La asociación Blanco, Negro y Magenta reivindica en una exposición a las artistas eclipsadas por el pintor malagueño.
HENRIQUE MARIÑO / PÚBLICO
Picasso devoró a sus mujeres y ahora ellas, otras, regurgitan los méritos de sus iguales: pintoras, fotógrafas, modelos, escritoras, bailarinas, poetas, filántropas… De todas se valió el pintor malagueño, porque no hay sopa sin puchero —quien modela el barro, quien se procura los ingredientes para el caldo, quien friega la vasija una vez ovacionado el cocinero—, ni cuadro sin molde ni inspiración. Por no hablar de los preliminares, ese Pablo que sujetaba el pincel cuando todo ya estaba listo y su estómago y su ego, saciados.
Una burocracia que opacó la carrera de algunas artistas, rendidas ante el genio —léase también en su acepción temperamental— del pintor malagueño, quien se encargó de velar su talento y de hacerlas sufrir, en algún caso, hasta las últimas consecuencias. Un influjo que se proyectó más allá de su muerte: sin ir más lejos, Jacqueline Roque, su segunda esposa, se pegó un tiró trece años después del fallecimiento de Picasso. Gracias a ella, el Guernica está expuesto en España. Desgracias a él, sus vidas fueron un almanaque mellado.
Por ello, Marga Colás homenajea a Roque en el grabado La adoración y el niño Dios, al igual que Yolanda Lalonso hace lo propio en Yo, Jacqueline, cuyo título ironiza con el narcisismo de Yo, Picasso, quien anuló a su pareja, desdibujada en la fotografía. Son dos de las artistas que rinden tributo a quienes lo acompañaron, a costa de que su valía cayese en el olvido, a veces con ayuda del sujeto, aunque Las mujeres en la vida de Picasso busca, precisamente, que ellas dejen de ser el objeto.
Organizada por la asociación de artistas Blanco, Negro y Magenta, el Instituto de las Mujeres (Madrid) alberga hasta el 5 de septiembre la muestra, en la que participan casi una treintena de artistas, quienes se han inspirado en alguna de ellas para honrar sus capacidades y sus méritos. Más allá de su sombra, en las obras no hay rastro de Picasso, pues precisamente no es una exposición contra el autor de Las señoritas de Avignon, sino a favor de quienes lo padecieron. O sea, un rescate de los tesoros que habían permanecido oxidados hasta ahora.
«Nosotras no juzgamos la obra de Picasso, sino que ponemos en valor el trabajo y la figura de esas mujeres brillantes que lo rodearon, desde una perspectiva feminista», advierte la comisaria de la exposición, Concha Mayordomo. «Hemos puesto especial énfasis en las que tuvieron una relación sentimental, personas con talento a quienes desafortunadamente solo se las conoce como musas, caso de la fotógrafa Dora Maar», añade la artista y fundadora de Blanco, Negro y Magenta.
Un proyecto que surgió del libro Vida con Picasso (Elba), de Françoise Gilot, pintora, crítica de arte y escritora fallecida el mes pasado a la que dos artistas, Virginia Rivas y Gema Lopesino, homenajean en Los colores de Françoise Gilot y La mujer que dice no, precisamente como la llamaba Picasso, de quien logró desembarazarse tras tener dos hijos con él, Claude y Paloma. Además de ella, figura otra pintora, Lydia Sylvette, aunque firmaba sus obras con el apellido Corbett.
En total, doce mujeres «eclipsadas» por Picasso a través de los ojos de las artistas Almudena Armenta, Amalie Leschamps, Anabel Pedrajas, Ángeles Saura, Blanca Prendes, Charo Corrales, Claudia Gallart, Dolo Fernández, Dora Román, Emi Azor, Esperanza Durán, Eugenia Canal Bedia, Eva Rodríguez, María Vega, María Jesús Manzanares, Marian Davies, Marta Albarrán, Narges Bazarjani, Rocío Ahnert, Soniya Patel, Teresa Blanco y Violeta Andreu, además de las citadas. Pintura, collage, grabado y fotografía con el único límite del formato, para que no pese más una obra que otra.
Sin apenas rastro de Picasso, a veces tampoco aparecen sus mujeres, como en el caso de Dora Maar, encarnada en una cámara fotográfica, pues la intención de Eugenia Canal Bedia era ensalzar en ISO 3.200 B/N 1/15 f:1.2 la calidad de su obra. «A pesar de que eran mujeres muy potentes e inteligentes, solo algunas lograron tener una identidad propia después de esforzarse mucho», explica Yolanda Lalonso, presidenta de Blanco, Negro y Magenta, quien insiste en que ni él las ayudó ni la sociedad les hizo un hueco. «Todo lo que conocemos es a través de la vida de Picasso, quien se aprovechó de ellas».
«Me he centrado en la invisibilidad de Jacqueline Roque porque no sabemos quién es. Todas han servido para que él pudiera expresarse y, de hecho, hizo un uso indiscriminado de ellas», asegura Lalonso. «Sin embargo, ninguna tiene un peso personal o artístico por sí mismas. Por ello, tanto yo como mis compañeras nos hemos propuesto descubrirlas».
Aunque sea ocultándolas simbólicamente de nuevo, caso de Eva Rodríguez, quien se vale de ceras y resinas para esconder a la poeta, escritora y documentalista Geneviève Laporte en El valor de lo invisible. Eugenia Tenenbaum, autora de Las mujeres detrás de Picasso (Lunwerg), se encargará de quitarles el velo este martes en una conferencia que tendrá lugar en el Museo del Traje (Madrid), donde Fernande Olivier, Eva Gouel, Dora Maar, Marie-Thérèse Walter u Olga Khokhlova volverán a ser protagonistas y no accesorios.