Los Periodistas

La victoria de Trump en EEUU rediseña las viejas alianzas | El Mundo

La agenda internacional del magnate no es la misma que la de Biden, al igual que tampoco la lista de amigos y enemigos contiene los mismos nombres. Este es el planeta que va a encontrarse el ganador

Muñecas matrioskas de Vladimir Putin, Donald Trump y Xi Jinping, en una tienda de Moscú. YURI KOCHETKOVEFE

El terremoto geopolítico que desata la victoria contundente de Trump lanza sus ondas sísmicas desde el epicentro de Mar-a-Lago a todos los confines del planeta. Así reciben aliados y enemigos este regreso del magnate a la Casa Blanca.

UNIÓN EUROPEA

El discurso oficial es claro. Aparentemente seguro e incluso contundente. «Tenemos una de las economías más fuertes del mundo. Somos un socio comercial importante, una potencia exportadora y tenemos orientaciones políticas muy, muy sólidas», afirmaba ayer el principal portavoz de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pero lo que se percibe en el ambiente de Bruselas y lo que subyace en las conversaciones es, primero, sorpresa, porque en la capital comunitaria se había extendido en los últimos días la creencia de que la victoria de Kamala Harris era una posibilidad real y no sólo un deseo. Y, después, verdadera preocupación, que roza incluso el temor, ante el triunfo arrollador de Donald Trump, que le convierte en presidente electo de EEUU.

La relación con Vladimir Putin y Rusia, el futuro de la guerra de Ucrania o la muy probable necesidad de que Europa tendrá que defenderse en mayor medida por sí misma son algunos de los puntos que más alarman en Bruselas. También la posición que adopte Trump ante el conflicto en Oriente Próximo y la relación con Israel, lo que a su vez puede traducirse en un cambio de perfil en el puesto de embajador de EEUU ante la Unión Europea. Por supuesto, el aspecto económico y la posible guerra comercial también preocupa. De hecho, se dan por seguras medidas arancelarias. Y todo ello sazonado con una buen puñado de gobiernos liderados por extremistas y radicales cercanos a Trump. Más fuertes y numerosos que en la anterior presidencia del magnate. El húngaro Viktor Orban, que ya dijo que celebraría la victoria republicana con champán, es el ejemplo más evidente. Pero en Bruselas tampoco se pierde de vista a la presidenta italiana, Giorgia Meloni, que hoy ha querido recordar la «alianza inquebrantable». Por eso, el mensaje es claro. «Debemos estar unidos porque Trump tratará de dividirnos», subrayan en diferentes ámbitos de la capital comunitaria.

AMÉRICA LATINA

América Latina respondió de forma institucional al triunfo de Donald Trump, que no sorprendió. Algunos con mayor entusiasmo y otros, con el acostumbrado formalismo de la región. «Felicidades por tu formidable victoria electoral. Ahora, haz América grande de nuevo. Sabes que puedes contar con Argentina para llevar a cabo tu tarea», subrayó el presidente Javier Milei, palabras que apoyó con una imagen del abrazo entre ambos políticos con sus banderas de fondo. La alegría evidente de algunos, como el salvadoreño Nayib Bukele o del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro, contrastó con los comentarios más forzados, como los del colombiano Gustavo Petro: «El pueblo estadounidense ha hablado y se le respeta». Otros, como el uruguayo Luis Lacalle, prefirieron lanzar un desafío: «Uno siempre aspira a que potencias como EEUU presten más atención a América Latina».

Y precisamente de eso se trata, tras el olvido prolongado del llamado en otros tiempos patio trasero de EEUU. Mientras que la mayoría de los países han señalado cierta orfandad frente al gobierno del norte, otros, como las revoluciones y parte de los gobiernos izquierdistas, sitúan a Washington en el foco de todo lo que ocurre en sus países. Como siempre, Cuba aparece en el radar de todos los análisis que tengan que ver con Washington. De hecho, el deshielo iniciado por Barack Obama se congeló de nuevo con la llegada al poder de Trump en 2016 y los propios miedos de la revolución castrista. Otro cantar es Venezuela, donde el triunfo de Trump recordó el desafío lanzado contra Nicolás Maduro en su día, encabezado por el presidente encargado, Juan Guaidó, con el apoyo de Washington. El choque frontal entre ambas administraciones y las sanciones contra el chavismo dieron paso con los años a cierta admiración de Trump por el jefe revolucionario, un «líder fuerte», como confesaron posteriormente varios colaboradores muy cercanos. En círculos de la oposición se temía que si el líder republicano hubiera ganado en 2020 habría llegado a acuerdos de inmediato con los bolivarianos.

Tienda en Kabul con el discurso de Trump en la pantalla.
Tienda en Kabul con el discurso de Trump en la pantalla.WAKIL KOHSARAFP

CHINA

A las 18.11 horas del pasado 13 de julio, en Butler, Pensilvania, Donald Trump se tocaba el lado derecho de la cara después de resultar herido tras un intento de magnicidio. A las 18.31 horas, la agencia Associated Press (AP) publicaba la icónica foto del candidato republicano que rápido dio la vuelta al mundo. A las 20.40 horas, las fábricas de China ya tenían listas miles de camisetas con la imagen de Trump levantando el puño. Se pusieron rápido a la venta en las plataformas de comercio electrónico. Hay 11.969 kilómetros cruzando el Pacífico Norte desde Pensilvania hasta el megacentro manufacturero chino de Yiwu, una ciudad al sureste del país asiático que hace tiempo fue absorbida por el mercado mayorista de productos básicos más grande del mundo. El miércoles, pocos minutos después de confirmarse que el republicano regresa a la Casa Blanca tras ganar elecciones de EEUU, en las tiendas del gran bazar de Yiwu volvieron las camisetas de Trump para ser enviadas a los mercados internacionales.

De China, la fábrica del mundo y gran rival de Washington en el tablero geopolítico, ha salido gran parte del merchandising -ropa, tazas y las gorras rojas con la frase Make America Great Again– de las campañas republicanas en las elecciones de 2016, 2020 y 2024. Los empresarios chinos han hecho buenos negocios con la figura de Trump, a quien en los caracteres en mandarín, que son palabras y no letras, se le conoce oficialmente como Te Lang Pu.

En China han estado siguiendo con mucha atención las elecciones estadounidenses, con los analistas de cabecera del gobernante Partido Comunista haciendo cuentas estas últimas semanas sobre cuál de los dos candidatos era el menos malo para los intereses de Pekín. Independientemente de la victoria de Trump o de la demócrata Kamala Harris, en el gigante asiático tenían claro que el próximo líder de la primera potencia continuaría la cruzada tecnológica, comercial y de seguridad para contener el ascenso de la segunda potencia. Ahora hay mucha expectación por ver qué tono emplea el republicano en los muchos frentes abiertos en la nueva Guerra Fría que llevan tiempo disputando Pekín y Washington. En la élite política y económica china comparten una misma sensación: la postura de Trump respecto a China es impredecible.

El jueves por la mañana, el presidente Xi Jinping envió un mensaje de felicitación a Trump, manifestando sus deseos de que ambos países «sigan el camino correcto para llevarse bien», al tiempo que «gestionan adecuadamente sus diferencias». Xi sostuvo que «una relación estable, saludable y sostenible entre China y Estados Unidos favorece los intereses comunes de los dos países y satisface las expectativas de la comunidad internacional». Un apunte destacado de la reacción del líder chino: en las anteriores elecciones, tras la victoria de Biden, Xi tardó dos semanas y media en felicitar al demócrata. Ahora, ha esperado un día, mientras que desde el Ministerio de Exteriores chino, antes incluso de que Trump saliera a dar su discurso triunfal, apareció una portavoz para expresar los deseos de una «coexistencia pacífica» en las relaciones entre las dos superpotencias.

RUSIA

Horas después de conocerse la victoria de Donald Trump, Rusia señaló que aunque las relaciones con EEUU están en un mínimo histórico, el Kremlin está abierto al diálogo. Así lo explicó el portavoz de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, que aseguró que no tenía conocimiento de ningún plan del presidente Putin de felicitar a Trump. «No olvidemos que estamos hablando de un país hostil que está involucrado directa e indirectamente en una guerra contra nuestro Estado». Rusia estará atenta a si Trump cambia de tono al entrar en el Despacho Oval, afirmó Peskov, señalando que ahora es EEUU quien no quiere «diálogo» y emplazando a la toma de posesión del nuevo presidente: «Veremos qué ocurre en enero». El ex presidente ruso Dimitri Medvedev fue el primero en cantar victoria en Moscú por la elección de Donald Trump. Medvedev proclama que Rusia ganará su guerra en Ucrania, a la que considera la perdedora de estos comicios. Considera que «Kamala está acabada» e incluso se burla de su risa, invitándola a que «siga riéndose contagiosamente».

En un tono más serio, Medvedev proclamó que «los objetivos de la Operación Militar Especial [como se refiere Rusia a la invasión de Ucrania] siguen siendo los mismos y se cumplirán». Medvedev cree que una nueva presidencia de Trump será un golpe para Ucrania. El actual número dos del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia alabó a Trump, pues «tiene una cualidad que nos resulta útil: como hombre de negocios hasta la médula, le desagrada mortalmente gastar dinero en parásitos y en aliados estúpidos, en malos proyectos de caridad», en clara referencia al apoyo de Washington a Ucrania. «La pregunta es cuánto dinero tendrá que dar Trump a la guerra. Es testarudo, pero el sistema es más fuerte», concluyó Medvedev en su cuenta oficial de Telegram. Aunque Vladimir Putin sugirió durante la campaña que no prefería a Trump sino a Harris -una aseveración que los medios de propaganda rusos como RT dieron por verídica en sus emisiones fuera del país, pero no en las interiores- lo cierto es que horas después de la victoria de Trump todas las voces del régimen celebraban el resultado.

ORIENTE PRÓXIMO

La victoria de Trump completó un amanecer soñado para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que durante la madrugada estuvo más pendiente de las urnas de Pensilvania que de las protestas en su país contra la destitución del ministro de Defensa, Yoav Gallant. Netanyahu celebró el «regreso más grande de la historia» señalando que ello «ofrece un poderoso compromiso renovado con la gran alianza entre Israel y EEUU». Se trata no solo de uno de los primeros en felicitar a Trump por escrito y teléfono sino que, en contraste con otros dirigentes, él sí se alegra de su vuelta a la Casa Blanca esperando por otro lado que no rescate su enfado por haber felicitado a Biden hace cuatro años lo que le llevó incluso a no hablar con él. En Oriente Próximo no saben qué Trump recibirán pero recuerdan su primer mandato: el apoyo total a Israel (traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén y el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán), la presión sobre Irán (anulación del acuerdo nuclear, sanciones, ataque mortal contra el comandante de la Fuerza Quds, Qassem Soleimani), el olvido de la causa palestina y los Acuerdos de Abraham que normalizaron las relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos. Cuatro años después, la región se encuentra inmersa en una escalada en múltiples frentes.

Tras afirmar que Hamas primero y el eje iraní después no se hubieran atrevido a atacar a Israel si él hubiera sido presidente, Trump reiteró en su discurso de la victoria: «Yo no voy a empezar guerras, yo voy a acabarlas». En una de sus escasas coincidencias, Biden, Harris y Trump comparten la exigencia de acabar la guerra en Gaza y Líbano. La diferencia es que Netanyahu no puede decir no a Trump ya que es imprevisible y popular en Israel. Según el sondeo del Canal 12, el 66% de los ciudadanos prefería la victoria de Trump por 17% de Kamala Harris. Más allá de la mayoría conservadora en Israel, el apoyo a Trump se debe a sus políticas proisraelíes del pasado y al temor a la influencia del creciente sector antiisraelí en el Partido Demócrata. Netanyahu, que supo rentabilizar políticamente enfrentamientos con Bill Clinton, Barack Obama e incluso Biden, sabe que no puede justificar el choque con quien trasladó la embajada a Jerusalén. Su gobierno se asegura un mayor margen de maniobra en la esfera interna en la que tras la guerra y sin la crítica lupa de EE.UU, podría intentar reanudar la reforma judicial o construir sin problemas en asentamientos en Cisjordania.

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Información elaborada por Daniel Viaña (Bruselas), Daniel Lozano, Lucas de la Cal (Pekín), Xavier Colás (Vilna) y Sal Emergui (Jerusalén).

Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2024/11/07/672bba2de4d4d898298b45a4.html

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