Es una de las grandes especialistas en un órgano que cada vez sufre más por la competitividad, el estrés y el fomento de las desigualdades socioeconómicas
PAULA CORROTO / EL CONFIDENCIAL
La neurobióloga Mara Dierssen (Santander, 1961) es una divulgadora excepcional de nuestro cerebro, además de ser una de las grandes especialistas en la investigación del síndrome de Down. En breves frases, muy claras, te explica cómo funcionan los neurotransmisores, las conexiones neuronales o que hace que un gen nos genere una alteración cognitiva. Eso le ha llevado a ser presidenta de la International Behavioral and Neural Genetics Society y de la Sociedad Española de Neurociencia. Como dato curioso, pero no extravagante: es vocalista del grupo de rock From Lost To The River que tiene un ánimo benéfico para ayudar a los proyectos de investigación.
Además, atiende a lo que nos rodea como factor determinante para los males que afectan a nuestro cerebro —y por ende a nuestro comportamiento— y que hoy están presentes en demasía en nuestro modelo social. La competitividad, la presión y, al final, el estrés están repercutiendo en el cerebro más de lo que creemos facilitando así la aparición de todo tipo de trastornos.
La mente es un producto del funcionamiento biológico del cerebro
De todo ello habló en esta entrevista llevada a cabo tras su charla en el Foro de Cultura de Valladolid hace unas semanas. Sin estrés y sin presiones.
PREGUNTA. ¿Qué y quiénes somos? ¿Somos nuestro cerebro, nuestra alma, nuestro espíritu? ¿Quién habla por mí?
RESPUESTA. Cuando tú hablas, hablas tú por ti [risas]. Pero ese es el eterno debate de la dicotomía alma, cuerpo, cerebro, mente. La mente es un producto del funcionamiento biológico del cerebro. Eso es incuestionable. Otra cosa es que podemos ser reduccionistas y decir que la mente se explica explicando el funcionamiento concreto de ese entramado biológico. Y desde la neurociencia todavía estamos intentando comprender cómo esas conexiones neuronales, esos cambios celulares se relacionan con la actividad mental. A ver, yo sé que si lesiono esta área concreta del cerebro va a haber una alteración de la memoria o en el lenguaje. Otra cosa es que yo pueda a partir de mi conocimiento explicar cómo se produce el lenguaje. Es distinto: la causalidad no es la correlación.
P. El cerebro es un órgano muy misterioso, pero se han descubierto muchísimas cosas. ¿Por dónde se está avanzando en los últimos años?
R. Sabemos muchísimas cosas. Sabemos cómo funcionan circuitos neuronales concretos, sabemos cómo se establece la conectividad, sabemos que determinados patrones de conectividad, según su organización espacio-temporal, pueden dar lugar a determinados patrones funcionales. Toda esa información nos ha hecho comprender mecanismos patogenéticos relacionados con el alzhéimer, que es una enfermedad que cursa con desconexión neuronal. O nos ha ayudado a entender las bases neuropatológicas del autismo. Pero de ahí a comprender qué es la mente hay mucho trecho, aunque yo creo que quizá no nos faltan tanto datos como reflexión sobre todo lo que sabemos. Y aun así ese conocimiento está contribuyendo de forma espectacular a muchos campos, no solo el de neurociencia.
P. El mundo occidental cada vez está más envejecido. No sé si eso es lo que explica que los esfuerzos en investigación cerebral vayan a enfermedades como el alzhéimer. Cada vez leemos más artículos con nuevos descubrimientos.
R. Sí, pero no se ponen todavía suficientes esfuerzos. Y ahora mismo tenemos una epidemia de salud mental. Después del covid, pero también con el cambio de modelo social, que es muy competitivo y cada vez está agrandando las diferencias sociales, y está haciendo que haya un sustrato de la población muy amplio que padece estrés, ansiedad, que está deprimido. Estamos frente a una auténtica pandemia de enfermedades neurodegenerativas y de salud mental, incluso neurológicas. Y se está poniendo poco énfasis en estos problemas. Se ha puesto mucho énfasis en otros aspectos, que también son muy importantes, como el cáncer o las enfermedades raras, pero se pone mucho menos énfasis en estas enfermedades que, como el cáncer, son crónicas, y que además cursan con un estigma social, una alteración de la calidad de vida brutal, no solo del paciente, sino de la familia también. Y en ese sentido, teniendo en cuenta cómo está aumentado la prevalencia… Estamos en una situación en la que un 30% de los europeos habrá tenido o tendrá algún tipo de alteración cerebral.
P. Ramón y Cajal decía que somos escultores de nuestro propio cerebro… Si esto es así, ¿por qué tras la pandemia estamos teniendo todos estos problemas de salud mental?
R. Porque estamos sometidos a mucha presión y el cerebro en situaciones de estrés y presión no funciona correctamente. El estrés es muy deletéreo para el cerebro. Después de la pandemia nos estamos encontrando con muchísimas personas que están sufriendo las consecuencias de la pandemia. Y luego tenemos los casos de covid persistente que afectan también al sistema nervioso. No es tan fácil. Además el covid ha acentuado todavía más las diferencias socioeconómicas y hace mucho tiempo que sabemos que una gestión inadecuada de esas diferencias socioeconómicas, y meto en el mismo saco los movimientos migratorios, las guerras y demás, esa incertidumbre y sensación de angustia, todo eso, mal gestionado, conlleva un incremento sustancial de las enfermedades cerebrales, tanto mentales como neurológicas, que al final afectan todas al cerebro.
P. Así que es una cuestión del modelo social actual.
R. El modelo social en el que estamos imbuye mucho estrés, fomenta las desigualdades y al final es un caldo de cultivo para trastornos de ansiedad, depresión, estrés, angustia… Estamos generando una sociedad muy tóxica. Pero, de nuevo, depende de nosotros. El mensaje no tiene que ser negativo. Todos tenemos que ser conscientes y ayudar a que eso no pase. Hay que ser generoso. El ser generoso creo que es algo que se ha perdido y es una de las características más maravillosas que tenemos los seres humanos. Esa empatía es la que nos hace ser generosos.
P. En toda esta amalgama de estrés, imagino que está todo el asunto de la interacción en las redes sociales. ¿Cómo afectan al cerebro estas nuevas formas comunicativas con las que prácticamente está desapareciendo la presencialidad?
R. Las redes sociales son complejas porque ya no es que tengas un incremento considerable de las interacciones sino que son impersonales y nuestro cerebro es social. Estamos programados para el contacto, para el tú a tú. Y el tener todos esos inputs, muchas veces que no son positivos, todas esas respuestas en las redes que la gente lanza casi sin pensar, son muy difíciles de gestionar. Hemos pasado a un modelo de interacción social en el que se maximiza esa interacción por redes y se minimiza la de tú a tú. Y, además, son interacciones fútiles, muy etéreas, no perduran en el tiempo. Si a eso le añades que hay un componente muy adictivo… Cada vez que tú recibes una notificación se ha visto que se produce un pico de la dopamina, un neurotransmisor que tiene que ver con el placer, con la adicción. Lo que sabemos es que los picos cortos y repetitivos de dopamina son muy adictivos. Entonces hay mucha gente que ya está en las redes no porque disfrute con ellas sino porque no puede dejarlas. Hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos y sí que puede haber algún caso de alguna persona que tenga algún tipo de estigma y piense que le es más fácil relacionarse sin que la gente le vea, pero en general no es un buen sustituto para la relación de tú a tú.
P. No es solo con las redes sociales. Para muchas gestiones, nos relacionamos ya con máquinas, incluso para algunas que son del ámbito íntimo.
R. Es muy frustrante porque es un robot que está programado y que te puede contestar a lo que te puede contestar. Si a eso le añades que hasta hace bien poco los algoritmos de reconocimiento de voz estaban más bien pensados para la voz masculina y no para la femenina, ¡que a nosotras no nos entendían!
P. ¿Y qué va a pasar con la inteligencia artificial, con chatbots como ChatGTP?
R: ChatGPT es, como todos los algoritmos de inteligencia artificial, en sí mismo es superútil. El problema es cómo lo utilices. Si yo tengo ChatGTP para hacer una búsqueda rápida de un problema concreto que tengo que solucionar, como recoge todo el conocimiento y lo hace de una forma bastante eficiente y fidedigna… Sin embargo, no lo puedes usar sin más. Siempre tiene que haber un humano detrás que tenga una capacidad crítica para decir, ah, me has encontrado esto que ya ni recordaba o que ha salido ahora hace poco. Ellos mismos en el disclaimer dicen: no copie y pegue, sino revíselo. Yo creo que todos estos avances son fantásticos, el problema es cómo los usemos. El problema somos nosotros, no los avances. Lo malo no es la tecnología.
P. Para insistir en que no es nada ludita, en su caso ha trabajado con los videojuegos para mejorar las capacidades cognitivas. También está la contrapartida: la adicción al videojuego y pasarse siete horas jugando sin parar.
R. Una cosa es que tengamos un chaval de 15 años que esté siete horas con un videojuego, y eso no es a lo que me refiero. Me refiero al poder de los videojuegos como herramienta de estimulación cognitiva, de seguimiento de esa estimulación y motivadora para que a los chavales les apetezca aprender cosas. ¿Por qué los niños se saben los nombres de los futbolistas y les cuesta tanto aprenderse la tabla periódica? Porque es mucho más interesante. Pero si les presentas la historia medieval en un videojuego, saben de historia medieval lo que tú quieras. Y con las series pasa lo mismo. Hacen que los chavales se enganchen a la Historia. Así que, ¿por qué no usar los videojuegos? Todo con moderación y sabiendo cómo los utilizan y no como un elemento para aparcar a tu hijo.
P. También propone investigaciones imaginativas, como la que han llevado a cabo con un compuesto del té verde que, al parecer, también puede mejorar las capacidades de las personas con síndrome de Down.
R. De hecho surge de una investigación muy seria, muy seria, muy seria durante muchísimos años. Lo que hicimos fue identificar un gen que está triplicado en el síndrome de Down. El síndrome de Down es una trisomía, lo que quiere decir que tenemos un cromosoma extra. Es decir, no se produce porque haya mutaciones sino porque hay exceso de dosis de un número muy elevado de genes. Es como si pones demasiada sal a un cocido, que no está bueno. Nosotros tratábamos de identificar de esos cientos de genes cuáles podrían ser más importantes para poder explicar lo que queríamos solucionar, que era el fenotipo cognitivo, es decir, la alteración cognitiva. Lo hicimos de dos formas: encontramos un gen que se expresaba durante el desarrollo del cerebro y también en el adulto, y además en zonas del cerebro que tiene que ver con el aprendizaje y la memoria, así que dijimos, este es un sospechoso interesante. Y pensamos: si solamente pongo en tres copias este gen y todo lo demás lo dejo normal, ¿soy capaz solo con este gen de producir la alteración cognitiva? Lo hicimos en un ratón y vimos que sí. Y dijimos: pues si solo normalizo la expresión de este gen en un modelo de síndrome de Down, a ver si recupero la cognición etc. Y resultó que sí. Cuando normalizábamos la sobredosis de ese gen recuperábamos las capacidades cognitivas de nuestro ratoncito modelo de síndrome de Down. El problema es que lo hacíamos con herramientas que no se podían trasladar a la clínica. Y ahí pensamos: ¿hay algún compuesto que inhiba a este gen? Y nos dimos cuenta de que una catequina del té verde resulta que tenía propiedades inhibidoras sobre este gen por lo que con ella conseguíamos normalizar el gen.
P. En la charla que ha dado en Valladolid, han surgido preguntas sobre el cerebro de los hombres, de las mujeres, sobre las razas… ¿Percibe que están volviendo ciertas teorías neurosexistas que avalaron incluso la frenología?
R. Hace unas décadas, estas teorías se hacían para justificar que el hombre era más inteligente porque como era más grande y tenía más neuronas… Se empezó a ver que no era verdad porque cuando observabas el cerebro en relación al resto del cuerpo tampoco había grandes diferencias entre hombres y mujeres. Ahora lo que se han hecho son estudios en los que se ve que, salvo en algunas regiones cerebrales que son dimórficas, tienen características sexuales, el resto del cerebro es un continuo. Creo que calcularon que hay un 3% de cerebros muy masculinos en lo que los cánones decían que era masculino, y lo mismo que los estudios sesgados que se habían hecho hasta entonces decían que era un cerebro femenino. Lo demás era un continuo. Y eso explica por qué las características de cognición arquetípicas son distintas, es decir, eso que se decía que los hombres leen los mapas en la mayor parte de los casos son cuestiones educativas. Si a ti desde pequeña te dicen, no, tú no leas el mapa que ya sabes que no lo sabes hacer, pues al final te lo crees.
P. Estaba ese otro mantra de que a los hombres se les dan bien las matemáticas y a las mujeres las letras, el lenguaje.
R. Eso es el math myth, el mito de las matemáticas, que consistía en que las mujeres no teníamos capacidad para las matemáticas. Hasta que se hicieron varios estudios en EEUU comparando las notas de chavales y chavalas cuando eran pequeños. Y las chavalas eran mucho mejores. Pero se empezó a ver que a medida que crecían el entorno les decía a las chicas: tú matemáticas, mejor no, tú ingeniería, mejor no. Les creaban inseguridad. Así que se hizo un experimento: si tú a una chavala o un chaval le decías antes de entrar en un examen de matemáticas, uy, esto la gente como tú no lo hace bien… Pues lo hacía mal. Pero si no le decías nada, lo hacía igual de bien.
P. ¿Y por qué las niñas tenían mejores notas que los niños?
R. Seguramente porque las niñas a esas edades, también por cuestiones culturales, son más responsables, tienden a estudiar más… Las notas, en general, son mejores en las niñas que en los niños. Lo que pasa es que luego la sociedad las convence de que no lo van a poder hacer. De hecho, en otro estudio lo que se vio es que los chavales no es que fueran mejores, es que creían que eran mejores y entonces lo hacían mejor. Una cuestión de confianza en uno mismo.
P. ¿Las musas existen? ¿Sabemos de dónde salen las ideas?
R. Eso es muy complicado porque para poder estudiar la creatividad desde un punto de vista científico tendríamos que definirla. Puedes hacerlo de distintas formas: comparando personas muy creativas y poco creativas y viendo su patrón de actividad cerebral imaginando algo para ver si tienen ese momento “ajá”. Pero ese momento “ajá” es muy difícil de pillar porque tú estás metido en una máquina de resonancia magnética y el inspirarte no es tan fácil. Así que es difícil objetivarlo.
P. Tendríamos que llevar electrodos todo el día puestos…
R. Y eso tampoco funciona del todo. Los encefalogramas tienen una resolución temporal muy buena, pero anatómica muy mala, así que no sirven a menos que los claváramos y eso creo que no sería la cuestión. La otra forma de hacerlo es ver quiénes resuelven un problema de creatividad. Ahí se ha hecho de todo.
P. Se lo preguntaba sobre todo por si existe el cerebro del genio, el del líder…
R. No, lo mismo que si existe el gen del genio. Sí que hay una cierta posibilidad de que haya familias que comparten esa genialidad, pero incluso en esa familia no todos son lo mismo. Por ejemplo, los Bach. Pues seguramente era una mezcla entre entorno y esa habilidad más o menos relativamente innata. El problema es, qué tipo de genialidad, artística, científica… Cuáles pueden tener un componente de genialidad superior a otra, cómo podemos de forma objetiva analizar eso… Hay preguntas que desde el punto de vista científico son más difíciles de contestar.
P. Lo que sí se sabe es que el cerebro también nos engaña, malinterpreta la realidad. Es como si no pudiéramos fiarnos del todo de él.
R. El tema es que nuestro cerebro es muy bueno adaptativamente en extraer la información fundamental en ese momento. Piensa la cantidad de información que recibimos por segundo. Es brutal y nuestro cerebro no puede manejarla toda. Lo que hacemos es que nuestro cerebro al final se fija y extrae lo que es relevante para nosotros. Y muchas veces lo que es relevante para nosotros es una mezcla de lo que nosotros consideramos relevante y ahí depende mucho de cómo nosotros interpretemos y las hipótesis que lanzamos. Al final, la experiencia subjetiva es lo que para ti es la realidad, que surge de una mezcla entre la selección de información, la información que tú filtras y la comparación con tu experiencia previa o con tus expectativas. Lo que sale de toda esa ecuación no es siempre objetivo.
P. Quiero terminar con una cuestión de la que han hablado en la charla: el cerebro de los animales madura mucho más deprisa que el nuestro. Es decir, un gato de dos meses ya es autónomo, anda, come solo, etc. Nosotros, sin embargo, somos dependientes durante muchísimo tiempo. ¿Eso cómo nos ha afectado como especie?
R. Como especie estamos donde estamos gracias a que nuestro cerebro depende mucho de la experiencia para terminar de conformarse. Eso nos hace muy adaptables y eso desde el punto de vista evolutivo es muy importante, que seamos capaces de adaptarnos al entorno y de modular el entorno para que sea más útil para nosotros. Cuando comparamos el peso genético versus el entorno en el desarrollo cerebral se ha visto que el entorno es muy importante. Por eso, la frase de Ramón y Cajal todavía es muy relevante en lo que consideramos que es nuestro cerebro y que nos hace humanos. Muchos genes que tienen que ver con esa plasticidad, con esa adaptación, con ese conformarse en base al entorno están más sesgadas hacia el humano que no hacia otras especies.
P. ¿Eso es lo que nos hace ser más cooperantes para avanzar y menos individualistas?
R. El hecho de que tengamos ese cerebro que aprende de la experiencia es lo que genera esa forma de aprendizaje diferente que es la cultura. Traspasamos nuestros aprendizajes no a través de cambios genéticos sino a través de esa cultura, de ese aprendizaje común que surge de la necesidad de vivir en sociedad, de que vivir en sociedad es lo más eficiente para nuestra especie.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-03-06/mara-dierssen-cerebro-salud-mental_3582186/