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Yascha Mounk: «El nacionalismo es un animal doméstico que en malas manos puede volverse salvaje» | Papel

Tras radiografiar todos los males del auge del populismo a nivel global, el profesor de la Johns Hopkins regresa con un provocador «experimento»: cómo hacer que la diversidad no haga colapsar nuestras democracias

RODRIGO TERRASA / PAPEL

En 2018, a punto de publicar su célebre ensayo El pueblo contra la democracia, el profesor Yascha Mounk (Múnich, 1982) regresó a Alemania para dar una entrevista en directo en televisión, asustado por si se había olvidado de su lengua materna después de tantos años estudiando en Gran Bretaña y dando clases en la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos. «¿Cuáles son las causas del reciente ascenso del populismo autoritario?», le preguntó la periodista. Y él, mal que bien, respondió: «Estamos al comienzo de un experimento sin precedentes en la Historia…». Durante unos cinco minutos más desarrolló toda la teoría que le ha convertido en uno de los mayores expertos en el auge populista en todo el mundo y regresó a casa satisfecho con su manejo del alemán.

«No fue hasta la noche siguiente, cuando encendí el teléfono tras diez horas de vuelo de regreso a EEUU, cuando me di cuenta de que la entrevista se había vuelto viral», cuenta en las primeras páginas de su nuevo libro. ¿Qué narices era ese experimento del que hablaba Mounk? En tiempos de paranoia global, la audiencia más radicalizada confirmó sus sospechas. Angela Merkel y el propio Yascha Mounk (judío para más inri) estaban experimentando con el pueblo alemán. «Gracias por admitir su vil conspiración», le vomitó un espectador directamente en un correo electrónico antes de que su nombre empezara a circular por foros de neonazis americanos. «Mis quince minutos de fama entre la ultraderecha, más los cinco minutos de odio que suscitaron, se debieron a un claro error de interpretación», escribe Mounk. «Y, pese a todo, no me arrepiento de haber usado la palabra experimento».

Cuatro años después, explica por qué. Su nuevo ensayo, obvio, se llama El gran experimento (Paidós) y pretende analizar -lo dice su subtítulo- «por qué fallan las democracias diversas y cómo hacer que funcionen».

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«La mayoría de las democracias en el mundo se fundaron cuando éramos países razonablemente monoétnicos y monoculturales«, explica Mounk a través de Zoom. «España o Alemania tenían ciudadanos que en su gran mayoría compartían una religión y sus antepasados ya habían vivido allí durante muchas generaciones. Otros países, como EEUU o Canadá, siempre fueron países de inmigración, pero existía un grupo que controlaba y dominaba al resto de la sociedad. Hoy, sin embargo, las democracias son ya profundamente diversas en lo étnico y en lo religioso, y lo que estamos tratando de hacer es sostenerlas tratando a todos sus miembros como iguales. Ese es el gran experimento, y no existe un precedente real de algo así desde la misma fundación de las democracias».

P: Admite usted en el libro que la historia sobre las sociedades diversas es oscura y violenta. ¿Qué le hace ser optimista ahora?

No sé si soy optimista. Yo expongo las profundas razones políticas, históricas y sociológicas por las que mantener estas sociedades diversas es increíblemente difícil y a menudo fallan. Los seres humanos somos capaces de un gran altruismo y coraje para defender a los miembros de nuestro propio grupo, pero también podemos ser muy crueles e incluso violentos cuando tratamos a las personas que consideramos de otros grupos. Muchos de los peores crímenes de la humanidad han sido motivados por divisiones étnicas, religiosas, lingüísticas o por fronteras nacionales que se ven exacerbadas por la creciente diversidad. Y, además, el mecanismo institucional básico de la democracia, las elecciones, hace que sea más difícil sostener democracias diversas porque en una democracia siempre se buscan mayorías. Es muy difícil, por tanto, que el experimento salga bien, pero creo que podemos y debemos encontrar una manera de afrontar este desafío porque ya hay demasiados pesimistas sobre nuestras perspectivas de futuro.

P: ¿Cuáles son los riesgos de que este gran experimento fracase?

Existe el riesgo de que la sociedad se fragmente hasta el punto de que todos nuestros derechos y deberes estén determinados por el grupo del que somos miembros. Una sociedad en la que no podamos sostener un interés común, donde haya un peligro constante de inestabilidad política e incluso de guerra civil. Y existe el peligro de que algún grupo vuelva a quedar excluido y dominado de formas profundamente injustas y muy crueles. Las posibilidades de fracaso, como sabemos por las muchas tragedias de la historia humana, son muy, muy altas.

P: ¿Cuál es el estado actual? ¿Podemos decir que el experimento de la diversidad está funcionando ya en alguna sociedad?

Creo que lo estamos haciendo mucho mejor de lo que mucha gente cree. Hemos avanzado mucho a lo largo de las últimas décadas en la autoconcepción de nuestras sociedades. La cantidad de gente en España que hoy reconoce que tú puedes tener raíces en América Latina, o en Asia o África, y ser un verdadero español es mucho mayor de lo que era antes. Vivimos un proceso lento pero muy real de movilidad intergeneracional entre los migrantes y sus descendientes. En España, el bisnieto de un inmigrante tiene muchas más probabilidades de progresar hoy que un no inmigrante de generaciones anteriores.

P: ¿Y es compatible esa nueva realidad con el retroceso de las democracias en todo el mundo que estamos viviendo?

Me preocupa mucho el auge del populismo y el nivel de la alta política, pero soy optimista sobre los cambios que se están produciendo lejos de los titulares de los periódicos y los parlamentos, lejos de las capitales. Además, mi libro no es un alegato a favor de una mayor diversidad; nuestros países ya son muy diversos. El debate no es cómo de diversa quiere ser España, sino cómo gestionar una diversidad que ya es una realidad. Y aquí creo que el precio del pesimismo es muy alto porque, esencialmente, nos dice que esta sociedad está condenada al fracaso. Quienes quieran preservar lo bueno de nuestras sociedades deben encontrar la forma de que el experimento tenga éxito.

P: Una sociedad fragmentada vive en peligro constante de guerra civil

El libro de Mounk funciona como un manual de supervivencia democrática y es un alegato casi desesperado contra el «pesimismo mainstream» que ha cebado populismos y radicalismos en todo el mundo. ¿Estamos realmente programados para rodearnos sólo de nuestros iguales?, se pregunta el profesor. ¿Qué papel debe jugar el Estado? ¿Estamos condenados por la demografía? ¿Por qué no podemos llevarnos todo bien y ya está?

«Hay algunas condiciones de fondo que son necesarias para que las personas confíen en nuestro sistema político y en nuestra capacidad para sostener las diferencias», advierte. «Eso incluye prosperidad y crecimiento económico, instituciones políticas efectivas e inclusivas y una cultura del respeto mutuo, entender que podemos tener opiniones políticas diferentes sin vilipendiarnos unos a otros».

P: ¿Cuál cree que es la brecha más peligrosa en nuestras democracias en este momento? Porque quizás ha mejorado la tolerancia racial o religiosa, pero vivimos atrapados en la polarización política. Usted mismo cuenta que hoy en día hay republicanos en EEUU a los que no les importaría que su hijo o su hija se casara con una persona negra, pero jamás querrían que se casara con un demócrata.

Todas las formas de polarización pueden volverse peligrosas cuando se salen de control. Las sociedades se han desgarrado en guerras civiles por todo tipo de cuestiones, que en retrospectiva parecen triviales, pequeñas o difíciles de entender. Así que no puedo decir que preferiría uno u otro conflicto. Pero creo que es un error pensar que, por ejemplo EEUU, es un país dividido entre blancos y negros y que, por tanto, a los demócratas les resultará cada vez más fácil ganar las elecciones porque la proporción de votantes no blancos está aumentando. Es una idea fundamentalmente errónea porque hay enormes diferencias entre un inmigrante de México, un negro descendiente de esclavos o un médico de la India que llega con visado de trabajo. Y, aunque la polarización partidista siga siendo peligrosa, creo que es bueno que cada vez sea más difícil predecir cómo votará la gente mirando sólo el color de su piel.

P: ¿Es posible reivindicar el «patriotismo cívico» del que habla usted en el libro sin caer en la tentación del nacionalismo?

El nacionalismo es como un animal domesticado que en manos de gente mala, con peligrosas intenciones, puede explotar y volverse salvaje. Y precisamente por eso, quienes queremos mantener nuestras instituciones democráticas y tener una sociedad inclusiva debemos tratar de apropiarnos de nosotros mismos y reivindicar un patriotismo inclusivo, basado en el compromiso constitucional con un determinado conjunto de instituciones y valores políticos básicos como la plena igualdad y la libertad individual, pero también en un patriotismo cultural cotidiano. Mucha gente ama España por sus ciudades, los paisajes, las vistas, los sonidos y los olores y eso es un patriotismo que no tiene nada que ver con un pasado lejano, sino con cómo se siente el país, es algo más inclusivo.

P: En España, el concepto de patria ha sido tabú, sobre todo para la izquierda política, durante muchos años…

Yo crecí como judío alemán, así que entiendo las razones por las que algunas personas de izquierdas se sienten nerviosas al invocar esos valores. Pero diré que los símbolos de una nación siguen siendo muy poderosos, como ha demostrado el ascenso de Vox en España. Puedes permitir que esas fuerzas políticas los monopolicen o puedes apropiártelos y luchar por todo lo que la gente entiende cuando habla de patria. Yo creo que esa es una estrategia política mucho más inteligente.

P: La izquierda no puede permitir que fuerzas como Vox monopolicen la idea de patria

A lo largo de la Historia, explica Mounk, se han utilizado todo tipo de metáforas, más o menos cursis, para retratar la democracia perfecta, desde el crisol de culturas hasta la imagen de una de esas ensaladas en las que todos los ingredientes están juntos pero nunca revueltos. Para el profesor, ninguna de ellas vale porque todas han reclamado o una sociedad demasiado homogénea o una renuncia expresa a la solidaridad genuina entre ciudadanos. «Por eso yo sugiero la imagen de un parque público», explica. «Después de esta conversación, tú y yo podríamos ir a un parque público y seguir hablando. Y allí podríamos no hablar con nadie más o conocer a otras personas interesantes y entablar una conversación con ellos también. Del mismo modo, en una sociedad libre, las personas pueden mezclarse o pueden optar por permanecer en su propia comunidad y socializar sólo con los suyos. Es una elección respetable, pero sería triste estar en un parque en el que la gente nunca se encuentra con los recién llegados».

P: Perdone si soy uno de esos pesimistas ‘mainstream’, pero si Putin gana la guerra en Ucrania, la extrema derecha sigue al alza en Europa y Trump gana las elecciones en 2024, que todo es posible, ¿qué pasa con nuestro parque?

Bueno, yo soy optimista sobre el progreso de las últimas décadas, pero todo depende de lo que hagamos en los próximos años. Si no defendemos las democracias liberales de los ataques brutales de dictadores como Putin, si elegimos a personas dentro de nuestro país que han mostrado su desdén por las instituciones democráticas y las elecciones libres y justas, o si simplemente elegimos intensificar el conflicto dentro de nuestras sociedades en lugar de ver lo que podríamos llegar a tener en común, entonces las cosas podrían salir mal muy fácilmente. Incluso los más pesimistas deberían buscar la mejor manera de mantener la paz y construir una profunda solidaridad entre nosotros como ciudadanos porque la alternativa es muy triste y muy peligrosa.

El gran experimento: Por qué fallan las democracias diversas y cómo hacer que funcionen, de Yascha Mounk (Ed. Paidós) sale a la venta este miércoles. Puede adquirirlo aquí

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2022/10/26/63580358fdddff896f8b45a9.html

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