En otro de los países más ricos y estables del mundo, como es Australia, se podría establecer un vínculo entre la prosperidad y el aniquilamiento de su población indígena por los anglosajones
LIBERTAD DIGITAL
Uno de los debates más habituales en las Américas es por qué Estados Unidos y Canadá son ricos, mientras que México y Perú, suministradores de plata a todo el mundo entre los siglos XVI y XVIII, son ahora pobres.
En la época de los nacionalismos y de la supremacía ‘nórdica’ sobre los latinos, fuesen franceses, españoles o venezolanos, los universitarios y los publicistas la atribuían a la religión y al elemento racial. Los anglosajones y germanos eran rubios, altos y con más cerebro; los otros, bajos, perezosos, oscuros y lujuriosos. También fue la época en que se debatía la eugenesia y se aceptaba el darwinismo social.
Y si los indígenas ya eran indolentes de por sí, el catolicismo aumentaba esa vagancia, ya que, a diferencia de las distintas formas de protestantismo, condenaba el trabajo, la prosperidad y hasta la honradez. El último a quien le leí semejante estupidez fue un banquero español, que atribuía la rampante corrupción en nuestro país a la Iglesia y al franquismo, régimen bajo el cual él y su familia se hicieron de oro… supongo que de manera honradísima. A él le condenaron los tribunales españoles por la exportación ilegal de una obra de arte colgada en su yate y por defraudar a Hacienda un millón de euros para comprarse un avión privado.
La esclavitud, mancha para Estados Unidos
Ahora lo ha dicho uno de los galardonados con el premio Nobel de Economía de este año, el profesor de la Universidad de Chicago James A. Robinson:
«Nuestra investigación muestra que la pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo, la explotación de los indígenas y la existencia de la esclavitud.»
Es verdad que cuando se sabe que en el sexenio de López Obrador como presidente de México se han cometido más de 188.000 homicidios y que los mexicanos han votado a su protegida Claudia Sheinbaum como sucesora, uno puede pensar que al menos al sur de río Grande viven muchos idiotas. Sin embargo, luego piensa en Kamala Harris, a la que votarán casi unánimemente los claustros de Harvard, Yale, Berkeley y Chicago, y en los cientos de miles de personas cuya vida ha sido destruida por el fentanilo, y entonces concluye que la realidad es más compleja de lo que dice Robinson.
¿Es que en Estados Unidos no se mantenía la esclavitud cuando la habían abolido las repúblicas hispanoamericanas? Uno de los motivos de la escisión de Texas fue el deseo de los colonos anglosajones en mantener sus esclavos. Y el enfrentamiento sobre la esclavitud y el modelo económico causó la mayor conmoción que ha sufrido Estados Unidos, que fue la guerra de Secesión (1861-1865).
Los perjuicios de la esclavitud en el Sur se notaron durante décadas después de la abolición y la guerra. Los antiguos estados que formaron la Confederación siguieron siendo los más pobres del país, sobre todo el Deep South (Alabama, Misisipí, Luisiana, Georgia, Arkansas y Carolina del Sur) hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando por fin se eliminaron las leyes racistas establecidas por las asambleas estatales.
A fin de no romper su modo de vida, basado en la discriminación racial y preservado gracias a un régimen de partido único (que era el demócrata), las oligarquías sureñas se opusieron a la industrialización y prefirieron mantener la pobreza de sus poblaciones.
Exterminio de los nativos
En otro de los países más ricos y estables del mundo, como es Australia, se podría establecer un vínculo entre la prosperidad y el aniquilamiento de su población indígena por los anglosajones y hasta su sustitución por delincuentes. Hoy nadie se atrevería a proponer esos genocidios, aunque era un debate público hasta la Segunda Guerra Mundial y lo aprobaban incluso muchos comunistas.
Como recuerdo en Eso no estaba en mi libro de Historia del Imperio español, las colonias penales de Australia recibieron más de 160.000 convictos, tanto varones como mujeres, entre 1788 y 1868, cuando se abolió este castigo, mientras que a las provincias americanas de España, entre el siglo XVI y 1800 no se deportó más que a una sola persona: Fernando Valenzuela, valido de Carlos II.
En las décadas precedentes a la guerra civil, Estados Unidos vivió un período de enorme expansión territorial gracias la compra de La Luisiana a Napoleón y de La Florida a Fernando VII, las deportaciones de las tribus indias a los desiertos interiores y la guerra de agresión a México, acompañado de la recepción de millones de inmigrantes europeos y, en mucha menor medida, chinos y japoneses. Las dos guerras mundiales no afectaron al país e impulsaron su industria.
Muestra de esa institucionalidad alabada por Robinson es la celebración de las elecciones presidenciales en la guerra civil (1864) y en la Segunda Guerra Mundial (1944). Los negros y los nativos quedaron excluidos de ella hasta entrado el siglo XX. En 1924, el presidente republicano Calvin Coolidge promulgó la Ley de Ciudadanía India, que concedía a los indios el derecho de voto en las elecciones y el derecho de propiedad individual. El trato que dieron los educados y elegantes anglosajones a los pueblos indígenas que se encontraron en Estados Unidos fue muy similar al que les dieron los gobiernos de las repúblicas de México y Argentina.
Cuando EEUU llevaba la guerra a sus vecinos
Uno de los principales factores de creación de caos y miseria en los países hispanoamericanos han sido las agresiones militares exteriores. Primero, por parte de las potencias europeas, como Francia, que invadió México dos veces en el siglo XIX; y ya en el siglo XX, por parte de Estados Unidos. El presidente Woodrow Wilson (1913-1921), partidario de expandir la democracia, aprobó el despliegue de tropas en México, Honduras, Nicaragua, Haití, Panamá, República Dominicana y Cuba. Estados Unidos, desde la guerra de 1812 contra el Reino Unido, no ha sufrido ninguna invasión, hecho que sin duda ha ayudado en su progreso.
Los grupos guerrilleros de extrema izquierda, amparados por la URSS y su peón cubano, causaron docenas de miles de muertos y, en respuesta, golpes de estado en Argentina, Uruguay y otros países, respaldados por Washington.
Veamos una corta lista de desgracias nacionales. Bolivia, uno de los más desdichados países de Hispanoamérica, perdió más de la mitad de su territorio en los ochenta años posteriores a su independencia, incluida su costa de 400 kilómetros en el Pacífico. En toda su vida como Estado independiente desde 1826 ha tenido diecinueve constituciones y sesenta y siete presidentes. México ha tenido sesenta y seis presidentes y dos emperadores, aparte de varias regencias y presidencias colectivas. Al menos cuatro de esos presidentes fueron informadores de la CIA. Paraguay estuvo a punto de desaparecer al ser casi exterminada su población masculina en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). A Colombia, Estados Unidos le amputó Panamá para construir el canal.
Lo innegable es que en 1800 los virreinatos hispanos en América, sobre todo Nueva España, eran más ricos y pacíficos que la mayoría de los reinos europeos y hasta los Estados Unidos de entonces, que precisaban de los reales de a ocho españoles para mantener en marcha su economía. Las causas del empobrecimiento posterior se hallan en las guerras entre las nuevas repúblicas y las civiles permanentes (como las que hubo en España en el XIX), en la injerencia de potencias extranjeras comprando políticos y promoviendo asonadas y en la incompetencia de unas oligarquías que se conformaban con explotar recursos minerales, como el guano, el petróleo o la plata, y luego el café, el trigo o la carne, sin ningún interés por industrializar sus países.
Los Somoza de Nicaragua y los Castro de Cuba son dos ejemplos de esas élites repugnantes que han tratado a sus pueblos como activos que hipotecaban a sus protectores a cambio de protección y hasta de técnicos en represión.
Señalar a la colonización española, lo hagan los profesores de las universidades estadounidenses como Robinson o bien los políticos mexicanos como Sheinbaum, es una manera de ocultar a los verdaderos responsables. ¡Antes los lectores de Marx y de Fanon, antes los guerrilleros y generalitos, antes los empresarios prebendarios, que Hernán Cortés y Francisco Pizarro, que esos sí que fueron emprendedores envidiados en todo el mundo! Tan envidiados que 500 años después de su muerte se les sigue denigrando.