El río Tijuana atraviesa México y desemboca en California, arrastrando en sus aguas residuales agentes patógenos y químicos, y amenazando la salud pública.
MAANVI SINGH / AGENCIAS / THE GUARDIAN
Según un informe publicado esta semana, las aguas residuales y la escorrentía del río Tijuana están exponiendo a las comunidades de la frontera entre Estados Unidos y México a una inusual y nociva mezcla de patógenos y sustancias químicas tóxicas, generando crisis de salud pública.
Según los investigadores de salud pública de la Universidad Estatal de San Diego que publicaron el informe, miles de millones de litros de aguas residuales fluyen por el río, que serpentea hacia el norte desde México a través de California y desemboca en el Océano Pacífico, conteniendo una mezcla de sustancias químicas cancerígenas, incluido el arsénico, así como virus, bacterias y parásitos.
Los investigadores han calificado la situación de las aguas residuales como: “crisis apremiante de salud pública”.
El vertido de aguas residuales al océano ha provocado más de 700 días consecutivos de cierre de playas en el condado de San Diego, pero la contaminación no se limita al agua. Los contaminantes y patógenos contenidos en las aguas residuales también se han detectado en el aire y el suelo locales, exponiendo incluso a quienes viven a kilómetros de distancia del agua.
Las comunidades de ambos lados de la frontera llevan décadas dando la voz de alarma por esta contaminación, quejándose del hedor casi constante en el aire y presionando para que se mejoren las infraestructuras de aguas residuales. Las tormentas sin precedentes de los últimos años, agravadas por la crisis climática, han ejercido aún más presión sobre los deficientes sistemas de alcantarillado y han aumentado los riesgos para la salud pública.
“No se trata de un goteo de contaminantes”, afirma Paula Stigler Granados, profesora asociada de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Estatal de San Diego y autora principal del estudio. “Se trata de una gran cantidad de contaminación durante un largo periodo de tiempo”.
Para los habitantes de Imperial Beach, ciudad situada justo al norte de la frontera con México, el informe valida años de frustración y temor por la creciente crisis de aguas residuales.
“Desgraciadamente, Imperial Beach es el ejemplo perfecto de lo que es una injusticia medioambiental”, declaró la alcaldesa de la ciudad, Paloma Aguirre.
Surfista y defensora de la conservación costera desde hace mucho tiempo, Aguirre pasó casi dos décadas promoviendo soluciones a la contaminación en Imperial Beach antes de ser elegida alcaldesa en 2022.
La situación se ha complicado, dijo, por el hecho de que el problema se extiende a ambos lados de la frontera nacional, lo que requiere que los gobiernos de Estados Unidos y México trabajen juntos. En enero, México puso la primera piedra de una nueva planta de tratamiento de aguas residuales para sustituir a una instalación obsoleta en Punta Bandera, 9.6 km al sur de la frontera.
Por su parte, el gobierno estadounidense aprobó en 2020 un fondo de 300 millones de dólares (5 mil 116 millones de pesos) para ampliar una planta de tratamiento de aguas residuales en San Ysidro, justo al norte de la frontera. Pero un memorando del gobierno obtenido por el San Diego Union Tribune el año pasado reveló que la instalación estaba tan deteriorada que se necesitaría la mitad de los fondos sólo para mantener la infraestructura existente.
Desde entonces, Aguirre y otros funcionarios y defensores locales han estado presionando para obtener 310 millones de dólares adicionales (5 mil 287 millones de pesos) en fondos federales para mejorar la capacidad de tratamiento de aguas residuales, que Joe Biden incluyó en octubre en una solicitud de financiación extraordinaria de emergencia que aún no ha sido aprobada por el Congreso. El gobernador de California, Gavin Newsom, y el congresista Scott Peters, cuyo distrito limita con Imperial Beach, también han instado a tomar medidas urgentes.
“En la historia de este asunto, nunca se le había prestado tanta atención como en los últimos 12 meses”, dijo Aguirre. “¿Es suficiente? No”.
El informe de esta semana se encargó en parte para ayudar a reforzar las peticiones de más recursos por parte de los funcionarios. Para elaborarlo, Granados y sus colegas revisaron más de 60 estudios e informes con el fin de presentar una panorámica de los riesgos para la salud pública y el medio ambiente de la escorrentía urbana y las aguas residuales en la región, a petición de Peters y la Fundación Conrad Prebys, una organización benéfica local.
El informe destaca una serie de riesgos, entre ellos la propagación de cepas de E. coli y Legionella resistentes a los antibióticos. Según el informe, los desbordamientos también pueden ser portadores de enfermedades casi erradicadas en Estados Unidos, como la tuberculosis. Según los investigadores, las aguas residuales también contienen sustancias químicas tóxicas, como pesticidas prohibidos como el DDT y metales pesados, probablemente procedentes de la escorrentía urbana de residuos industriales que se incorporan al caudal del río. Estos contaminantes también pueden ser transportados por el aire, en forma de gotas lanzadas por las olas, que esparcen patógenos y sustancias químicas por amplias zonas de la región.
Las aguas residuales también suponen un grave riesgo para los ecosistemas locales. Los investigadores señalan un caso reciente en el que delfines nariz de botella varados en San Diego murieron de septicemia causada por una bacteria que suele transmitirse por exposición a heces u orina.
Todavía hay mucho que los investigadores desconocen sobre la crisis, incluido el grado en que la exposición a largo plazo a los diversos contaminantes, bacterias y otros patógenos está afectando a la salud de las personas. Pero los investigadores afirmaron que se necesitan inversiones urgentes en infraestructuras y recursos de salud pública.
“Todo el mundo que vive aquí se ha visto afectado de una forma u otra”, afirmó Aguirre, que ha acudido varias veces a urgencias tras contraer enfermedades, incluida una faringitis vírica, después de pasar tiempo cerca del agua. “Esto se ha convertido en algo normal en nuestras vidas. Pero nunca debería ser normal para nadie”.