Por José Ojeda Bustamante
A medida que nos acercamos a las elecciones de 2024, reconocidas por su significativa importancia histórica y probablemente por ser las más costosas hasta la fecha, nos enfrentamos a la necesidad de profundizar en uno de los dilemas más complejos de nuestra democracia: el fenómeno del abstencionismo. Este tema, de gran relevancia, nos obliga a considerar la especificidad de cada contexto y localidad, dada la diversidad de variables que intervienen y hacen inviable cualquier intento de generalización.
El abstencionismo, especialmente marcado en comunidades rurales de estados como Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Puebla, nos revela una problemática multifacética. La falta de acceso a las urnas, exacerbada por las condiciones de pobreza, plantea un obstáculo significativo para la participación electoral, aunque este fenómeno no se presenta de manera uniforme en todas las elecciones. Existen momentos en que, gracias a esfuerzos de movilización y apoyos económicos, estas comunidades logran superar las barreras que les separan de las casillas electorales, mostrando una complejidad en la dinámica del abstencionismo que desafía cualquier simplificación.
Aunque históricamente se ha considerado al abstencionismo como un fenómeno marginal con poco impacto en el resultado electoral, estudios recientes sugieren una creciente desafección política entre los jóvenes, quienes se muestran reticentes a comprometerse con la votación y participan menos dentro de los partidos políticos. Esta tendencia señala un cambio significativo en la percepción y participación política, especialmente relevante cuando se observa a través de la lente del voto nulo.
El voto nulo, entendido como una expresión de descontento y apatía hacia las opciones políticas disponibles, se ha promovido en elecciones pasadas como una forma de protesta. En México, las campañas de 2009 y 2015 destacaron por impulsar esta modalidad de voto, buscando no solo rechazar a los candidatos presentes sino también exigir una mejora en la oferta política.
Este fenómeno no debe interpretarse simplemente como una falta de interés o conocimiento, sino como una decisión informada y racional de electores que, insatisfechos con las opciones a su disposición, optan por el voto nulo como un medio de expresión política. La teoría de la racionalidad del elector, propuesta por analistas como Daniel Zovatto, nos permite comprender el voto nulo no como un acto de apatía, sino como una crítica consciente y deliberada al sistema político.
Además, la práctica del voto nulo se erige como un mecanismo de presión democrática, un llamado a la reflexión sobre la calidad de la oferta electoral y la necesidad de reformas que respondan a las demandas de la sociedad. Según Flavia Freidenberg, este acto puede ser una herramienta efectiva para exigir transparencia, rendición de cuentas y mejoras sustanciales en el proceso electoral.
El voto nulo, ya sea intencionado o resultado de errores involuntarios, representa una abstención activa que desafía a los partidos y al sistema político a adaptarse y mejorar. A través de este gesto, los ciudadanos buscan visibilizar su rechazo a la oferta partidista actual y presionar por candidatos de mayor calidad y propuestas más convincentes.
En este contexto, la participación de los jóvenes en actos de «abstención cívica» adquiere una relevancia particular. Ellos, a menudo los más inclinados hacia este tipo de protesta, destacan la necesidad de escuchar y entender las demandas y desafecciones de la ciudadanía, recordando las palabras de Dilma Rousseff sobre la importancia de atender a las voces de la plaza pública.
A medida que avanzamos hacia las elecciones de 2024, es imperativo no solo observar sino también actuar frente a los desafíos planteados por el abstencionismo y el voto nulo. La dinámica electoral continúa evolucionando, y con ella, la necesidad de promover una participación ciudadana informada, crítica y comprometida con el fortalecimiento de nuestra democracia.
Sigue caminando el proceso electoral 2024, pero siguen saliendo los grandes desafíos y desafecciones de la ciudadanía, desde las antípodas seguiremos dando cuenta de ello.