Una unidad rusa y otra de chechenos entraron casa por casa buscando “nazis” a los que matar. Las tropas ocupantes quemaron cuerpos de mujeres, torturaron y asesinaron en masa

Las manos atadas de uno de los hombres ejecutados en Bucha. Vadim Ghirda AP

ALBERTO ROJAS / Leópolis / EL MUNDO

El día 27 de febrero a las 12:57, Nicholas Drummond, ex militar británico, escribe en su cuenta de Twitter: “Un amigo ucraniano que vive en Kiev acaba de mandarme un mensaje para decirme que los soldados rusos en Bucha están entrando en las casas de los civiles y disparando a cualquiera que encuentran dentro. Miles de personas inocentes están atrapadas en la ciudad sin salida”. Ha comenzado la matanza de Bucha. Durará semanas. Ésta es la reconstrucción a partir del testimonio de sus numerosos testigos.https://omny.fm/shows/el-mundo-al-dia/atrocidades-en-bucha-es-lo-m-s-duro-que-he-visto-n/embed

Tres horas antes, a las 10:00, Tetiana Pomazanko, de 56 años, piensa que los que acceden al pueblo son las unidades de combate ucranianas y sale a la puerta exterior de su casa para comprobarlo. Los rusos disparan una ráfaga de ametralladora contra ella, que muere en el acto. Algunas balas agujerean la madera que bordea la parcela. Su madre, de 76 años, esconde por la noche su pequeño cuerpo sin vida en el jardín, tapado con un plástico y dos tablones, pero con los pies sobresaliendo de su tumba improvisada calzados con dos zapatillas de plástico gris.

Ese primer día de invasión de Bucha, los soldados rusos disparan contra la fachada de una guardería en la que se esconden 20 niños. Disparan también a la gente que acude al hospital a pedir ayuda. Varios civiles tratan de salir en sus propios coches tras escuchar los disparos o verlos desde sus propias casas. Algunos conductores son masacrados sin llegar a arrancar junto a sus ocupantes. Sus cuerpos quedan dentro de sus vehículos y tirados junto a las puertas abiertas. Dos vehículos consiguen salir por una de las calles hasta la carretera a Irpín. En la salida hacia la autovía, un tanque comienza a dispararles. Uno de los conductores sale del coche con las manos en alto y es abatido segundos después, igual que los integrantes del otro vehículo.

Tras ese primer día, los rusos van reuniendo en un sótano de un centro médico a los hombres que van encontrando en las casas. Para sacarles información los atan a una pared, los torturan, los mutilan, les quiebran los dedos y les electrocutan. Tres semanas después los ucranianos encontrarán 18 cuerpos sin vida, incluyendo niños de 14 años. Una mujer de Bucha reconocerá el día 13 a su marido entre los muertos por los zapatos y los pantalones que llevaba, pero no por su rostro, desfigurado y con un disparo en la misma cara.

Alguno de estos coches llenos de agujeros de bala, con sus ocupantes muertos dentro, será aplastado por tanques el día 3, cuando llega una columna blindada de refuerzo, y justo antes de que sea aniquilada desde el aire por drones ucranianos Bayraktar.

El día 5 de marzo, Irina Abramova, vecina de Bucha de 48 años, ve cómo los rusos llegan, casa por casa, buscando hombres en edad de combatir, sin importarles que fueran civiles. Su marido Oleg sale con las manos en alto y les dice que no es militar. “¿Dónde están los nazis?”, van preguntando los invasores, que comienzan a quemar su casa. Cuando él trata de apagar el fuego provocado por los rusos, le quitan el jersey de un tirón y le disparan por la espalda frente a Irina. Las tropas rusas le prohíben a ella retirar el cadáver, que permanece sobre el asfalto durante semanas desnudo de cintura para arriba. Hacen una pintada en una fachada: “Esto os pasa por querer ser de la OTAN”.

Ese mismo día, Lariso Savenko ve como una tanqueta rusa aparca frente a su casa. Cinco soldados rusos entran a patadas y los echan de su casa junto a su mujer, su hijo, sus perros y gatos. “Tenéis suerte de que seamos nosotros. Otros compañeros ya os hubieran matado”. Pasan dos noches durmiendo en el garaje mientras los rusos ocupan su vivienda y la saquean. Desde su nuevo refugio escuchan tiros durante horas en la ciudad.

Los rusos tratan de quemar los cuerpos de tres mujeres asesinadas y rapadas a la entrada de un parque, bajo unos árboles. Sus cadáveres tampoco serán retirados hasta que se los encuentren las tropas ucranianas mucho después.

Bucha
Un cuerpo carbonizado en Bucha.Rodrigo Abd AP

Poco a poco, casa por casa, los rusos van haciéndose con teléfonos y ordenadores de los residentes, para mantenerlos incomunicados y que no puedan compartir esas imágenes o testimonios con nadie. El señor Davidovych ve desde su casa a los soldados rusos. Unos muy jóvenes, otros que pasan de 40 años. Algunos llevan la cinta de San Jorge (unidades regulares rusas) y pertenecen a la unidad 51460, comandada por el teniente coronel Azatbek Asanbekovich Omurbekov con base en la ciudad rusa de Jabarovsk, y a la 64 brigada motorizada. Otros van vestidos de negro, se han dejado barba y tienen acento checheno, o sea, paramilitares de Kadirov.

Svetlana Munich, una de las mujeres que quisieron permanecer en el pueblo, asegura que los rusos se volvieron locos: “Disparaban contra todo lo que veían”. Unos soldados rusos juntan al menos ocho hombres ucranianos que han ido juntando casa por casa, ya atados con las manos a la espalda, y los acusan de pertenecer a las defensas territoriales antes de ejecutarlos a sangre fría, con un tipo en la nuca y de rodillas, en la parte trasera de un edificio. En otro patio, dos hombres tratan de encender un fuego. Cuando son descubiertos por los rusos les disparan allí mismo. El frío congela los cuerpos por la noche e impide que los cadáveres huelan.

300 CUERPOS ENTERRADOS

Yevdokia Shevchenko, de 77 años, presencia cómo matan a tiros a un anciano que había desafiado a un soldado ruso mientras su esposa estaba junto a él. “Lo mataron a tiros y le ordenaron a la mujer que se fuera”, cuenta ella después.

Serhiy Kaplishny, médico forense de Bucha, trata de recoger los civiles muertos que los rusos van dejando en las calles y llevarlos a la morgue junto al cementerio. Cuando la morgue se llena con 100 fallecidos se da cuenta de que, sin electricidad, no puede mantener los cuerpos y decide enterrarlos. Él cuenta 57 muertos sepultados en la fosa hasta que huye de la ciudad el día 10 de marzo tras 16 días de supervivencia. El padre Andrei y otros vecinos siguen llenando la fosa durante días. El día 10 de marzo, en la estratosfera, el satélite Maxar realiza fotografías de toda la zona en alta resolución donde ya se aprecia la tierra removida detrás de la iglesia. El cura cuenta hasta 60 cuerpos amortajados con un plástico negro. En toda la zona hay unos 300 cuerpos enterrados, según testigos, algunos sobresalen por las lluvias de primavera.

Fosa común Bucha
Fosa común en Bucha.Rodrigo Abd AP

Maria Dabizhe, de 80 años, espera semanas sin salir de su casa, comiendo raciones de combate abandonadas por los rusos, hasta que estos se van. Baja la calle y, a cuatro viviendas de distancia de la suya, ve a sus vecinos con las manos atadas asesinados frente a su casa de ladrillo rojo. Los rusos, mientras tanto, reciben las órdenes de huir tras la derrota militar que se cierne sobre ellos y sus ingenieros preparan bombas trampa en los restos de los vehículos, bajo los cuerpos de los muertos y en casas deshabitadas. Como botín de guerra despojan a los asesinados de dinero y relojes. Los coches también son revisados. Se van humillados, pero han llenado sus mochilas de artículos robados para vender en Bielorrusia o enviar a su casa. Uno de los soldados rusos, abatido después en Irpín de un balazo en la retirada, había cambiado la placa de su chaleco antibalas por un MacBook robado.

El día 1, los primeros soldados ucranianos que entran en la población, ya sin rusos, graban y publican las primeras imágenes. Al día siguiente, lo hacen los reporteros. El presidente Volodimir Zelenski visita la zona este lunes, día 4. Dice: “En Bucha se cometieron crímenes de guerra que serán reconocidos como un genocidio”.

Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/04/04/624b2df921efa070358b45a1.html

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