Los Periodistas

El sutil arte de comerle la oreja a Donald Trump: «De repente llega un tuit y todo puede cambiar» | El Confidencial

Camelarse diplomáticamente a Donald Trump no es tarea fácil. A Shinzo Abe le costó duras críticas en su país y Macron lo intentó, pero la amistad acabó descarrilando

Foto: Reunión entre Trump y Zelenski en septiembre en Nueva York. (EFE)
Reunión entre Trump y Zelenski en septiembre en Nueva York. (EFE)

Si existiera un manual sobre cómo lidiar con la compleja personalidad política de Donald Trump, debería haberlo escrito Shinzo Abe. El ex mandatario japonés, asesinado en 2022, fue el primer líder extranjero en visitar al republicano en Nueva York después de su victoria electoral de 2016. Aguantó un incómodo apretón de manos de 19 segundos en la Casa Blanca (no sin dejar escapar alguna mueca para el recuerdo) y se hospedó en su residencia en Mar-a-Lago, Florida, donde jugaron golf (le regaló un palo con incrustaciones de oro) y compartieron su amor por las hamburguesas

Cuando el presidente estadounidense le devolvió la visita en Tokio, Abe tuvo el detalle de crear un trofeo de sumo con su nombre y entregarlo en un torneo al que asistió el propio homenajeado. Trump resumió la velada con una sola palabra: «Increíble». 

Camelarse diplomáticamente al líder del mundo libre no fue tarea fácil y le costó a Abe duras críticas de muchos en su país (y fuera), que consideraban excesivas sus genuflexiones ante un político rudo, extremo y escandaloso, poco afín al carácter japonés. Pero funcionó. La postura del presidente estadounidense sobre Japón cambió radicalmente. De amenazar con aranceles a las automotrices niponas y criticar la escasa inversión nacional en su propia defensa militar, Trump pasó a contar al mandatario asiático entre sus más preciados socios geopolíticos y le ahorró a la economía nipona el mal trago proteccionista que se vivió en esos años. 

«No hay duda de que el bromance (romance entre amigos) de Abe y Trump fue real y que tuvieron una amistad genuina. Sin embargo, lo que muchas veces se pasa por alto es cómo Abe se trabajó seriamente esa amistad y la presión que debió sentir para mantenerla tan íntima como fuera posible», escribió Jio Kamata, analista de relaciones internacionales de la Universidad Internacional Akita, en un artículo publicado en The Diplomat.

Desde su primer mandato, corre el chiste entre los funcionarios internacionales de que la mejor manera para que un líder comience una negociación en el Despacho Oval es ofreciendo levantar una buena Trump Tower en su capital. También es conocido que sus asistentes suelen colar su nombre destacado en varios párrafos de sus informes para engatusar al presidente y que siguiera leyendo lo más posible. Vamos, no es ningún secreto que el mejor ángulo para entrarle a Trump es aquel en el que el propio Trump salga favorecido. Pero eso no significa que sea sencillo. 

Lo intentó el mandatario francés, Emmanuel Macron, y al final la seducción descarriló. Y eso que empezó bien, con besos en las mejillas, cena en la Torre Eiffel y desfile militar incluido. «Me gusta un montón», llegó a decir el norteamericano frente a periodistas y funcionarios. Pero las diferencias políticas acabaron emergiendo y, para finales de 2018, la insólita complicidad entre ambos se transformó en sonrisas tensas y gestos adustos. En uno de sus encuentros finales, mientras discutían la contención del yihadismo en Siria, Trump llegó a ofrecerle al presidente francés que acogiera a algunos de los cautivos del Estado Islámico. 

«¿Te gustaría llevarte algunos combatientes del ISIS muy majos?», le preguntó con sorna el estadounidense. «Seamos serios», respondió cortante Macron.

La ecuación Trump

Ahora, el mundo vuelve a estar pendiente de los humores de Trump, cuya voluntad personal será clave en los grandes puntos de tensión geopolítica global, de la ofensiva de Israel en Gaza y el Líbano, la gestión de las tensiones con Irán o el futuro de las relaciones con China. Pero quien más se juega en esta transición —a menos en el corto plazo— es el ucraniano Volodímir Zelenski. El presidente electo prometió durante la campaña «poner fin a la guerra en 24 horas». No ha dado detalles sobre cómo conseguiría ese acuerdo, pero da la sensación de que el tiempo ha echado a correr para Kiev.

Foto: Artillero ucraniano en el frente de Pokrovsk. (Reuters)

TE PUEDE INTERESAREsta mina es el ‘canario en la mina’ de Ucrania: «Putin puede acabar controlando el Donbás»

Mónica Redondo Enrique Andrés Pretel Infografía: Emma Esser

Porque, aunque hay todo tipo de detalles filtrados en reportajes, libros y documentales sobre la caótica operación del Ala Oeste bajo el mando de Donald Trump, nadie tiene muy claro cómo funciona el proceso de decisión del presidente. A quién escucha, en qué materias y cuánto de su propia cosecha hay en algunas de las decisiones que toma, a veces propias de un político impulsivo y arriesgado; otras consideradas jugadas de un maestro de la estrategia

«Todos los que estuvieron en negociaciones o procesos de paz cuando era presidente entre 2017 y 2021 estaban bajo el riesgo de ser contradichos por Trump. Sucedió varias veces. Había alguna reunión entre diplomáticos en la que se estaban discutiendo las diferentes posturas y, de repente, llegaba un tuit de Donald Trump y todo cambiaba«, recuerda Celia Belin, investigadora experta en política exterior estadounidense del European Council on Foreign Relations (ECFR), en entrevista con El Confidencial. 

Pero hay tres elementos que sí están claros en la personalidad de Trump a tener en cuenta en esta ecuación. El segundo es que le gusta ganar. Así que tanto Zelenski como su némesis rusa, Vladímir Putin, tienen que convencer al republicano de que son el caballo ganador —de una forma u otra— en la carrera por el control del conflicto. El tercero es que le pirra negociar. De nuevo, Kiev y Moscú tendrán que estar dispuestos a poner sobre la mesa elementos con los que establecer una relación transaccional con el mandatario. ¿Y el primero? Que todo es personal.

Sí es personal (y también negocios)

El nuevo gobierno japonés tomó nota de los consejos del difunto Abe para lidiar con la volcánica personalidad trumpiana. Ya en abril de este año, el ex primer ministro y vicepresidente del Partido Liberal Democrático, Taro Aso, fue enviado para reunirse con el todavía candidato en su mansión en Nueva York y recordarle los intereses comunes que los unen. A su salida, el respetado político asiático se deshizo en elogios hacia su anfitrión, «un hombre muy respetado en Japón y más allá». Incluso la diplomacia nipona ha reclutado de nuevo al antiguo intérprete de Abe para asesorarse y aprovechar su conocimiento y familiaridad con el futuro presidente

En el caso de Zelenski, el contexto juega en su contra. Trump culpó al líder ucraniano de su primer juicio político en Estados Unidos. Ese impeachment fue impulsado por los demócratas después de que se divulgara una llamada entre ambos líderes en la que el estadounidense le pedía a su homólogo europeo que investigara al hijo de Joe Biden. Fue un favor que le pidió antes de las elecciones de 2020 y que Zelenski se negó a aceptar. 

Aunque el líder ucraniano negó que Trump ejerciera presión sobre él y trató de esquivar el escándalo, la llamada fue suficiente para iniciar el proceso en el Congreso norteamericano. En esa crisis, el estadounidense llegó a acusarle de «encubrir» supuestos negocios turbios del propio Biden en Ucrania encubiertos a través del trabajo de su hijo Hunter. 

Durante esta campaña, Trump se refirió varias veces a Zelenski como «el mejor vendedor sobre la faz de la tierra» por los miles de millones de dólares que ha logrado en ayuda militar y financiera desde el inicio de la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022. También el mandatario —y nominados clave en su equipo de gobierno— han sugerido que Ucrania deberá ceder tierra para lograr un acuerdo de paz y han llegado a acusarle de haber permitido (por activa o por pasiva) que la guerra estallara. Sin embargo, todo sigue en el aire. Tampoco hay que infravalorar el carisma y capacidad de seducción del propio Zelenski, curtido en todo tipo de despachos de poder y con políticos de todo signo.

Foto: Reunión entre Trump y Putin en Helsinki.

TE PUEDE INTERESARYa pueden ir preparando el Nobel de la Paz para Trump. Aunque no sea la paz que esperabas

Enrique Andrés Pretel

Apenas unas horas después de la victoria electoral del republicano el pasado 5 de noviembre, Zelenski se apresuró a felicitarle en redes sociales con un mensaje extremadamente cordial. «Valoro el compromiso del presidente Trump con el enfoque de paz a través de la fuerza en los asuntos internacionales. Este es exactamente el principio que puede acercar prácticamente la paz justa en Ucrania. Tengo la esperanza de que lo pongamos en práctica juntos», escribió. 

Ya en septiembre, unas semanas antes de que los estadounidenses pasaran por las urnas, ambos políticos se reunieron en Nueva York para acercar posturas. El mensaje común fue “la guerra debe terminar”, pero probablemente cada uno tiene una imagen muy diferente de cómo sería esa eventual paz en un conflicto con una línea de contacto de más de 1.000 kilómetros y dos contendientes enzarzados en una guerra de desgaste. «También tengo muy buena relación, como sabes, con el presidente Putin y creo que si gano [la elección] vamos a resolver esto muy rápidamente«, aseguró el próximo inquilino de la Casa Blanca tras ese encuentro. 

«Sabemos que el republicano respeta mucho a Vladímir Putin, o por lo menos está dispuesto a comprometerse a conversar con él; y sabemos que el conflicto se convertirá en algo personal para él. Pero no hay que mezclar el método con el objetivo. Y aunque sabemos que el objetivo en Ucrania es un acuerdo de paz, no olvidemos que con Trump es mejor no hacer planes», advierte Belin.

Ganar y negociar (pero sobre todo ganar)

Porque tampoco Putin las tiene todas consigo. Aunque se ha hecho mucho hincapié en que Trump se siente más cómodo tratando con líderes autoritarios, y se ha especulado hasta la saciedad sobre su admiración hacia el líder ruso, la hemeroteca también avisa del riesgo de un choque de voluntades políticas

En 2018, Trump le pidió a su par turco Recep Tayyip Erdogan la liberación del pastor evangélico Andrew Brunson. Ankara se negó, ya que acusaba al religioso —nacido en Carolina del Norte pero residente en la ciudad turca de Izmir— de estar vinculado al intento de golpe de Estado en el país en 2016. Entonces, Trump publicó un solo tuit un viernes de agosto de 2018 anunciando aranceles al acero y aluminio turcos. La lira turca se desplomó un 18% en una sola jornada. Dos meses después, Brunson era condenado por un tribunal turco por terrorismo, pero puesto inmediatamente bajo custodia estadounidense. Al día siguiente se reunió con Trump en el Despacho Oval.

El Putin de 2024, recuerdan los analistas, no es el mismo que el que encontró Trump en 2017. Un líder más hermético y aislado, obsesionado con una sola misión. Su enfrentamiento con ya es Occidente es frontal y su estrecha colaboración con Irán, Corea del Norte y China mete mucho ruido diplomático que desafía cualquier genuina sintonía personal. Y no es raro que el mandatario pueda cambiar de opinión sobre un posible cuando aliado cuando cree que esa amistad ya no le conviene, como sucedió con su acercamiento al dictador norcoreano Jim Jong-un (antes de ponerle sanciones) o sus buenas migas con el expresidente brasileño Jair Bolsonaro (antes de ponerle aranceles). 

Trump valora la fortaleza y es célebre su desdén por la derrota, al punto de ser incapaz de admitir la propia —a costa de poner en peligro la centenaria transición democrática estadounidense—. El Comandante en Jefe en ciernes llegó a decir que los soldados que morían en las guerras «eran unos perdedores» y se metió en política prometiendo a los suyos que se «cansarían de ganar». 

Así que ambos bandos tratarán de apretar en el frente las próximas semanas. Este domingo, Rusia lanzó uno de sus mayores ataques del año con más de 200 misiles y drones destinados a destruir la ya dañada infraestructura energética ucraniana. La imagen de un país en ruinas, a la defensiva y que no merece la pena salvar es uno de los mensajes más poderosos que el Kremlin tratará de mandar a la Casa Blanca.

Foto: Vladímir Putin, en una foto con motivo del Año Nuevo, en 2022. (Reuters/Mikhail Klimentyev)

TE PUEDE INTERESARNo dejes a un espía el trabajo de un soldado: cómo Putin acabó devorado por una metáfora

Enrique Andrés Pretel Mónica Redondo

Por su parte, los ucranianos intentarán mantener la presión y los titulares con la ofensiva en Kursk y, muy posiblemente, estrenando la luz verde que les acaba de dar el saliente Biden para usar armamento occidental contra objetivos en el interior de Rusia. Sobre el terreno, la iniciativa la tienen ahora los rusos, que avanzan a su mayor ritmo desde el arranque la guerra, que se encamina hacia su tercer año sin que ninguno de los bandos domine claramente la situación.

Los susurradores de Trump

Si Trump no siente una afinidad personal muy fuerte por ninguno de los implicados y tiene dudas sobre el posible ganador, el elemento que puede acabar inclinando la balanza será qué puedan ofrecerle las partes. Al constructor neoyorquino le encanta negociar, así que los expertos consideran que saber venderle bien qué gana él —y por extensión Estados Unidos— será clave en muchas de sus decisiones geopolíticas. Aquí entra en juego la pléyade de funcionarios, consejeros y aliados que susurran a la oreja de Trump, cada uno con su agenda e intereses; a veces personales, a veces nacionales, a veces (aparentemente) contradictorios o irracionales. 

En materia de defensa y seguridad, la lista que emerge con los nominados también luce mixto. El vicepresidente electo J.D. Vance representa la pulsión más aislacionista de la ideología trumpista. Para el alto funcionario, Estados Unidos debería forzar una paz en Ucrania y retirarse del tablero europeo. Por su parte, el nominado como secretario de Defensa, el presentador de Fox News y exmilitar Pete Hegseth, ha sido muy ambiguo con la causa ucraniana, que ha utilizado más en términos de política interna. Tampoco ayudará la posible directora de la Inteligencia Nacional, departamento que supervisa a 18 agencias de inteligencia (CIA, FBI, Agencia de Seguridad Nacional), Tulsi Gabbard, con un historial de defender tesis de la propaganda rusa en Ucrania o Siria.

Foto: Trump entrevistado por Hegseth en 2017. (Reuters)

TE PUEDE INTERESAR256 páginas y una cruz de Jerusalén en el pecho: de tertuliano de la Fox a jefe del Pentágono

K.A.P. M. R. A. A.

Otros nombramientos, como el congresista y ex boina verde Mike Waltz como consejero de Seguridad nacional —quien ha defendido consistentemente la ayuda militar a Ucrania— o del senador Marco Rubio como secretario de Estado —con una postura dura con China, Irán y los regímenes autoritarios— pueden hacer balance si logran convencer a Trump de que este conflicto es instrumental en el devenir del orden internacional. 

Y, quizás por encima de todas, la voz que seguro escuchará atentamente es la de Elon Musk. Aunque el multimillonario dueño de Tesla estará al frente del flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés), ya ha mostrado que su influencia irá más allá. El fundador de SpaceX estuvo en la primera llamada entre Trump y Zelenski tras la victoria; y la semana pasada se reunió con el embajador de Irán ante las Naciones Unidas para discutir sobre las maneras de relajar las tensiones entre Washington y Teherán. 

Pero tampoco están claras las intenciones del empresario. Lo mismo se compromete a mantener el apoyo a Ucrania con su sistema de contexión satélite Starklink (que ha sido —y es— crucial para el esfuerzo de guerra), que se burla en X/Twitter de Zelenski por pedir ayuda a los aliados.

Todavía nadie sabe cómo se mezclarán estas opiniones en la cabeza de Trump. Ni qué otros asesores, públicos o privados, podrán sembrar ideas en el Despacho Oval. Y tampoco deberíamos dejarnos guiar completamente por la experiencia previa. El presidente 47, se repite una y otra vez en cada análisis, no tendrá nada que ver con el 45

«Cuando llegó al poder la primera vez, no sabía cómo funcionaba la maquinaria de Washington y se pasó años frustrado porque la gente a su alrededor ponía en duda sus políticas. Vimos muchos cambios de equipo en esos años», apunta Celia Belin. «Ahora, ha vuelto y ha entendido quién tiene que estar a su lado«.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/2024-11-18/convencer-a-donald-trump-tuit-cambia-todo-personal_4005410/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio