Por Fernando Manzanilla Prieto
El cambio climático es una realidad ineludible que está transformando los patrones climáticos en todo el mundo y de los cuales ni nuestro país, ni nuestro estado, han estado exentos.
Precisamente, la semana pasada, la capital poblana fue escenario de lluvias y granizadas atípicas que afectaron varias colonias de manera considerable, no sólo porque el agua alcanzó en algunos lugares el metro de altura, sino que, además en colonias como la Francisco I. Madero, el granizo formó una intensa e impresionante cama de hielo.
Casas y vehículos inundados, espectaculares y árboles caídos, vialidades intransitables, son algunos de los estragos que dejaron estos fenómenos que no solo afectan la vida cotidiana de los poblanos, sino que también tienen repercusiones económicas y ambientales significativas.
Estos eventos no solo son inusuales por su intensidad, sino también por su frecuencia creciente. Históricamente, Puebla ha tenido un clima más estable, pero los sucesos recientes han generado preocupación, ya que son indicativos de una alteración significativa en los patrones climáticos, muchas veces asociados con el calentamiento global.
Recordemos que el cambio climático, impulsado principalmente por las actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y la deforestación, ha provocado un aumento en la temperatura promedio global. Este calentamiento tiene efectos directos e indirectos sobre los patrones climáticos. Una atmósfera más cálida puede retener más humedad, lo que a su vez puede resultar en lluvias más intensas y prolongadas.
Además, el cambio climático está alterando las corrientes en chorro y otros patrones atmosféricos que influyen en el clima regional. Estas alteraciones pueden llevar a un aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como las lluvias y granizadas atípicas observadas en Puebla.
En términos económicos, los daños a la infraestructura representan un costo significativo. En el ámbito social, estos eventos también pueden llevar a desplazamientos temporales de personas y afectar la salud pública. Las inundaciones contaminan las fuentes de agua y propiciar la propagación de enfermedades. Asimismo, la reconstrucción y reparación de daños imponen una carga adicional sobre los recursos locales y gubernamentales.
Desde un punto de vista ambiental, también causan la erosión del suelo, pérdida de biodiversidad y alteran los ecosistemas locales. Estos cambios pueden tener efectos a largo plazo, dificultando la recuperación de la región y su resiliencia frente a futuros eventos climáticos.
Para enfrentar estos desafíos, es crucial implementar estrategias de adaptación y mitigación. Las medidas de adaptación pueden incluir mejoras en la infraestructura para hacerla más resistente a eventos climáticos extremos, como la construcción de sistemas de drenaje eficientes y la utilización de materiales de construcción más duraderos.
En términos de mitigación, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es esencial para limitar el alcance del cambio climático. Esto implica una transición hacia fuentes de energía renovable, la promoción de la eficiencia energética y la reforestación. A nivel local, iniciativas como el aumento de áreas verdes urbanas y la promoción del transporte sostenible pueden contribuir a la mitigación del cambio climático.
Abordar estos retos requiere un enfoque multifacético que incluya tanto medidas de adaptación como de mitigación. Solo a través de una acción coordinada y sostenida podremos enfrentar las consecuencias del cambio climático y proteger a las comunidades y el entorno natural de la capital y de todo el estado.