Si antes nos fijábamos en las miradas o la disposición de los cuerpos, ahora en Instagram o WhatsApp valoramos la frecuencia de las interacciones, el uso de ‘emojis’ o la velocidad de respuesta. El universo digital también tiene sus propios códigos para determinar si el otro siente el mismo interés o no
AROLA POCH / Málaga / EL PAÍS
Pedro y María tuvieron sus primeras citas a finales de los años noventa. Se encontraban en una cafetería, tomaban algo y charlaban. Entre frase y frase, se colaba una mirada escurridiza acompañada de una sonrisa cómplice, una mano que rozaba ligeramente una pierna en un determinado momento, unos cuerpos inclinados hacia adelante en señal de acercamiento… Todas esas señales de comunicación no verbal añadían mucha información a la conversación que estuvieran manteniendo. Clara y Laura tienen alrededor de 20 años y se están conociendo en la actualidad, con una comunicación intensa a través de alguna aplicación de mensajería instantánea o redes sociales. Todos esos gestos y miradas tan importantes que Pedro y María se dedicaban antes se trasladan ahora, a su manera, al mundo digital en forma de señales que son lo que se llama Digital Body Language (DBL) o Lenguaje Corporal Digital.
Con las conversaciones a través de medios digitales surgió la necesidad de añadir entonación a las frases escritas y, con ella, aparecieron los emoticonos y luego los emojis. En el estudioDeciphering Digital Body Language and the Gen-Z in New Normal, publicado el pasado mes de enero, concluyeron que “los gráficos no verbales (emojis) cambian el contexto de la comunicación escrita y el receptor y el emisor comprenden las palabras y oraciones detrás de las señales no verbales”. Ahora, con el DBL se va un paso más allá al añadir al uso de emojis más señales no verbales digitales como la frecuencia, el tiempo de respuesta o la longitud del mensaje, entre otras.MÁS INFORMACIÓN
La aplicación de citas online Hinge ha estudiado el uso de este tipo de lenguaje digital entre sus usuarios y halló que la mayoría (un 77%) consideraba que el lenguaje digital de un match revelaba mucho sobre sus intenciones, un 69% lo tenía en cuenta para decidir si quería continuar con la relación y un 56% admitía haber analizado demasiado esas señales en algún caso. Con estos datos —publicados a principios de febrero de 2024—, su estudio indica que “un buen DBL es esencial para evitar confusión, reducir la ansiedad previa y brindar tranquilidad antes y después de las citas”. El Lenguaje Corporal Digital añade actitudes, intenciones y emociones.
Es importante saber leer lo que no se dice en voz alta (o escrita), así que para empezar a entender el DBL hay que conocer cuáles son esas señales que entran dentro de ese lenguaje no verbal digital. Algunas son quién inicia la conversación, la periodicidad de los mensajes, el momento del día en que se envían, cuánto se tarda en responder, la longitud, el uso de emojis (y qué emojis), las interacciones en redes sociales, la reacción a historias de Instagram y qué tipo de imágenes se suben a las redes. Todo esto va dando pistas de por dónde va la relación. Pero estas señales no son un lenguaje universal, ni tan siquiera los emojis tienen un único significado común para todo el mundo. El género, la edad y la cultura influyen en su interpretación, con lo que, al igual que en la comunicación no verbal, pueden surgir los malentendidos si ambas personas no interpretan de la misma forma las señales. Para una persona tardar un día en responder puede ser mucho, para otra, lo normal; usar emojis puede ser un signo de acercamiento para unas y de superficialidad para otras; no empezar las conversaciones puede interpretarse como desinterés o ser muestra de timidez; enviar el icono con forma de llama puede significar que hace calor o pasión… y así con todo. No existe un manual de usuario.
Una comunicación clara y directa es recomendable para evitar malentendidos. Si estamos empezando una relación con alguien, se puede hablar sobre las rutinas de uso de móvil, cuánto se tarda en responder, avisar si no se va a estar disponible, ajustar expectativas sobre frecuencias… Si algo no se acaba de entender, es mejor preguntarlo directamente a quedarse con una interpretación propia que pueda estar alejada del significado que le da la otra persona.
Logan Ury, director de Ciencia de las Relaciones de Hinge, aporta una serie de ideas sobre cómo utilizar el DBL para que ayude y no perjudique. “No asumas que la falta de mensajes de texto indica falta de interés. Por supuesto que puede ser una señal de lo que alguien siente por ti, pero no siempre es así. En lugar de eso, presta atención a las acciones e intenciones que hay detrás de sus palabras”. También remarca la importancia del refuerzo positivo: si gusta recibir noticias de alguien, hacer saber lo mucho que agrada ver un mensaje de esa persona puede ayudar a que se repita esa conducta. Y si a alguien no le gusta la comunicación digital y la otra persona necesita más contacto, se puede acordar enviar algo sencillo, un simple emoji o un meme, que signifique un “me acuerdo de ti”.
La generación Z son quienes tienen más en cuenta el DBL en sus relaciones
Las personas nacidas a partir de 1995, pertenecientes a la generación Z, han vivido en un mundo conectado, en el que los móviles son una extensión de la propia persona y sirven para todo, desde informarse y entretenerse hasta relacionarse. Algunos datos de uso apuntan que un 95% de las personas de este grupo tiene móvil, un 55% lo usa cinco horas o más al día y un 26% llega hasta las 10 o más horas diarias. Con todo esto, no es extraño que sea la generación Z, según el estudio de Hinge, la que tiene más en cuenta el DBL a la hora de determinar el interés de una persona y quien más utiliza, también, las señales digitales. Un ejemplo de ello es que quienes estaban alrededor de la veintena mostraban más intención que los integrantes de la generación anterior en “hacerse los interesantes” retrasando conscientemente el tiempo de respuesta para no parecer demasiado ansiosos. Los millennials, por el contrario, se manifestaron un 50% menos propensos a adoptar esta actitud.
Pero todo esto no es solo cuestión de una generación de jóvenes. María, que ahora tiene 46 años, está empezando una relación con Alberto y se envían mensajes con emojis, se escriben con frecuencia, se contestan rápidamente y se siguen en redes sociales, donde ponen un corazón a las publicaciones del otro. El lenguaje digital corporal aporta matices y puede generar desde calidez hasta inseguridades. Un emoji puede valer más que mil palabras.
Arola Poch es psicóloga por la Universidad de Barcelona, licenciada en Comunicación Audiovisual por la UOC y sexóloga por la Universidad Camilo José Cela. Es experta en educación y divulgación sexual, con varios libros publicados. Atiende en consulta de sexología y terapia de parejas.