Estados Unidos llega a las elecciones golpeada por una pandemia sin precedente y sumida en una profunda reflexión sobre el racismo
REDACCIÓN/SINEMBARGO
Ciudad de México/Washington/Dallas, 2 de noviembre (SinEmbargo/AP).– No, esto no parece Estados Unidos: un Presidente que busca la reelección y ha dado a entender que se apoderará de La Casa Blanca, la residencia oficial; manifestantes de ultraderecha que impiden mítines; uso de gas pimienta. Bloqueos. ¿Qué está pasando en la democracia más poderosa del planeta?
Vehículos con banderas de Donald Trump frenaron el tráfico de Garden State Parkway en Nueva Jersey y provocaron un congestionamiento en el puente Mario M. Cuomo. Otro convoy de simpatizantes en Virginia terminó en una tensa pelea de gritos con los manifestantes mientras se acercaba a una estatua de Robert E. Lee en Richmond. En Georgia, un mitin demócrata fue cancelado poco antes de lo programado y los organizadores estaban preocupados por lo que temían que fuera una “gran presencia de milicias” atraída por un evento del Presidente.
“A medida que Estados Unidos avanza hacia el día de las elecciones, las tensiones y la acritud que rodean a una campaña divisiva, inmediatamente después de un verano de protestas y disturbios raciales, desangran la vida cotidiana y agregan más incertidumbre a un proceso electoral en el que Trump no se ha comprometido con una transferencia pacífica del poder”, alerta The New York Times. “Los incidentes del domingo se produjeron un día después de que un grupo de partidarios de Trump en Texas, conduciendo camiones y ondeando banderas del Presiente, rodearon y frenaron un autobús de campaña de Biden-Harris mientras circulaba por la Interestatal 35, lo que provocó la cancelación de dos manifestaciones planificadas. El FBI confirmó que estaba investigando el incidente”.
El apoyo a Trump. Foto: AP.
The Washington Post reseña: “Los votantes llegaron con sudaderas negras adornadas con el mantra del difunto congresista de Georgia e ícono de los derechos civiles John Lewis. Con los puños y los iPhones levantados, corearon ‘Las vidas de los negros importan’ y prometieron ‘poder para la gente’, mientras se dirigían desde una iglesia negra a la base de un monumento a un soldado confederado. A su sombra, se detuvieron durante 8 minutos y 46 segundos, en honor a George Floyd, el hombre negro asesinado por un oficial de policía de Minneapolis que se arrodilló sobre su cuello durante lo que luego se determinó que serían 7 minutos y 46 segundos”.
“Los participantes en la marcha del sábado ‘Yo soy el cambio’ tenían la intención de concluir en un sitio de votación anticipada para enfatizar la participación en los últimos días de la campaña presidencial. Esos planes se arruinaron cuando agentes de la ley con equipo antidisturbios y máscaras antigás insistieron en que los manifestantes salieran de la calle y despejaran la propiedad del condado, a pesar de que un permiso autorizaba su presencia”, agrega.
En esta fotografía del 10 de octubre de 2020 una caravana a favor del Presidente Donald Trump pasa por el vecindario de la Pequeña Habana en Miami. Foto: Pedro Portal, Miami Herald vía AP.
A medida que aumentaban las tensiones, dice el Post, “los agentes lanzaron gas pimienta y comenzaron a realizar arrestos. Entre los atrapados en las nubes del irritante había niños de hasta 3 años, así como residentes ancianos y una mujer discapacitada”.
En Texas, la Corte Suprema denegó una petición presentada por republicanos para que se desechen casi 127 mil boletas de centros para votar desde el automóvil en el área de Houston. El máximo tribunal del estado, republicano en su totalidad, rechazó la petición de activistas y candidatos del Partido Republicano sin explicar su decisión. El intento de que las boletas del condado Harris sean desechadas aún será retomado durante una audiencia de emergencia ante una Corte federal el lunes.
Activistas conservadores de Texas han criticado el acceso extendido a la votación en el condado Harris, donde ya se han emitido un récord de 1.4 millones de votos adelantados. El condado es el tercero más grande del país y un campo de batalla crucial en Texas, donde el Presidente Donald Trump y los republicanos se preparan para las elecciones más cerradas en décadas el martes.
Los republicanos del Senado luchan para conservar su mayoría en un último intento electoral contra los ataques de contendientes en estados que alguna vez estuvieron fuera del alcance de los demócratas, pero que ahora son semilleros de una posible reacción contra el Presidente Trump y sus aliados en el Capitolio.
Las campañas están siendo influidas por la forma en que el gobierno de Trump ha manejado la crisis del COVID-19, el cambio en la demografía regional y, en algunas áreas, simplemente por la oportunidad de dejar atrás el divisivo ambiente político. El control del Senado es determinante para una Presidencia. Con él, si Trump es reelegido podría confirmar a sus nominados y asegurar una barrera contra proyectos de ley de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi. Sin él, el candidato demócrata Joe Biden podría enfrentarse a un posible muro de oposición a su agenda si es que llega a la Casa Blanca.
Por ejemplo, en Carolina del Norte el duelo entre el senador republicano Thom Tillis y su contrincante demócrata Cal Cunningham, entre los más caros de la nación, está muy cerrado. “En un momento dado, lo pones en las manos de los votantes”, dijo Dallas Woodhouse, un exdirector ejecutivo del Partido Republicano del estado.
Los republicanos en funciones están luchando por sobrevivir desde Nueva Inglaterra hasta el sur del país, en la zona central y el oeste, e incluso en Alaska. Superados en la recaudación de fondos y retenidos en Washington hasta la semana pasada para confirmar a la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema, están haciendo campaña —algunos junto a Trump— en recorridos finales en sus estados en un intento por obtener votos.
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Con la cámara alta dividida ahora en 53 republicanos y 47 demócratas, tres o cuatro escaños determinarán el control del Senado, dependiendo de qué partido gane la Casa Blanca. El vicepresidente tiene el voto de desempate.
Lo que comenzó como un ciclo electoral desequilibrado con los republicanos defendiendo 23 escaños frente a 12 de los demócratas, rápidamente se convirtió en un referendo más amplio sobre el desempeño del presidente conforme los demócratas se extendían más en las áreas donde Trump es popular y ponían al Partido Republicano a la defensiva.
De repente, la reelección de algunos de los senadores más conocidos del país — Lindsey Graham en Carolina del Sur, Susan Collins en Maine — se vio amenazada. Sólo dos escaños demócratas están en riesgo, en comparación de por lo menos 10 de los republicanos. “No veo cómo conservaremos el control”, dijo Chip Felkel, un estratega republicano en Carolina del Sur que se opone al presidente. “Uno se vería en apuros para defender que no tenemos un problema con Trump”.
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El panorama político está cambiando rápidamente en comparación con el de hace seis años, la última vez que la mayoría de estos senadores tuvieron que someterse al juicio del electorado. Es un recordatorio de lo mucho que ha cambiado el estado de ánimo nacional durante la era de Trump.
Los votantes más jóvenes y más minorías están empujando la tendencia de algunos estados hacia los demócratas, incluido Colorado, donde los partidos básicamente han dejado de gastar dinero a favor o en contra del senador republicano Cory Gardner porque parece que será derrotado por el demócrata John Hickenlooper, un exgobernador. En zonas más amigables para los republicanos, los senadores de ese partido se ven obligados a procurar alcanzar un equilibrio entre apelar a los simpatizantes más fervientes de Trump y el intento por llegar a los votantes en los suburbios que están distanciándose del presidente y su tono.
REPUBLICANOS DESESPERADOS
Los republicanos del Senado luchan para conservar su mayoría en un último intento electoral contra los ataques de contendientes en estados que alguna vez estuvieron fuera del alcance de los demócratas, pero que ahora son semilleros de una posible reacción contra el Presidente Trump y sus aliados en el Capitolio.
Una mujer emite su voto el jueves 15 de octubre de 2020, desde su vehículo durante el periodo de votación anticipada de Texas. Foto: LM Otero, AP.
Las campañas están siendo influidas por la forma en que el gobierno de Trump ha manejado la crisis del COVID-19, el cambio en la demografía regional y, en algunas áreas, simplemente por la oportunidad de dejar atrás el divisivo ambiente político. El control del Senado es determinante para una Presidencia. Con él, si Trump es reelegido podría confirmar a sus nominados y asegurar una barrera contra proyectos de ley de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi. Sin él, el candidato demócrata Joe Biden podría enfrentarse a un posible muro de oposición a su agenda si es que llega a la Casa Blanca.
Por ejemplo, en Carolina del Norte el duelo entre el senador republicano Thom Tillis y su contrincante demócrata Cal Cunningham, entre los más caros de la nación, está muy cerrado. “En un momento dado, lo pones en las manos de los votantes”, dijo Dallas Woodhouse, un exdirector ejecutivo del Partido Republicano del estado.
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Los republicanos en funciones están luchando por sobrevivir desde Nueva Inglaterra hasta el sur del país, en la zona central y el oeste, e incluso en Alaska. Superados en la recaudación de fondos y retenidos en Washington hasta la semana pasada para confirmar a la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema, están haciendo campaña —algunos junto a Trump— en recorridos finales en sus estados en un intento por obtener votos.
Con la cámara alta dividida ahora en 53 republicanos y 47 demócratas, tres o cuatro escaños determinarán el control del Senado, dependiendo de qué partido gane la Casa Blanca. El vicepresidente tiene el voto de desempate.
Lo que comenzó como un ciclo electoral desequilibrado con los republicanos defendiendo 23 escaños frente a 12 de los demócratas, rápidamente se convirtió en un referendo más amplio sobre el desempeño del presidente conforme los demócratas se extendían más en las áreas donde Trump es popular y ponían al Partido Republicano a la defensiva.
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De repente, la reelección de algunos de los senadores más conocidos del país — Lindsey Graham en Carolina del Sur, Susan Collins en Maine — se vio amenazada. Sólo dos escaños demócratas están en riesgo, en comparación de por lo menos 10 de los republicanos. “No veo cómo conservaremos el control”, dijo Chip Felkel, un estratega republicano en Carolina del Sur que se opone al presidente. “Uno se vería en apuros para defender que no tenemos un problema con Trump”.
El panorama político está cambiando rápidamente en comparación con el de hace seis años, la última vez que la mayoría de estos senadores tuvieron que someterse al juicio del electorado. Es un recordatorio de lo mucho que ha cambiado el estado de ánimo nacional durante la era de Trump.
Los votantes más jóvenes y más minorías están empujando la tendencia de algunos estados hacia los demócratas, incluido Colorado, donde los partidos básicamente han dejado de gastar dinero a favor o en contra del senador republicano Cory Gardner porque parece que será derrotado por el demócrata John Hickenlooper, un exgobernador. En zonas más amigables para los republicanos, los senadores de ese partido se ven obligados a procurar alcanzar un equilibrio entre apelar a los simpatizantes más fervientes de Trump y el intento por llegar a los votantes en los suburbios que están distanciándose del presidente y su tono.
Fuente: https://www.sinembargo.mx/02-11-2020/3886932