Por José Ojeda Bustamante
Periodista y prosista como los mejores de su época, Luis Spota, quien comenzó como mesero en el Hotel Regis, entró a los 17 años al periódico Excelsior y escribió más de 30 libros, en los cuales retrató el panorama social y político de México.
En particular destaca una Saga titulada “La Costumbre del Poder”, la cual constó de 6 libros y dio puntual seguimiento a manera de política ficción, al pintoresco, y variopinto hábitat que caracterizaba las entrañas oscuras del sistema político mexicano de la segunda mitad del siglo XX.
Eso que el periodista calla de la realidad, pero que en el mundo de la ficción se le permite delinear con mayor libertad a través de sus diversas fuentes en libros y novelas.
Se trata pues de una antología que hace un arco temporal para describir el ascenso y la caída de un candidato presidencial de manera entretenida y excelsa.
De manera tal, que mientras en la primera novela se muestra apenas el esbozo de un posible candidato a la presidencia que tiene una gran cantidad de virtudes; la segunda sucede cuando el presidente en funciones le anuncia que será el candidato, y empieza ahí el proceso de su transformación. En la tercera novela se muestra al candidato en la campaña presidencial. La cuarta presenta el momento en el que el anterior presidente deja el puesto y es abandonado por todos. En la quinta se muestran los sueños de poder del nuevo presidente y lo que quiere realizar. Y la sexta es cómo ha perdido completamente la perspectiva y se ha convertido en otra persona.
A poco más de 30 años de la publicación de dicha saga, bien podría decirse de Spota que,mientras unos alababan el traje del emperador, él, en sus novelas simplemente señalaba justo que no era así.
La historia ocurre dos veces: la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa. Eso escribió Karl Marx al comienzo de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
México ha cambiado desde que Spota escribió su saga, y, sin embargo, cuando uno se vuelve a aproximar a sus páginas, percibe un modo de ser y hacer política que bien pueden servir para observar de manera distante, pero informada lo sucedido el 15 de agosto, cuando Claudia Sheinbaum fue ratificada como presidenta electa, la primera en la historia de México.
Como señalan distintos analistas, por calculo político y porque así también es la cultura política mexicana, veremos a diferentes Claudias.
Es natural que la presidenta electa imprima su propio sello, lo hará con gran margen de poder y porque los modos y formas de ella obrarán una transfiguración, la del poder y sus facultades metaconstitucionales aún presentes en la Constitución mexicana: Jefa de Estado, Jefa de Gobierno y Jefa de las Fuerzas Armadas. Un poder triuno que envidian diferentes mandatarios en el mundo.
Pero el escenario de México ha cambiado, se han sentado las bases de un proyecto de corte más social, pero distintitos desafíos alcanzan a una nación como la mexicana cuyo bono demográfico va en picada, con una delincuencia creciente y también con un panorama geopolítico y tecnológico complejo.
Para terminar, y ser disonante, agrego una perspectiva clásica sobre el poder, de otro fantástico ensayista, quien tuvo esa rara habilidad de ser político, hombre de estado y de gobierno y después ensayista genial: Michael de Montaigne, quien en sus ensayos plasmó lo siguiente:
«Cuando vemos la importancia y gravedad de las acciones de los príncipes – hoy diríamos los gobernantes- nos convencemos de que han sido producidas por causas también graves e importantes. Cometemos un error. Les impulsan los mismos motivos que a nosotros. La misma razón que nos hace reñir con un vecino suscita una guerra entre príncipes.»
¿Qué nos deparará la nueva ecología de palacio? En qué medida se gobernará bajo una razón de Estado y en qué medida de las más bajas y primigenias pasiones. No hay estados puros, ya veremos desde las Antípodas hacia donde se dirige esta nación llamada México. No olvidemos que Jefe, proviene del latín tardío caput, cuyo significado es cabeza.
¿Qué tipo de cabeza será Claudia? ¿Hacia dónde llevará este cuerpo llamado México?