Experta en derecho comercial internacional, esta profesora de leyes en Columbia se ha convertido en el azote de las tecnológicas, sobre las que reflexiona en su ensayo ‘Imperios digitales, la batalla global para regular la tecnología’
Ricardo F. Colmenero / Papel
Martin Bernstein Fotografía
Bezos (Amazon), Zuckerberg (Whatsapp, Facebook, Instagram), Elon Musk (Twitter, SpaceX, Tesla), Larry Ellison (Oracle), Steve Ballmer (Microsoft), Larry Page (Google), Zhang Yiming (TikTok). No son presidentes de Gobierno pero son los nuevos amos del planeta, ejerciendo una forma de soberanía basada en el capitalismo digital. Anu Bradford, catedrática de Derecho y Organizaciones Internacionales en la Facultad de Derecho de Columbia y directora del Centro de Estudios Jurídicos Europeos de Columbia, denuncia en Imperios Digitales (Shackleton Books) que son una grave amenaza para la población, mientras se disputa una batalla tecnológica mundial que marcará la geopolítica del futuro. Las naciones están llegando a su fin. O como bien preguntó a sus alumnos el profesor de Harvard, Stephen Walt: «¿Qué esperas que exista dentro de 100 años? ¿Facebook o Francia?».
Eso, ¿Facebook o Francia?
El problema es que estas empresas tienen un gran poder económico, político, cultural, informativo y social, y no se despiertan por la mañana y piensan: ¿Qué puedo hacer para mejorar la vida de los españoles? O ¿Qué puedo hacer para proteger la democracia en Europa? Eso no es lo que le viene a la mente a Mark Zuckerberg.
Supongo que lo que le viene a la mente es simplemente ganar dinero.
Exacto. Son corporaciones, eso es lo que hacen. Y no son ni mejores ni peores que el resto. El problema es que sus negocios tienen un impacto social directo. Ahora dicen que el gobierno no debería regular la IA porque no la entienden, porque es una tecnología complicada: ‘Nosotros la entendemos, déjanosla a nosotros’. Pero la IA no va sólo de tecnología, también impacta en la democracia. Y Mark Zuckerberg o Sam Altman (director ejecutivo de OpenAI) no son expertos en democracia ni en derechos fundamentales.
¿Pero podrían declarar una guerra?
Bueno, ahora mismo, Elon Musk, a través de Starlink, puede decidir si los ucranianos lanzan o no un ataque con drones para defenderse de los rusos. Un ejecutivo tecnológico no debería ser el que esté tomando esta decisión. Es un ejemplo particularmente claro de que controlan infraestructuras vitales.
Supongo que lo que le viene a la mente es simplemente ganar dinero.
Exacto. Son corporaciones, eso es lo que hacen. Y no son ni mejores ni peores que el resto. El problema es que sus negocios tienen un impacto social directo. Ahora dicen que el gobierno no debería regular la IA porque no la entienden, porque es una tecnología complicada: ‘Nosotros la entendemos, déjanosla a nosotros’. Pero la IA no va sólo de tecnología, también impacta en la democracia. Y Mark Zuckerberg o Sam Altman (director ejecutivo de OpenAI) no son expertos en democracia ni en derechos fundamentales.
¿Pero podrían declarar una guerra?
Bueno, ahora mismo Elon Musk, a través de Starlink, puede decidir si los ucranianos lanzan o no un ataque con drones para defenderse de los rusos. Un ejecutivo tecnológico no debería ser el que esté tomando esta decisión. Es un ejemplo particularmente claro de que controlan infraestructuras vitales.
Suena al magnate tecnológico de ‘Don’t Look Up’, mandando más que la presidenta de EEUU.
Creo que tanto demócratas como republicanos están cada vez más incómodos con estas empresas de tecnología pero, en última instancia, no hacen nada. Financian campañas electorales, son fuente de crecimiento económico y surten tecnológicamente al ejército. EEEUU no puede permitirse el lujo de frenar el desarrollo de una IA que puede ayudarle a defender su posición geopolítica y la seguridad nacional. Y después está la guerra a muerte con China. A Estados Unidos le preocupa mucho que, si regula demasiado, erosione su mejor activo en la carrera tecnológica contra China.
«Elon Musk no debería decidir si los ucranianos lanzan o no un ataque con drones a los rusos»
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/el-mundo-que-viene/2024/11/02/671a7237e9cf4a62378b45a7.html