Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra
Noticia destacada a fines de la semana pasada ha sido la renuncia de Gabriel García Hernández del cargo de coordinador General de Programas para el Desarrollo del gobierno de México. El movimiento no es menor pues Gabriel ha sido uno de los personajes más cercanos a Andrés Manuel López Obrador al menos en los últimos tres lustros. También porque su cargo implica la coordinación de los programas sociales del gobierno federal actual y tener a su cargo a los 32 delegados (“Superdelegados”) para programas de desarrollo.
Desde muy joven, Gabriel comenzó su ascenso político bajo la conducción de Octavio Romero Oropeza entonces Oficial Mayor del Gobierno de la Ciudad de México. Sucedió entre 2000 y 2005, años decisivos en los cuales el liderazgo de López Obrador se convirtió carismático y devino candidato natural de la izquierda para la Presidencia de la República. Desde 2005 Gabriel empezó a ocupar posiciones de suma importancia para Andrés Manuel. Desempeñó un papel de primer orden en las campañas presidenciales de 2006 y 2012 y también estuvo al frente de la asociación civil Honestidad Valiente uno de los organismos importantes en la acumulación de fuerzas para llegar a la presidencia en 2018.
Supe exactamente la importancia de Gabriel García en el Congreso Ordinario de 2015, cuando fuimos elegidos al Comité Ejecutivo Nacional de Morena. De manera implícita se sabía que de los 21 puestos que constituían a dicho órgano de conducción, tres tenían nombre y apellido. Por ello fueron elegidos por aclamación: la Presidencia la ocuparía Andrés Manuel, la Secretaría de Finanzas, Alejandro Esquer y la Secretaría de Organización, Gabriel García. Observé el estatus distinto de los tres cargos entre 2015 y 2018: los tres integrantes mencionados del CEN estaban dispensados de asistir regularmente las sesiones ordinarias y urgentes del mismo. Sabíamos que los tres estaban metidos en todas las labores que habrían de culminar en las elecciones del 1 de julio de 2018.
Durante 2017 y 2018 Gabriel tuvo a su cargo los llamados “delegados” en cada uno de las 32 entidades del país, especies de jefes estatales que tendrían a su cargo la organización de la defensa y promoción del voto. Estos delegados (buena parte de ellos se convertirían después en los “superdelegados” y sus respectivas estructuras) tenía a su cargo la organización de los comités seccionales en cada una de las miles y miles de secciones electorales del país. Esta enorme organización no estaba subordinada a los comités ejecutivos estatales y a sus presidentes, sino al propio Andrés Manuel López Obrador vía Gabriel García. En el III Congreso Nacional Extraordinario de Morena realizado el 11 de junio de 2017, Gabriel anunció que las metas organizativas de comités seccionales se habían cumplido. Se aprobó también la política de alianzas amplias con “las bases de todos los partidos y todos los sectores sociales” (empezando por el PT) que fue un elemento crucial para la victoria de 2018.
Después del triunfo, en sesión del CEN de agosto de 2018, Yeidckol Polevnsky y Gabriel García anunciaron que los integrantes del CEN tendríamos que quedarnos un año más. No era posible organizar el gobierno de la 4T y elegir a las nuevas autoridades estatales y nacionales del partido al mismo tiempo. Gabriel dijo que tendríamos un año más para “ordenar al partido”. Fundamental para ese ordenamiento, era la regularización del padrón de militantes del partido que había crecido exponencialmente en el primer semestre de 2018. Habiendo sido designado candidato plurinominal por insaculación al Senado y posteriormente nombrado a ocupar el importante cargo que recién acaba de dejar, a Gabriel García le correspondía entregar su cargo de secretario de Organización. También el padrón de militantes en su poder, para iniciar el proceso del Congreso Ordinario de 2019.
Gabriel hizo a medias lo primero y no hizo lo segundo. Dejó el cargo pero nombró como encargado de la Secretaría de Organización a una persona cercana a él, Francisco de la Huerta. El padrón no lo entregó sino hasta en agosto de 2019, cuando después de un forcejeo Leonel Godoy fue designado secretario de Organización. Para ese entonces, dado el agotamiento de los tiempos para el congreso, era imposible auditar al padrón, depurarlo, contrastarlo con las fichas de reclutamiento. Éstas eran una minoría notable con respecto al número de registros que existían digitalmente. Este fue elemento sustancial del descontento que reventó el proceso de congreso observado en octubre-noviembre de 2019.
Para ese entonces se había observado una mutación en el entregado dirigente organizativo de Morena. Daba la impresión de que infringía un principio que el presidente había postulado: quien estaba en el gobierno no debería estar en el partido. Gabriel García parecía querer estar en ambos lados, hasta que en una sesión de gabinete el presidente hizo una tajante advertencia. Desde ese entonces sus seguidores continuaron la lucha interna, aliados con Bertha Luján hasta que se desfondó su ambición por la presidencia del partido. Haciendo uso de los programas sociales administrados por la dependencia a su cargo, se dijo que Gabriel García albergaba sueños presidenciales para el 2024.
¿A qué va Gabriel García al Senado? Las opiniones se dividen. Sus afectos dicen que va a disputarle a Ricardo Monreal la coordinación de la bancada de Morena en dicha cámara. Monreal habría perdido la confianza presidencial después de lo sucedido el 6 de junio en la Ciudad de México, pues se le endilga haber operado en contra de Morena especialmente en la alcaldía de Cuauhtémoc. Sus críticos afirman que va al Senado porque el presidente López Obrador sumó descontentos con él (hace más de un año le quitó la oficina en Palacio Nacional y lo envió a otro edificio) hasta que los resultados del 6 de junio colmaron el vaso. Como quiera que sea, al abandonar la Coordinación de Programas de Desarrollo, a Gabriel le han quitado una posición de proyección nacional. Le han cortado las alas a sus sueños presidenciales, si es cierto que los tenía. Usted dirá.