Por Luis Alberto Martínez / @LuisMartiMX
Por años, inundaron las redes sociales y los medios de comunicación con toda clase de ideas y narrativas dirigidas a descalificar al Presidente Andrés Manuel López Obrador, su gobierno, su gabinete, sus acciones y todo lo que representa la denominada Cuarta Transformación. Algunas plumas lo llamaron el «golpe de Estado blando». Fallaron.
Los «spin doctors» se autodefinen como artífices de la propaganda moderna, transformando la realidad a través de técnicas sofisticadas de comunicación para proteger y promover los intereses de sus empleadores, cobran millones de pesos por ello.
El aplastante triunfo de Claudia Sheinbaum la coloca como la candidata presidencial más votada en la historia de México, incluso por encima de AMLO; el dominio del Congreso de la Unión asegura el denominado Plan C, y las numerosas victorias de Morena en las elecciones locales hablan de una importante movilización en cada rincón del país, Todo esto confirma que las personas salieron a votar sin tomar mucho en consideración seis años de «hashtags», «tendencias», «audio-escándalos», «grandes revelaciones» y teorías conspirativas. La gente salió a refrendar su confianza en un gobierno que funciona.
Fueron miles de millones de dólares los que se invirtieron en plataformas como Meta y Twitter —ahora X— para posicionar casi a diario incontables mensajes de repudio, crítica, análisis y desinformación sobre el ejercicio gubernamental de López Obrador.
Como lo señalan los manuales de golpes blandos, las fuerzas opositoras buscaron amplificar los conflictos al construir un clima de constante descontento, promocionar factores de malestar y acusar una y otra vez fallas gubernamentales y denuncias de corrupción. Con la fuerza de la repetición, en seis años posicionaron en la agenda mediática fuertes escándalos que se convirtieron casi en dogmas, como la «Casa Gris» de los hijos del Presidente, sus relaciones con el narcotráfico, su saludo a la mamá del Chapo, el interminable hashtag #NarcoPresidente, y el supuesto rechazo al Aeropuerto Felipe Ángeles, entre otros.
En la praxis electoral, nada de esto funcionó; no cambió en absoluto la voluntad de un pueblo expresada en las urnas en 2018, porque, si hacemos bien las cuentas, personas que no votaron por la 4T en 2018 hoy sí lo hicieron en 2024. ¿Dónde quedaron los millones de desencantados que la oposición señalaba? ¿Dónde quedó el voto de castigo de la clase media? ¿Dónde quedó la «Marea Rosa»?
No son pocos los consultores que terminaron vendiendo espejitos a la derecha. La endeble oposición mexicana confió demasiado en esta industria de la calumnia y la manipulación. Sacaron dinero de un bolsillo para meterlo en otro; es decir, la oligarquía mexicana se roba y engaña entre sí.
Compraron miles de bots que no salieron a votar ni convencieron a nadie, o a casi nadie, de cambiar su intención de voto. Invirtieron y crearon su propio batallón de influencers que repitieron una y otra vez los mismos mensajes de repudio, sin cambiar en nada la voluntad del Pueblo mexicano. Manipularon encuestas, invirtieron en call centers e inundaron las redes de videos de guerra sucia. Absolutamente nada les funcionó.
¿Con qué cara estas empresas pueden salir a vender sus servicios a otros incautos políticos que las contraten? ¿Cómo pueden justificar ahora que las más sofisticadas técnicas de campaña política digital son funcionales?
Las consultorías de la derecha están en crisis; los «spin doctors» de la política mexicana fueron derrotados, humillados y desenmascarados. Los falsos profetas del «marketing digital político y estratégico» quedaron reducidos a charlatanes del escándalo.
El Pueblo de México privilegió los resultados, la confianza, la justicia social y, sobre todo, la esperanza en una mujer que dará, con otra mirada, continuidad a un proceso de cambio radical en nuestro país.