Miguel Ángel García Vega / ethic
«El capitalismo está muerto, en el sentido de que sus dinámicas no gobiernan nunca más nuestras economías. Este papel ha sido reemplazado por algo muy distinto que yo llamo tecnofeudalismo». Así de contundente se muestra el economista y exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis (Atenas, 1961) en esta entrevista concedida a Ethic con motivo de su último libro.
La manera de entender la vida de Yanis Varoufakis encaja con el verso de la poeta Alejandra Pizarnik: «No quiero ir nada más que hasta el fondo». Para él, ese cenote se escribe hoy en ocho palabras: «El capitalismo ha muerto y tenemos algo peor». Economista, escritor, político, profesor. Suya es ya una pelea, cuando era ministro de Finanzas de Grecia, con eco de historia política. La oposición frente a la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional) en 2015, durante la crisis de deuda pública, por las duras condiciones impuestas para rescatar la economía griega. En realidad era una sola: austeridad. Él dijo que no. Rechazó la propuesta y consultó a Grecia en las urnas. Sus conciudadanos se opusieron a la catastrófica precariedad que amanecía en el horizonte. Fue entonces cuando el periódico Financial Times —en contra de la negativa helena— le apodó «el hombre más irritante en la habitación». Sin embargo, y por sorpresa, el entonces primer ministro Aléxis Tsípras aceptó las condiciones. La decisión rompió una amistad de años y Varoufakis dimitió tras solo cinco meses en el cargo.
Disidente de la ortodoxia, Varoufakis es uno de los pocos economistas del mundo —con la salvedad de Piketty, Krugman o Stiglitz— cuyo pensamiento compite en los anaqueles de las librerías junto a escritores imprescindibles o narradores super-ventas. En su último texto, Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo (Deusto), una carta de más de 200 páginas dirigida a su padre, Georgios, un comunista griego-egipcio fallecido hace poco, Varoufakis avisa que existe una lucha mundial por dominar un nuevo orden económico y político. No es solo la dependencia de los oligarcas tecnológicos como Jeff Bezos, Elon Musk o Mark Zuckerberg: entramos en un sistema que mezcla feudalismo y tecnología. La sociedad paga el diezmo a los nuevos barqueros por atravesar la laguna Estigia. «Bezos (dueño de Amazon) no produce capital. Cobra rentas. Esto no es capitalismo, es feudalismo. ¿Y nosotros? Somos los sirvientes. Ni siquiera nos damos cuenta de que cuando tuiteamos o subimos un post en esas compañías estamos creando valor», advierte el economista. La entrada en una sociedad más medieval e injusta. Por eso, el tecnofeudalismo es gran parte de su cosmogonía. Se trata de un libro trascendente escrito por un doctor en Economía y Matemáticas que imparte clases de Económicas en la Universidad de Atenas, autodefinido como «un marxista libertario» que suele circular en moto o en un Mini rojo por calles de una ciudad sacada, diríase, del mito de Teseo.
La entrevista, a través de Zoom, ocurre con el fondo de su casa en la isla de Aegenia —a una hora en el ferry que parte del puerto de El Pireo—, con las vistas que deja una enorme librería repleta de títulos que, como estratos superpuestos, han levantado su pensamiento. Ahí aparece una referencia de la literatura helena, Nikos Kazantzakis (1883-1957), quien escribió en su epitafio: «No espero nada, no temo nada. Soy libre». Igual que Varoufakis, igual que sus palabras.
«¿Cuál es mi hipótesis?», se pregunta en su último libro. «El capitalismo está muerto, en el sentido de que sus dinámicas no gobiernan nunca más nuestras economías. Este papel ha sido reemplazado por algo muy distinto que yo llamo tecnofeudalismo. En el fondo, mi tesis es una ironía que puede parecer confusa al principio pero que espero mostrar que tiene todo el sentido: lo que ha matado al capitalismo es… el propio capitalismo. No el capital tal y como lo conocemos desde el amanecer de la era industrial, sino una nueva forma, una mutación que ha arraigado en las dos últimas décadas, mucho más potente que su predecesor que, como un virus estúpido y celoso, ha acabado con su huésped. ¿Qué ha sucedido? Dos cosas. La privatización de internet por las grandes tecnológicas estadounidenses y chinas. Y la manera en la que los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008».
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A lo largo de la historia, los imperios se han creado y se han hundido, y las fronteras, ya sea a la fuerza o por acuerdos, han cambiado. ¿Atravesamos ese mismo momento?
YV: El principal motor del cambio histórico ha sido el error. Primero, tenemos a la humanidad que se mueve muy rápido en términos de capacidades. Segundo, el mundo se divide en dos. Por un lado, está el dólar estadounidense y la combinación de las big tech, Silicon Valley y Wall Street. Por el otro, las grandes tecnológicas chinas que compiten con un sistema financiero en desarrollo. Si se analiza el crecimiento de los BRICS, [Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica], América Latina, los Emiratos Árabes y el acuerdo de Arabia Saudí con Irán, hay detrás un giro geopolítico tectónico. El mantenimiento de la hegemonía de Estados Unidos exige, más que prevenir la entrada de dinero extranjero que compre conglomerados capitalistas, como Boeing o General Electric, enfrentarse con el único cloudalist [capitalista en la nube] que surge como amenaza: China.
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El mundo gira, cambia. Nadie viste hoy la ropa que llevará pasado mañana. Los mercados, el medio básico del capitalismo, han sido sustituidos por plataformas comerciales online que parecen pero no son mercados, y resulta más fácil entenderlas como si fueran feudos. Y el beneficio, el motor del capitalismo, fue reemplazado por su predecesor feudal: la renta. Específicamente, una forma de renta que hay que pagar para acceder a las plataformas y, más ampliamente, a la nube. Varoufakis lo llama: cloud rent, renta en la nube.
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¿Todo este universo de nuevas tecnologías (la inteligencia artificial, los robots, la nube, ChatGPT) forman parte del problema o de la solución?
YV: La tecnología ha estado a nuestro alrededor desde el comienzo de los tiempos. Se puede utilizar a favor de la humanidad y también, de forma horrible, en su contra. Es una decisión del ser humano y de la sociedad en la que vive.
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El economista regresa a la política. Está casado con la artista Danae Stratou y tiene una hija de 11 años, Xenia, de un matrimonio anterior, que estudia actualmente en Sídney (Australia). Su último libro tiene algo de continuación de Hablando con mi hija de economía, en el que trataba de explicarle por qué había tanta desigualdad en el mundo y qué consecuencias tenía. Esto, pues Varoufakis siempre intenta una cosa: entender el tiempo en el que vive y huir de los pronósticos. Aunque a veces para entender este lugar con 8.000 millones de almas haría falta el hilo que Ariadna le dio a Teseo para matar al minotauro y salir del laberinto.
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¿Cómo se explican las victorias de Geert Wilders, líder del partido de ultraderecha Libertad en los Países Bajos, y del anarcolibertario Javier Milei en Argentina?
YV: Es una historia muy larga. El giro comenzó en el crash financiero de 2008, que es análogo a la Gran Depresión de 1929. El mundo cambió ese año: el ascenso de los fascismos, el aumento de la desigualdad, la xenofobia, los populismos, el aislamiento… En 2008 ocurrió exactamente lo mismo. A partir de ese año se crea una enorme ola de neofascismo que ahora rompe en los Países Bajos y Argentina. Pero también sucede en Alemania [Alternativa para Alemania], Europa del Este, Francia —con Marine Le Pen encabezando las encuestas— o el Brexit, que es un movimiento xenófobo de derechas. Piense en Lula: ha ganado en Brasil, aunque solo por un 1% frente a Bolsonaro, y Donald Trump quiere emprender el camino de vuelta. Lo que sucede en Argentina y los Países Bajos hay que entenderlo como un resultado de la crisis del poscapitalismo iniciada en 2008.
El feminismo es el movimiento social más importante y transformador de las últimas décadas. Sin embargo, no tiene un proyecto económico común. Existen infinidad de interpretaciones. ¿No le resta fuerza?
YV: Todo empieza con la división del trabajo. Conviene recordar que vivimos en una sociedad patriarcal. La sociedad explota a las mujeres de muchas formas distintas. Habitualmente tienen que trabajar más: tanto dentro de la casa como fuera. En las empresas, deben obtener unos resultados y una eficiencia media mejor que la de los hombres. En todas las sociedades hay formas para aumentar su explotación, lo único que hay que hacer es distribuirla de otra manera. Cambias el sistema y a la vez también la manera de explotarlas. Hay algunas grandes compañías, por ejemplo en Estados Unidos, cuya consejera delegada es una mujer, pero la única vía para llegar a ese puesto es si existe otra mujer que trabaja en el hogar, generalmente negra. Ahora las empresas dicen «tenemos más consejeras» sin hablar del patriarcado que existe en todos los niveles de la sociedad y de la economía.
¿Las compañías renovables salvarán a Europa de la dependencia del petróleo y el gas?
YV: No. Porque Europa está invirtiendo muy poco. La austeridad de 2008, la crisis de la deuda de 2012 en España, Grecia, Alemania… El dinero que se está destinando es mínimo en comparación con las necesidades que exige la transición energética. El Viejo Continente lo está haciendo verdaderamente mal.
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Todo texto tiene algo —o mucho— de personal. Su libro fue concebido en los tiempos de la pandemia. Está escrito pensando en su padre, quien trabajó como ingeniero químico en la acería de la ciudad de Eleusis durante seis décadas. En los años 40 del siglo pasado, en medio de la guerra civil, fue condenado a cinco años de «reeducación política» en la cárcel por negarse a delatar a sus compañeros del partido comunista. Estos días son distintos. Quizá carece de sentido la diferencia entre derechas e izquierdas. «Las personas de derechas piensan en el capitalismo como un sistema natural, algo parecido a la atmósfera», relata en The Guardian, «mientras que la izquierda se considera un ser creado por el universo para imponer el socialismo sobre el capitalismo. Te lo estoy diciendo: ¿sabes qué? Te lo perdiste. Alguien mató al capitalismo. Tenemos algo peor».
Tenemos una guerra en Ucrania, donde los ucranianos corren el riesgo de ser poco a poco olvidados, una batalla entre Israel y Hamás que se argumenta que debería solucionarse con el reconocimiento del Estado palestino, la vuelta a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el retorno a las fronteras anteriores a 1967. Y tenemos las dos últimas frases del libro: «¡Sirvientes de la nube, proletarios de la nube y vasallos de la nube del mundo, uníos! No tenemos nada que perder excepto nuestras cadenas mentales». Ese es el mito de Varoufakis.
Fuente: https://ethic.es/entrevistas/entrevista-yanis-varoufakis/