Colección Resort 2025
El impresionante Museo Anahuacalli podría haber eclipsado la última colección de Wes Gordon para la casa. En cambio, le dio vida.
Raquel Fernández Sobrín / Magazine / La Vanguardia
Pasan diez minutos de las seis y cae el sol en el Museo Anahuacalli de Ciudad de México, la fortaleza de piedra volcánica ideada por Diego Rivera en homenaje al arte prehispánico que, con sus jardines de cactus y su arquitectura austera, evoca la atmósfera de una cripta monumental.
Los rostros de Karlie Kloss, Karolina Kurkova o Naty Abascal se tiñen de tonos que van del naranja más suave al rojo más saturado mientras siguen el baile de looks de la colección Resort 2025 de Carolina Herrera firmada por Wes Gordon. Para el común de los mortales, “resort” es un lugar de vacaciones. Para la industria de la moda, Resort es una de las cuatro temporadas en que se divide el año y la oportunidad de celebrar un desfile al margen del barullo de las semanas de la moda. En otras palabras: una gran ocasión para atrapar y mantener la atención de los presentes y de quienes observan a través de sus pantallas.
El evento es la culminación de tres días en los que la firma del Grupo Puig, que salió a Bolsa en mayo y que la semana pasada hizo público que en el tercer trimestre de este año facturó un 12% más que en 2023, ha paseado, agasajado y entretenido a decenas de invitados entre los que se encuentran influencers, clientas y celebrities, y presentado la colección que justifica la presencia de todos en el continente americano.
“Los códigos que celebro en Herrera son el color, el optimismo, la alegría de vivir. Ciudad de México encarna todas esas ideas”, comentó Gordon en una entrevista el día anterior al desfile. “Culturalmente está en el epicentro de todas las conversaciones, ya sean sobre arquitectura, arte, cine, moda, cocina… la energía creativa aquí es enorme”.
Los códigos que celebro en Herrera son el color, el optimismo, la alegría de vivir. Ciudad de México encarna todas esas ideas”
Wes GordonDiseñador de Carolina Herrera
El diseñador transformó todas esas influencias en tonos dramáticos y estructuras teatrales. “El color es el primer paso en mi proceso de diseño, y no puedo pensar en una ciudad que represente más el color que esta”. Sus rosas, naranjas, verdes o azules estaban tratados con una intensidad inusual.
La moda es creatividad, pero también son números. A nivel negocio, la apuesta por Ciudad de México responde a una estrategia lógica, ya que la casa goza de un público sólido y en constante expansión en el país. “Este es un mercado extraordinario para Herrera”, explica Gordon antes de señalar que sus perfumes se encuentran entre los más vendidos. “Tenemos CH, gafas, belleza y Carolina Herrera New York. Todas funcionan y gustan aquí”. Tal vez por eso también han aprovechado para probar la fórmula see now, buy now; que pone a disposición las prendas para compra inmediata tras la presentación (“Estos desfiles generan mucho entusiasmo y energía, así que pensamos que sería bueno aportar una gratificación instantánea: el público puede ver algo que le genera una reacción emocional y conseguirlo sin tener que esperar tres o cuatro meses”) y para introducir una línea de prendas en denim en colaboración con Frame.
Quien solo está de paso en un destino corre el riesgo de quedarse en la superficie, de ser sólo turista y nunca viajero. Para evitarlo y de la mano de la Secretaría de Cultura de México, Gordon contó con las habilidades de cuatro artesanas de distintos puntos del país. Los bordados sobre algodón fueron obra de la maestra Nähñu María de los Ángeles Licona San Juan, los realizados sobre encaje de Virginia Verónica Arce Arce; las piezas de cerámica convertidas en pendientes o botones producto del saber hacer de Jacqueline España y las joyas pintadas a mano tenían el sello de Araceli Nibra Matadamas, que utiliza elementos naturales como judías y plantas marinas para crear sus tintes. “Colaborar con ellas fue un honor”, afirmó el director creativo de Herrera. “Permitió que la historia que estamos contando sea más rica y esté más arraigada en la cultura mexicana”.
También le permitió encontrar el equilibrio entre los códigos de Herrera y una sensibilidad conectada con el país sin tropezar con tópicos. Por su construcción y el tacto con el que se han creado las piezas se sostienen por sí mismas. El museo, con su impronta monumental y su carga histórica, puso el lazo al conjunto.