
Yo tengo todo el deseo de que haya música y conciertos y reactivar esta actividad. Pero francamente no son decisiones que nos toquen a nosotros. Sobre salud, qué puedo opinar yo, a no ser que sea entre mis amigos, si no soy doctor ni tengo las estadísticas. Lo que nos toca es seguir las reglas que nos digan los líderes. Y es mejor que sean demasiado cuidados que al revés, porque estamos hablando de vidas humanas.

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Fuente: https://www.revistavanityfair.es/cultura/articulos/alondra-de-la-parra-directora-orquesta-entrevista/49858

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