Provocadas por la estela del cometa Swift-Tuttle, en su momento de máxima intensidad rondan los 60 o 70 fogonazos por minuto
Daniel Mediavilla / El País
La lluvia de estrellas más popular y una de las más intensas del año ya está aquí. Como cada agosto, la órbita de la Tierra alrededor del Sol coincide con los fragmentos del Swift-Tuttle, descubierto en 1862 por los astrónomos Lewis Swift y Horace Tuttle; un cometa de 27 kilómetros de diámetro que completa una vuelta al Sol cada 133 años.
Entonces los residuos de polvo y hielo, producto del último paso del cometa sobre los planetas interiores del Sistema Solar, se proyectan en la atmósfera dando lugar a meteoros que recorren el cielo nocturno fugazmente en cualquier dirección antes de desaparecer.
Las Perseidas y las Gemínidas, que se pueden ver en diciembre, son las lluvias más abundantes del año, pero hay otras que también son interesantes. En julio llegan las Alfa Capricórnidas, que producen muy pocos meteoros, pero que son especialmente brillantes; las Oriónidas, en octubre, que son hijas del famoso cometa Haley; o las Leónidas, en noviembre, que se intensificarán cuando el cometa que las produce nos visite en 2030.
A unos 59 kilómetros por segundo, la velocidad de los fragmentos incandescentes es tal, que la mejor recomendación para disfrutarlos es encontrar un sitio cómodo donde sea posible mirar la mayor parte de la bóveda celeste. Mientras más amplitud de campo visual, será posible captar más meteoros.
Con información de: El País