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Colocadas en los puntos más altos del poder en México, funcionarias públicas hablan de cómo llegaron hasta ahí, cuáles han sido las enseñanzas y cuáles son los retos para las que vienen detrás de ellas

La ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, afirma que es momento de voltear a vernos a todas, de reconocernos, respetarnos y estar unidas desde nuestra diversidad

IVONNE MELGAR / EXCELSIOR

Las mujeres que hoy ocupan los principales espacios de poder político en México coinciden en que no ha bastado con llegar a esas posiciones.

Para lograr una transformación cultural profunda, señalaron, deben reconocerse los desafíos particulares que cada mujer enfrenta, además de ejercer el mando de manera plena y real, así como no repetir vicios machistas.

En entrevistas con Excélsior, Norma Piña, Ana Lilia Rivera, Marcela Guerra, Mónica Soto y Patricia Dávila, presidentas de la Suprema Corte, del Senado, la Cámara de Diputados, del Tribunal electoral y secretaria general de la UNAM, respectivamente, reflexionaron sobre el Día Internacional de las Mujeres.

Piña advirtió que la participación femenina por sí sola “no garantiza ni trastoca nada”, pero confía en que este será tiempo de mujeres si todas se reconocen y respetan para derribar las barreras que cada una enfrenta para lograr una igualdad real.

La discriminación, la desigualdad y la violencia contra las mujeres en México son diversas para diferentes mujeres”, acotó.

Para Rivera, el clímax de este tiempo no llegará creando leyes para generar igualdad, pues hay que ejercer el poder de verdad, evitando las presiones machistas.

Sí estamos empujando ese proceso, pero hay una resistencia cultural muy grande, que incluso las mujeres fomentamos”, admitió.

Guerra destacó el triunfo de la paridad legislativa, pero hay pendientes. “Existen barreras que deben derribarse, se logró el acceso a muchos espacios, falta el ejercicio pleno de las mujeres”, reflexionó la diputada.

La magistrada Soto advirtió sobre las intimidaciones que sufren las mujeres que alcanzan espacios de representación política. “Aún son pocos los liderazgos de mujeres transformadoras que ejercen el poder con pleno poder”, sostuvo.

Para Dávila, las mexicanas han roto muchos techos de cristal, pero otras más siguen subordinadas y subyugadas a un ambiente misógino y violento.

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Tirar juntas las barreras: Norma Piña

Afirma que es momento de voltear a vernos a todas, de reconocernos, respetarnos y estar unidas desde nuestra diversidad

 

La ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, lo advierte claramente: la participación de las mujeres, por el hecho de serlo, “no garantiza ni trastoca nada.”

Pero confía en que este será tiempo de mujeres si todas nos reconocemos y respetamos para derribar las barreras que cada una enfrenta para lograr una igualdad real.

–Es tiempo de mujeres, ¿estamos en el clímax?

–Me gustaría replantear esta pregunta, porque no creo que podamos preguntarnos si hemos llegado a alguna cima si antes no reconocemos que no puede hablarse de las mujeres como una sola o única categoría. Las mujeres somos muy diversas. Tenemos problemas, deseos, creencias, contextos, proyectos de vida, muy diferentes.

La discriminación, la desigualdad y la violencia contra las mujeres en México son diversas para diferentes mujeres. No vivimos las mismas formas de discriminación y violencia. Una mujer indígena que vive, además, el racismo o la pobreza extrema; una niña o adolescente en situación de vulnerabilidad; una mujer migrante que ha dejado atrás su vida y su hogar para escapar de la pobreza o la violencia; una mujer trans; una madre buscadora que ha perdido a su hija; una mujer criminalizada por ejercer sus derechos sexuales o reproductivos, o una mujer con discapacidad que, además, vive la discriminación del capacitismo.

¿Ellas están en la cima? ¿Podemos pensar que alguna de nosotras está en la cima cuando tantas mujeres siguen viviendo formas de discriminación o violencia extremas? ¿Podemos decir que es tiempo de las mujeres cuando persiste en México una enorme desigualdad y violencia de género? Por eso, yo invito mejor a preguntarnos ¿cuáles son las violencias, las desigualdades de las distintas mujeres en México? ¿Podemos decir que es tiempo de todas las mujeres? ¿De cuáles mujeres? ¿Qué hacemos para que sea tiempo de todas las mujeres?

Estaría de acuerdo en decir que es tiempo de mujeres si esto quiere decir que es tiempo de voltear a vernos todas, de reconocernos, respetarnos y estar unidas desde nuestra diversidad. Pensemos cómo derribar juntas las barreras que cada una enfrenta en su contexto para lograr una igualdad real y una vida sin violencia. Sólo será tiempo de mujeres si es para todas las mujeres. Creo que estamos muy lejos de poder decir que es así en México.

–Tradicionalmente, los espacios de la toma de decisiones han sido de y entre hombres. ¿Considera que la creciente participación femenina en la vida pública está modificando los espacios donde se toman los acuerdos y se plantean discrepancias y diferencias?

Las mujeres, ¿estamos preparadas, somos independientes y autónomas o nos pesa la sombra del “líder” masculino?

–Voy a responder a estas dos preguntas juntas, porque creo que van de la mano.

Cuando, hace poco más de un año, por decisión de la mayoría de mis compañeras y compañeros en la Suprema Corte de Justicia de la Nación me convertí en la primera mujer en presidir el Poder Judicial de la Federación, les externé mi reconocimiento por haber impulsado que se rompiera lo que hasta entonces parecía un inaccesible techo de cristal.

Por supuesto, creo que la participación creciente de las mujeres en los espacios donde se discute y decide, al menos más visiblemente, la vida pública del país ha trastocado una estructura que tanto tiempo fue eminentemente patriarcal. Sin el esfuerzo de muchas mujeres que nos han adelantado en este camino, que abrieron brechas y lucharon sin descanso por la igualdad, hubiera sido imposible tener una presidenta del Poder Judicial Federal.

Pero también creo que este cambio en nuestro país fue posible porque no sólo las mujeres, sino también muchos hombres y gran parte de la sociedad en México, sobre todo las generaciones más jóvenes, comprende cada vez más claramente que la desigualdad en cualquiera de sus formas no puede tener cabida en ninguna sociedad que crea en la justicia, en la democracia y en los derechos humanos de todas las personas.

¿Por qué digo esto aquí? Creo firmemente que debemos trascender una visión binaria, dejar de pensar en lo femenino y lo masculino como bandos en constante disputa. Dejar de preguntarnos, por ejemplo, si nos pesa la “visión del líder masculino”, pues realmente implica seguir imaginándonos, construyéndonos, desde los estereotipos de género que tanto daño nos causan y, a partir de la mirada que se entiende como “masculina”, aunque sea para oponernos o rebelarnos a ella.

Por eso, nos invitaría, en vez de seguirnos pensando desde la referencia binaria que nos compara o intenta definir a partir de “lo masculino”, a preguntarnos qué nos falta para reclamar y habitar plenamente nuestra libertad de ser como somos o construirnos como queremos ser. Ésa es la libertad por la que sí creo que vale la pena luchar contra viento y marea, hasta alcanzarla para todas.

Y también –aunque creo firmemente en la paridad y la erradicación total de cualquier forma de discriminación por razones de género– porque desde mi punto de vista, la sola participación de las mujeres, por ser mujeres, no garantiza ni trastoca nada.

Entonces, no basta sólo con abrir los espacios. Es necesario acompañar a las mujeres para que realmente puedan habitarlos. Esto implica remediar posibles causas de vulnerabilidad, como la pobreza, el racismo, el capacitismo o la heteronormatividad. O repensar, valorar y redistribuir las labores de cuidado en la sociedad para que no sigan recayendo desproporcionadamente en las mujeres, convirtiéndose en causas de desigualdad.

–México, su sociedad, sus políticos, sus instituciones, sus gobernantes ¿cómo responden al avance de las mujeres? ¿Están a la altura? ¿En dónde están los déficits.

–Si hubiera que tomar una sola gran medida, desde su ámbito de responsabilidad, en beneficio de las mujeres, ¿cuál sería?

–La medida más importante que podemos realizar desde el Poder Judicial de la Federación a favor de las mujeres es seguir trabajando cada día incansablemente para garantizar nuestros derechos en los términos que nos mandata la Constitución y mejorar radicalmente las condiciones de acceso a la justicia para todas.

La Suprema Corte ha avanzado sustantivamente en muchos temas relacionados con la igualdad de género. La seguridad social que debe proteger a las trabajadoras del hogar; el reconocimiento de la doble jornada laboral de las mujeres; el afianzamiento de los derechos sexuales y reproductivos; los protocolos y estándares de investigación para asegurar que las muertes violentas de mujeres se realicen con perspectiva de género. Pero nos falta mucho para que exista la igualdad de género real para todas y para que la violencia contra las mujeres –política, familiar, económica, física, feminicida, transfeminicida– se detenga.

Por eso, abordando otra de tus preguntas, si la sociedad, los políticos o las instituciones y los gobernantes respondemos al avance de las mujeres, yo otra vez cuestionaría si podemos hablar en general de avances para todas las mujeres. ¿Para qué mujeres, qué avances?

Para estar a la altura, para que pueda hablarse de avances de las mujeres, de todas, creo indispensable que cada una de las autoridades que formamos parte de las instituciones de seguridad, procuración e impartición de justicia asumamos, sin pretextos, sin tintes políticos, sin egos, nuestra responsabilidad de garantizar a cada niña, adolescente y mujer de este país su derecho a vivir sin miedo, sin tristeza, pérdidas innombrables de las personas que aman, en igualdad y libertad, en paz.

Por eso —y ésta también es una de las medidas que intentamos desde la presidencia del Poder Judicial de la Federación— convoqué el pasado 29 de febrero a un Encuentro Nacional para una Agenda de Seguridad y Justicia, para que, escuchando y dialogando autoridades de todos los sectores, poderes y órdenes de gobierno, la sociedad civil, las personas que han sido víctimas de violaciones a sus derechos fundamentales y quienes las defienden y acompañan, logremos nombrar los principales retos y las acciones que debemos superar para la pacificación, la seguridad y la justicia en México. Incluyendo a las mujeres, las niñas y las adolescentes.

–¿Cuáles son los desafíos?

–Podría nombrar muchos, pero creo que uno de los más grandes desafíos, y al mismo tiempo motivo de orgullo, es representar al Poder Judicial de la Federación como presidenta, defendiendo nuestra autonomía e independencia con valor y firmeza, pero también con humildad y autocrítica. Escuchando y estando siempre dispuesta al diálogo respetuoso. Presidir el PJF con honestidad, convicción y cariño, por esta gran institución que ha sido parte fundamental de mi vida desde hace más de 35 años.

Desafíos que, creo, no pueden verse separados de los retos que enfrentamos en México para consolidar firmemente, sin posibilidad de regresión  alguna, los avances que construyen día a día nuestro  Estado constitucional de derecho, cimentado en el respeto, la protección y garantía a los derechos fundamentales de todas las personas.

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Fuente: https://www.excelsior.com.mx/nacional/tiempo-de-mujeres-solo-si-es-para-todas/1639965

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