La prolífica escritora, una de las más voces más prominentes de la diáspora chilena, promociona sus últimas tres obras: ‘Coloquio de las Quiltras’ (Debate, 2024), ‘Avidez’ (Páginas de espuma, 2023), y ‘Palestina en Pedazos’ (Random House, 2023)
ANA BELÉN EGEA / El País
Lina Meruane, (Santiago de Chile, 1970) empieza la conversación contando cuánto disfrutó la firma de libros en la Feria del Libro de Madrid, que tuvo lugar el mes pasado. Allí, tuvo la oportunidad de conversar tranquilamente con los lectores que se acercan a la caseta, con paquetes de sus libros para que se los firmara todos. “Me da esperanza en la literatura”, señala. Reconocida como una de las más prestigiosas escritoras chilenas contemporáneas, ganó el año pasado el Premio Iberoamericano de letras José Donoso, que en años previos recayó en autores como Cristina Rivera Garza, Raúl Zurita y Samanta Schweblin. En la actualidad vive a caballo entre Madrid, Santiago de Chile y Nueva York, donde trabaja como Escritora Residente Distinguida en el Programa de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York.
Pregunta. Profesora, escritora, ensayista, dramaturga… La sociedad promueve la especialización. ¿Es su pluralidad una forma de rebelión?
Respuesta. Soy un monstruo de muchas cabezas. Desde que era una niña tengo intereses muy variados, era la estudiante a la que le interesaban todas las materias. Las categorías editoriales pueden ser efectivamente limitantes y frustrantes, pero la forma de mi escritura no trata de combatirlo, es una forma de ser. Responde a mis propios intereses. He escrito mucho sobre la enfermedad, pero también sobre el conflicto político y de identidad, sobre feminismo… Porque tengo una necesidad personal de dialogar sobre cuestiones contemporáneas (independientemente de que encajen o no con una línea editorial).
P. No es común que un autor presente varios libros al mismo tiempo. En la Feria del libro de Bogotá habló de tres obras muy distintas entre sí.
R. Son temas que sigo teniendo muy presentes, sobre los que me sigo haciendo preguntas. Los cuentos que conforman Avidez los fui escribiendo a lo largo de treinta años, así que son parte de mí. Y el libro Palestina a pedazos, por ejemplo, está muy vivo. Está compuesto por partes que se han ido publicando por separado a lo largo de mi vida.
P. Se publicó antes de que se desatara la guerra en Gaza, el 7 de octubre.
R. Sí, no puede decirse que el estallido de la guerra fuera una sorpresa. En la región había una violencia latente constante, de baja intensidad. La relación de Occidente con Israel ya estaba marcada, la mecánica de poder estaba ahí. Ahora es lo mismo en una versión no solo intensificada, sino extrema. Han caído las máscaras internacionales y se ve claramente el entramado, que es complejo. Por eso es tan difícil que Israel detenga los bombardeos y haya negociaciones justas. No está proponiendo acuerdos de paz, sino de ocupación.
P. ¿Considera la posibilidad de escribir ahora otro libro acerca de Palestina?
R. No, por ahora. Siento que mi observación ya está hecha. Además, ya están escribiendo de manera brillante intelectuales palestinos que controlan muy bien los haceres de la guerra. Yo me ocupo más de otros aspectos; de lo simbólico, de lo lingüístico.
P. En sus libros también está muy presente la experiencia migrante.
R. Escribí que los que venimos de otras partes tenemos “el vicio” de la migración. Yo me muevo mucho. Mis padres eran grandes viajeros y tengo un mirar ya enmarcado, influenciada por el desplazamiento de la genealogía, la familia nuclear… Mi primer trabajo como periodista fue para una revista de viajes. Me interesa mucho mirar otros lugares que no son el mío y me desafían. Además, está el cuerpo como documento de identidad. Uno porta su rostro, su cuerpo, su identidad, su privilegio. Y no es lo mismo viajar siendo hombre que mujer, solo que acompañado, siendo blanco o negro…
P. Llegó a Nueva York un mes antes de que cayeran las torres gemelas, ¿cómo ha sido su experiencia?
R. En Nueva York hay gente de todas partes y en el medio en que yo me muevo me parece un contexto más amigable que otros. Pero me han comentado mucho cómo hablo, a veces de forma negativa, otras de forma positiva (“ah, ¡pues hablas muy bien inglés!”) que son formas racializadas de decir “tú no eres de aquí” o “de todas maneras se te nota un poco que eres de fuera”.
P. Estuvo dos años en España en el 2021, ¿qué tal la experiencia en Madrid?
R. Excelente, me pareció que los madrileños estaban muy cambiados. Cuando viví allí en 1998, los españoles me corregían constantemente mi manera de hablar. No era malintencionado, supongo que ellos creían que era una manera de ayudarme a adaptarme mejor, pero en mi propia lengua. Eso me irritaba. Ahora noto más interés por la diferencia, creo que habido un cambio para mejor
P. ¿Volverá a Chile?
R. Siento que yo nunca me he ido totalmente, allí sigue mi familia. Afectivamente, estoy muy conectada a Chile y voy con frecuencia. Me pasé la mitad de la pandemia en Santiago. Por otro lado, leo los periódicos, escucho la radio… Mis referencias siguen siendo muy chilenas.
P. ¿Cuál es su relación con la mortalidad?
R. Desde pequeña tuve una condición médica que me hizo tener más presente la posibilidad de la muerte y es algo que ya tengo muy integrado. Intento que mi vida sea lo más intensa, aprovechada y agradecida posible, porque lo raro es vivir. Yo ya estoy haciendo todo lo que quiero hacer antes de morir, que es principalmente escribir.
P. ¿Cuál es su próximo proyecto?
R. Acabo de terminar una biografía intelectual propia, a propósito del Premio Iberoamérica de letras José Donoso, hablando de los temas que me han acompañado siempre. La enfermedad, el feminismo, lo social. Se llama Tantos frentes y lo publicará este mes de septiembre la editorial de la Universidad de Talca, que convoca el premio.