DANIEL PARDO / Corresponsal en México / BBC
Para bien o para mal, para adeptos y detractores, las «mañaneras» de Andrés Manuel López Obrador revolucionaron las formas de la política mexicana.
Con sus ruedas de prensa diarias y tempraneras, el expresidente marcó la agenda política, les restó influencia a los medios de comunicación y conectó con un pueblo que ahora parece sentirse parte del proceso político.
Lo que para unos fue un ejercicio de transparencia, para otros fue uno de estigmatización y difamación en el que se mentía con recurrencia.
Pero ahora AMLO, como le conocen en México, se fue. Y hace un mes lo remplazó una científica y exalcaldesa de Ciudad de México de 62 años: Claudia Sheinbaum.
Aunque la nueva mandataria decidió mantener las «mañaneras», durante estos 30 días las ha ido ajustando a su estilo en una prueba más de que su intención, como prometió en campaña, es gobernar con «continuidad y sello propio».
Para empezar, ya no se llaman igual: ahora son las «mañaneras del Pueblo». No inician a la misma hora, a las 7:00 am, sino a las 7:30 am. Duran un promedio de una hora menos al día.
El sorteo para asignar preguntas es más ordenado y democrático. Hasta ahora son vistas, al menos en los canales oficiales de YouTube, por la mitad de la gente. Y cada día hay un segmento para hablar de un tema específico: salud, historia, género y así.
El color de fondo también cambió: ya no es rojo oscuro, sino blanco. Y el logotipo en el pendón de atrás ya no es una ilustración de los próceres mexicanos, todos hombres, sino de «una joven mexicana, símbolo de tantas generaciones de mujeres invisibilizadas por la historia», según detalló Presidencia.
Sheinbaum empezó su mandato con un enorme apoyo popular: ganó con el 60% de los votos, 30 puntos más que su contrincante, y hoy tiene, según encuestas, una imagen positiva del 90%.
AMLO, por su parte, dejó el poder con un 70% de aceptación.
«Sin duda, la Mañanera de Sheinbaum no va a ser tan determinante como la de AMLO», dice Humberto Beck, un historiador y comentarista político.
Pero eso no quiere decir que su gobierno vaya a ser más o menos exitoso. Tendrá, en todo caso, su estilo.
Cuestión de estilo
Dalila Sarabia es reportera de Animal Político, uno de los medios del rubro más importantes de México. Lleva años cubriendo estas ruedas de prensa.
Para ella, hay diferencias «muy interesantes» en la forma de llevar las «mañaneras».
«AMLO siempre encontraba el momento para lanzarse en contra de la oposición, sus adversarios, el neoliberalismo. Y Sheinbaum, en cambio, no ocupa esta tribuna para lanzarse contra estos grupos», asegura.
Aunque no deja de dar sus opiniones sobre los otros, dice la periodista, «sus señalamientos son concretos y no se engancha, como decimos en México». Sheinbaum no prolonga su argumento.
Sarabia añade que la sección para hablar de noticias falsas se mantuvo, todos los miércoles, pero con una diferencia: «Ella no entra a opinar ni a confrontar con la prensa».
Esto parece reforzar una idea que se dijo de Sheinbaum desde la campaña: que será una presidenta menos confrontativa y más conciliadora que su antecesor.
Hace un mes, los periodistas políticos recibieron un mensaje del nuevo equipo de comunicaciones de Presidencia en el que se pedía que las preguntas fueran de menos de 5 minutos y no se promocionaran productos o gestiones.
También, con el nuevo esquema de asignación de preguntas, se infería que los medios adeptos del oficialismo ya no tendrían prioridad sobre los demás.
Cosa que revela otra de las facetas que se vienen destacando de Sheinbaum: que su pasado como académica, y su personalidad ordenada y meticulosa, serán elementos centrales de sus formas de gobernar.
«A diferencia de AMLO, Sheinbaum busca posicionar temas específicos y llevar un orden, con el claro propósito de que no se piense que este ejercicio parte de la improvisación, sino todo lo contrario: de un orden», dice Luis Ángel Hurtado, experto en comunicación política.
Lo que dice del fondo
Las conferencias mañaneras de AMLO fueron mucho más que una herramienta de comunicación.
Humberto Beck asegura que «AMLO creó un modelo de comunicación política que terminó siendo un pilar fundamental de su carisma y su autoridad, y creó una institución de comunicación directa al que no se le va a poder dar vuelta en la política mexicana al menos en una generación».
Por eso Sheinbaum, aunque no tenga el mismo carisma de AMLO, decidió mantenerlas.
«Ella no tiene esa capacidad de darle la vuelta a una pregunta y evadir la respuesta. Entonces, ella lo ha querido compensar con aquello que sí tiene, que es el vestigio técnico-científico«, dice Beck.
AMLO llegó al poder en su tercer intento y como el primer presidente de izquierda en México en décadas.
Gobernó seis años sin mayorías en el Congreso y con una férrea oposición en la justicia y la prensa. Él mismo dijo que su sexenio fue la fundación simbólica y política de un movimiento, la Cuarta Transformación, que espera cambiar a México.
Sheinbaum, en cambio, llega al poder con amplias mayorías y con la oposición dividida.
Aunque al ser la primera mujer su presidencia está llena de simbolismo, su proyecto parece ser más de gestión que de valores.
Eso se nota en las «mañaneras»: mientras él las dedicaba a la política, ella las puede dedicar a informar, delegar, ordenar.
No en vano, otra de las diferencias es que ahora tienen más protagonismo las presentaciones de los secretarios, congresistas o expertos invitados a la rueda de prensa.
«AMLO era la voz del partido, del movimiento y del país», dice Beck. «Y ella no: ella es una de varias voces relevantes, entre ellas, por ejemplo, las de los coordinadores parlamentarios del partido».
Las «mañaneras», entonces, no solo reflejan las diferencias de estilo entre Sheinbaum y AMLO: también reflejan un momento político distinto para los cuales se necesitan presidentes y proyectos diferentes.