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La nueva filosofía de la felicidad: «La vida es una mierda y cuanto antes te des cuenta, mejor vida tendrás» | Papel

El filósofo Kieran Setiya, profesor del MIT, parte de su sufrimiento personal y nos anima a convivir con el dolor de un mundo en permanente crisis. «Hay que dejar de vivir queriendo conseguir siempre algo y disfrutar del camino», dice en su nuevo ensayo, ‘La vida es dura’ (Paidós)

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REBECA YANKE / PAPEL / EL MUNDO

Blas de Otero se preguntaba y respondía a sí mismo sobre el crítico asunto en el mismo poema. «Vivir se ha puesto al rojo vivo», escribía. Para añadir después: «La sangre siempre fue colorada». En verdad habitamos un escenario de cuádruple amenaza: hay una guerra, un cambio climático, una crisis energética y una pospandemia. Y lo que venga, que vendrá. Pero aunque este reportaje se hubiera escrito en 2019, sin Covid y sin esta sensación de apocalipsis generalizada, la tesis general seguiría siendo cierta: la vida es dura.

Para unos más que para otros, ya lo sabemos, pero es en general complicada para todos. No solemos conseguir lo que queremos, o raras veces, y nos cuesta vivir la vida que nos toca o ansiamos desesperadamente otra. Como la del vecino, ese tan listo y que tiene tal coche, que da la sensación de trabajar poquísimo y está siempre, aparentemente, pasándolo fenomenal. Siempre a medias, siempre comparándonos, siempre insatisfechos, porque (lo dijo otro poeta) además de ser dura «la vida iba en serio».

Y por si fuera poco, puede cambiar en décimas de segundo, como escribió Joan Didion«La vida cambia en un instante, te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba». Esta es una de las numerosísimas citas, extractos y párrafos de autores de todas las épocas que recoge en su nuevo libro, La vida es dura. Filosofía para encontrar nuestro camino (Paidós) el británico Kieran Setiyan, filósofo, profesor de filosofía en el Instituto Técnico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, y autor de un «catálogo de adversidades», como él mismo dice, que grosso modo apela así: «La vida es una mierda y cuanto antes te des cuenta, mejor vida tendrás».

«Lugar extraño para hacer filosofía», decía ayer el propio Setiya en una entrevista a través de Zoom, dado el carácter científico del MIT. Pero él se encarga de una asignatura obligada para todos los que ahí aspiran a ser científicos, la ética, que toma por título Moral problems and good life. (Problemas morales y buena vida).

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«Por razones que se perdieron en la Historia la asignatura se llama así. No sólo obligaciones morales, sino también qué significa vivir una buena vida. En concreto, cómo combinar ambas, así que tuve que repensar cómo enseñar ética enfocándola hacia esta idea, una vida que encaje con las exigencias de la justicia y la moral y, en cierto modo, ése es también el objetivo del libro», explica Setiya desde Londres, donde se encuentra ahora.

La otra pata fundamental del libro es el propio sufrimiento del autor. Setiya sufre de dolor crónico, convive con él, tiene épocas y brotes mejores y peores, toma medicación, a veces no duerme y no era capaz de hablar de esto más que con las personas más íntimas. Su mujer, algunos amigos. Pero quiso también escribir La vida es dura para quienes viven «condiciones invisibles» que dificultan exageradamente el día a día.

«Originalmente quería escribir un libro sobre el dolor crónico, y luego quise también reflexionar sobre cómo sería una buena vida que fuera cercana a las adversidades de la misma. Luego llegó la pandemia y esas adversidades fueron más difíciles de ignorar. Mis agentes literarios tenían miedo de que La vida es dura fuera un título deprimente, que no atrajera lectores, pero en inglés, ojalá también en español, la frase tiene una connotación interesante, entre resignación y sabiduría».

El filósofo Kieran Setiya.
El filósofo Kieran Setiya.Heather Kresge

Pero lo más importante es que Setiyan no sólo da clases de filosofía en un lugar de renombre, sino que es un verdadero filósofo, fundamentalmente porque propone conceptos e ideas nuevas, que es lo que a los amantes de la sabiduría les corresponde. Y él mismo pidió permiso para dirigirse a los lectores y explicar en este reportaje la clave de su libro al detalle.

«Hay que distinguir entre dos tipos de acción muy habituales en nuestras vidas. Tenemos proyectos, cosas que intentamos conseguir, y son cosas importantes, pero la idea de proyecto acumula deficiencias. Si no lo consigues, la frustración es gigantesca. Si los consigues, te quedas vacío, a veces no sabes cómo seguir. En cambio, si cambias proyecto por proceso, todo toma distinto cariz. Aristóteles habló de esto con otra terminología, yo hablo de acciones télicas, acabadas, finitas, y acciones atélicas, siempre en proceso, sin final. Tomemos un ejemplo muy mundano: puedes ir caminando desde casa hasta el trabajo, tener un destino, o puedes simplemente salir a caminar sin necesidad de ir a ningún sitio. Yo me di cuenta de todo esto cuando me convertí en profesor de filosofía y todo se redujo al siguiente nivel, el siguiente artículo que iba a publicar, etcétera. Me di cuenta de que mi amor por la filosofía también podría plasmarse en trabajar, vivir y disfrutar de mi relación con mis alumnos, sin necesidad de tener un reto o un objetivo, algo que es en sí mismo bueno, y sin necesidad de pensar en qué debería conseguir. A mí me ha ayudado mucho en mi trabajo, y creo que a muchos otros les podría servir».

Aprendió -aceptó, asimiló- que no le quedaba otra que vivir con dolor, también. Y desglosó su proceso literario, La vida es dura, en epígrafes comunes para cualquiera: enfermedad, soledad, duelo, fracaso, injusticia, absurdidad y esperanza. Si se para a pensarlo, todos y cada uno de estos sucesos se acaban conociendo durante una vida. A veces demasiado pronto, otras más tarde, pero en todas las vidas alguien, si no uno mismo, cae enfermo, en todas las vidas se acaba estando solo en algún momento; en todas las vidas se conoce la injusticia y el absurdo; la muerte, desde luego. Esperanza, matiza Setiya, puede sonar cursi, pero en tiempos distópicos cómo no apelar a ella.

-De acuerdo, la vida es dura, lo sabemos. Pero, ¿no le parece a usted que últimamente, los últimos años, es más dura de lo normal?

-Creo que en este momento hay dos aspectos en los que la vida parece más dura de lo normal. Existe un buen puñado de crisis que debemos encarar, como el coste de la vida, que no para de subir, o la cuestión energética. Pero realmente creo que las dos catástrofes más acuciantes son el cambio climático y los retos a los que se enfrenta la democracia. Lo cierto es que es lógico que el futuro nos parezca desolador. Pero no pondría el foco ni en las enfermedades ni en los duelos ni en los fracasos porque, al fin y al cabo, llevamos toda la historia, generación tras generación, viviéndolos.

Setiya también reconoce que intentar vivir nuestras vidas pensando siempre en procesos y no en proyectos no es una acometida sencilla, que «socialmente se nos impone una vida basada en proyectos, que así se estructura la vida, indexada en asuntos en los que hay que tener éxito, normalmente acumular riqueza, estatus laboral, etcétera».

¿Y si la estructura de nuestra vida fuera otra bien distinta, si discurriera por otros caminos, si nos empeñáramos por ejemplo en que nuestras frases sean amables desde el momento en que cerramos la puerta de casa? El objetivo no sería ser santos, porque aquí lo que importa es el proceso, ya sabe, y se trata de intentarlo.

«Hay una filosofía política detrás de todo esto a la que yo mismo me estoy abriendo», confiesa el autor. Pero no piense por su título que este ensayo es pesimista, porque es todo lo contrario. Y no piense tampoco que es una historia de la filosofía sesuda, llena de términos incomprensibles, una enumeración de autores e hitos, porque ni siquiera aparecen sólo filósofos, sino muchos otros tipos de pensadores de la vida, como son los poetas.

La reciente premio Nobel Annie Ernaux se cuela a menudo en La vida es dura. Setiyan reconoce que la enfermedad de su madre, Alzheimer, le acercó a ella, a su libro Una mujer (Cabaret Voltaire), en el que narra la misma experiencia: aprender a entender que una madre se fue incluso cuando aún no ha muerto siquiera.

Lo que convierte a uno en filósofo es traer a la vida un concepto y después usarlo para explicar lo que sucede KIERAN SETIYA

«Para mí, la línea entre la filosofía y otras formas de describir la experiencia humana es quizá más borrosa que para otros. Los filósofos tienen a veces argumentos abstractos y teorías que se pueden aplicar a la vida real. Y a veces ser capaz de dar con la palabra exacta que captura un instante o una vivencia lo consiguen otros. Me gusta especialmente la filósofa y novelista Iris Murdoch porque habla de lo que nos enfada, nos pone celosos o nos da miedo. Lo que convierte a uno en filósofo es traer a la vida un concepto que antes no teníamos, y después usarlo para explicar lo que sucede. Un poeta lo mismo», sostiene.

Pero la que más impresiona de todos los autores que Setiya recoge en La vida es dura es Simone Weil, una filósofa nacida en 1909 que llevó su sentido de la justicia hasta su forma más radical. «Algunos se toman muy a pecho el sufrimiento», comenta el propio Setiya de ella, evidenciando, como ya se ha dicho, que de pesimista no tiene nada, sino que es más bien un optimista irónico.

Weil -de quien Camus dijo: «Fue el único gran espíritu de nuestra época»- formó parte de la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Viviendo en Nueva York con sus padres, donde se exiliaron, seguía ingiriendo únicamente las raciones de comida permitidas en la Francia ocupada. «Una forma de solidaridad que practicó toda su vida», añade Setiya, citando luego a su biógrafo, Palle Yourgrau: «Cuando se enteró de que a los soldados que estaban en el frente en la Primera Guerra Mundial se les había negado su ración de dulce, la pequeña Simone se abstuvo de comer chocolate».

Estaba hecha de otra pasta, y Setiya no la cita profusamente porque crea que debamos parecernos a ella, pero sí considera importante que la conozcamos, que sepamos que existió alguien así. O que no demos por hecho que la gente, en general, es más mala que buena. O que le demos su lugar a la bondad y abandonemos la fea y extendida tendencia a sobrevalorar la maldad, como si tuviera ésta algo de divertido o de sagaz. Como si el malo fuera siempre más listo que el bueno.

«Ese rechazo del privilegio como acto solidario es muy extremo, sí, y ella es una figura inspiradora pero que también genera ansiedad. Oh Dios, nos decimos, jamás podré ser como ella, pensamos, y algunos deciden dejar de de intentar ser buenos -es decir, honestos- y mostrar sentido de la justicia. Pero la realidad es que ni siquiera ella creía estar haciéndolo todo bien. Hizo sacrificios extraordinarios, pero también sentía que no estaba haciendo suficiente», apunta.

El propio Setiya quiso escribir La vida es dura porque imagina «un mundo menos egoísta», entre otras cosas. Porque cree que «una buena vida no se estructura sólo en lo propio, sino también en lo ajeno». «Una buena vida», prosigue, «es tratarte bien y tratar bien a los demás. Ya sé que todo empezó con mi dolor crónico pero la idea general era reflexionar sobre qué les debemos al resto de individuos, qué debemos al futuro de la humanidad, percatarse al fin y cabo de que la vida también es todo aquello más allá de tus problemas». O como diría Weil, ir por la vida prestando atención a lo que sucede a nuestro alrededor. Atrevernos a ser tan, tan originales que ni miramos el móvil mientras caminamos.

‘La vida es dura. Filosofía para encontrar nuestro camino’, de Kieran Setiya, ya está a la venta (Paidós). Puedes comprarlo aquí

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2022/10/13/63483f9421efa0ab508b4576.html

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