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Estudiar y trabajar, el doble reto de los jóvenes universitarios | El Sol de Puebla

Sus rutinas son clases, trabajos de medio tiempo y desvelos para hacer tarea, con nulo tiempo para divertirse

Jóvenes estudiantes
Jóvenes estudiantes están obligados a trabajar para ayudarse en sus estudios y a la economía familiar. Foto: Bibiana Díaz / El Sol de Puebla

Jesús perdió a sus padres antes de ingresar a la licenciatura en Medicina. Sin ningún apoyo, se mudó de Acatlán de Osorio a la ciudad de Puebla para seguir sus estudios. Ahora, a sus 23 años de edad, limitado en varios gastos, se mantiene económicamente gracias a un trabajo que consiguió por las tardes en un local de comida rápida cerca de Ciudad Universitaria.

Por la mañana estudia, de siete a once de la mañana, pero debido a que su tiempo es limitado, solo lleva una materia. Está en el último semestre de la carrera, por lo que pensar en abandonar sus estudios es imposible. “Lento, pero seguro”, comparte.

A la una de la tarde entra a trabajar en un local en el que solo hay un trabajador: él. Jesús debe abrir, limpiar, atender, cocinar, cobrar y cerrar la caja, con un sueldo de tres mil pesos a la quincena.

Siete horas más tarde termina su horario de trabajo y se dirige al departamento, que comparte con más compañeros, para empezar sus tareas pendientes. A veces, si su cansancio se lo permite, cocina para él y sus roomies, de lo contrario, se encierra a estudiar hasta que el sueño lo venza. Unas horas después empieza nuevamente la rutina.

«Me ha costado tratar de sacar mi carrera adelante, al principio fue mucho más difícil, pero ya me falta poco”, comparte mientras se encuentra nuevamente en su trabajo, lavando los trastes que se ensuciaron del último pedido. “¿Qué harías si tu única obligación fuera estudiar?”, cuestionamos. “Valoraría mi tiempo, dedicarme un espacio a mí, a mis emociones, a mí familia, a descansar»

Historias como esta se replican en los diversos estudiantes en Puebla que, además de cumplir con sus obligaciones con la universidad, tienen responsabilidades en un empleo del que no pueden desprenderse, pues de este ingreso depende su carrera y, en muchos casos, los ingresos de una familia.

Jesús se mudo de Acatlán a Puebla para estudiar luego de perder a sus padres. Foto: Bibiana Díaz / El Sol de Puebla

A nivel nacional, ocho millones 865 mil 540 jóvenes, entre 15 y 24 años de edad, trabajan. La mayoría, el 48.8 por ciento, trabajan entre 38 y 48 horas a la semana, y el 44.9 por ciento gana un salario mínimo al día (248.93 pesos diarios) o menos, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en su estudio “El panorama educativo y laboral de los jóvenes en México 2022”.

Estudiar, trabajar y ser madre: un reto difícil

Nayeli se despierta a las seis de la mañana. Se baña, viste e, inmediatamente, prepara el desayuno de su hijo de seis años. No le dio tiempo de comer o maquillarse, pues debe apresurarse para dejar al menor en la escuela a las ocho de la mañana. Tiene 22 años de edad, estudia una licenciatura, pero también trabaja y es madre soltera.

Un poco antes de las nueve de la mañana llega a su trabajo, una lavandería ubicada en San Manuel, abre la cortina y se alista para recibir a los clientes. En su jornada apenas y come algún sándwich o torta que compró en el camino y se apresura para terminar los pendientes que dejó un día anterior.

Está casi todo el día de pie, lavando, recibiendo más pedidos y empacando las prendas secas. A las dos de la tarde cierra la cortina nuevamente y se dirige a casa de su mamá, quien la ayudó a recoger a su hijo de la escuela.

Recoge al menor y se dirige a su hogar, donde llega a preparar la comida para ambos, lo ayuda a realizar sus tareas y limpia. Un par de horas más tarde empiezan sus clases en línea, pues fue la única forma que encontró para no abandonar sus estudios. Mientras está atenta a la pantalla también debe estarlo de su hijo, quien por ratos llora o se aburre.

Sus clases terminan y empieza a preparar la cena. Nayeli estudia la licenciatura en Educación y Promoción de la Salud, por lo que tiene horarios de clase, pero no de descanso. Pasan las horas y empieza a preocuparse, pues su hijo empieza a tener hambre y la tarea que le han dejado para el día siguiente continúa pendiente.

Su hijo logra dormirse alrededor de las nueve y media de la noche, lo que significa que ya puede empezar a hacer tareas. Terminan sus responsabilidades como ama de casa, pero empiezan las de estudiante. Apenas y tiene tiempo para dormir unas cuantas horas. A las seis de la mañana del día siguiente suena la alarma nuevamente.

Nayeli estudia la Licenciatura en Educación y debe trabajar en una lavandería de San Manuel. Foto: Bibiana Díaz / El Sol de Puebla

«Dedicarse solo a la universidad es un privilegio, yo preferiría mil veces solo estar estudiando, pero no se pudo, a quienes tienen esa oportunidad les diría que la aprovechen opina» mientras recibe una carga más de ropa para lavar

Sin tiempo para cuidar la salud emocional

Hace dos años Liliana tuvo que abandonar su carrera en Ingeniería Civil, debido a que su madre se quedo sin empleo. Seis meses más tarde, uno de sus familiares las ayudó al darles dinero de manera periódica, pero no constante.

Tras encontrar una ligera estabilidad, logró recuperar sus materias en la BUAP y volvió a estudiar, pero ahora es diferente, ya que su madre está enferma y no ha logrado conseguir un empleo. A sus 22 años de edad, ella se hace cargo de los gastos de su hogar trabajando en un centro de copiado frente a su facultad.

«Es muy pesado, de verdad es muy pesado, mantenerme a mí y a mi mamá, es imposible dar tu 100 por ciento en todo, hay días que no comes, o no duermes, o no haces tareas, porque no te alcanza el día para hacer todo» narra en los cinco minutos que su jefe le dio para atender esta entrevista.

Su rutina empieza a las cinco de la mañana para preparar el desayuno y la comida de su mamá. Una hora más tarde sale de su casa para llegar a su primera clase que inicia a las siete.

Tras haber dormido apenas cuatro horas, trata de poner atención lo más posible a sus clases hasta la una de la tarde. Cruza la calle y llega a su trabajo, en donde, sin tomar ni siquiera unos minutos de descanso, debe empezar a atender a los clientes que van llegando.

A las nueve de la noche ayuda a guardar los materiales del local, apagar las computadoras, y cerrar la caja. Una hora más tarde está de regreso en su casa y empieza a hacer sus tareas. Se duerme a la una de la mañana.

“¿Cómo cuidas tu salud emocional entre tanta presión?”, cuestionamos.

«Hace tres meses sufrí una crisis de depresión muy grave, porque como pueden darse cuenta no hago ninguna actividad en el día que me genere felicidad, una psicóloga de la universidad me atiende, pero mientras solo trato de pensar que al final la recompensa será grande»

Transitar la universidad no es igual para todos. Llegar por las mañanas, cumplir con las tareas o no desertar de los estudios es, para algunos, un sacrificio. En cambio, tener la tarde libre para estudiar y hacer tareas, darse un tiempo de descanso o salir a comer con amigos, es un privilegio del que no todos gozan.

Fuente: El Sol de Puebla

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