León de Aranoa atrapa, meticuloso y ordenado, el caos y la voz del cantante en ‘Sintiéndolo mucho’, un documental de trece años desesperado, contradictorio y taurino con alma de ranchera
LUIS MARTÍNEZ / San Sebastián / EL MUNDO
Mantenía Jacques Prévert que para pintar a un pájaro se requiere algo más que solo paciencia. Primero se dibuja la jaula, luego todo lo demás. Y se aguarda a que el pájaro, confiado, entre. Luego, se borran uno a uno los barrotes «teniendo cuidado de no tocar las plumas». Más tarde se pinta el follaje verde y la frescura del viento… y muchas más cosas como el ruido de los insectos. Y después se aguarda otra vez. Hasta que el pájaro cante. «Si el pájaro no canta/es mal signo/signo de que el cuadro es malo», nos dice Prévert. No está claro que Fernando León de Aranoa haya leído al poeta surrealista. Pero lo cierto es que a él, el pájaro le canta. Con la voz rota, cada vez más, descompuesto y caótico, pero cierto y, sobre todo, tremendo.
El sábado se presenta en el velódromo de San Sebastián el documental ‘Sintiéndolo mucho’ y lo que mejor que se puede decir de él es lo feliz que se le ve en su absoluta imposibilidad, en su contradicción más evidente. Y canta. La película, para situarnos, sigue los pasos de Joaquín Sabina desde un día de 2009 en Rota, donde el cantante se fue con Benjamín Prado y el propio director a dibujar la jaula en la que encerrar el disco ‘Vinagre y rosas‘, hasta ahora mismo. Son trece años lanzados sobre la pantalla sin más plan que su íntima voluntad de existir. Pura vitalidad sabiniana. «Inicialmente la idea era… Bueno, en verdad no había tal cosa. Y pronto descubrimos que era imposible atenerse a una estructura o un plan. Alrededor de Joaquín no paran de pasar cosas. La cotidianidad de Joaquín es sencillamente extraordinaria», confiesa a la vez abrumado y entusiasta León de Aranoa.
La película arranca con la última aparición de Sabina ante el público grande: la célebre caída de febrero de 2020 desde el escenario del WiZink Center de Madrid. Se diría antes vuelo que simple tropezón. Y desde ahí a Ciudad de México donde Sabina declara su absoluta devoción por las rancheras de José Alfredo capaces de un verso como «Llegó borracho el borracho». Y desde ahí a Rota de nuevo, donde Sabina canta y recanta en unas imágenes cerca del milagro donde Sabina se antoja más Sabina que nunca. Y desde ahí al concierto de Las Ventas donde el miedo hace vomitar a Sabina hasta el agotamiento. Y desde ahí a Aguascalientes al día preciso de abril de 2010 en el que una cornada del toro ‘Navegante‘ se llevó la femoral de José Tomás y el dolor de la cornada se vio intacto en el rostro lívido de un Sabina más aterrorizado que nunca. Y desde ahí… hasta el fondo más profundo de la jaula de Sabina. Y de León de Aranoa.
Cuenta el director que jamás estuvo y jamás volvió a una corrida de toros. Recuerda que la idea era que Sabina estuviera presente con sus temores y malos augurios en la faena de su amigo. Y que, después, el matador asistiera al concierto del cantante. «Son amigos, se quieren y se admiran», precisa el cineasta. No pudo ser. Lo evitó un toro y la película está ahí para levantar como nunca antes testimonio de la tragedia que también es puro Sabina en su más evidente contradicción.
Sabina se declara anarquista y liberal, defensor de los animales y taurino. Sabina es una paradoja que canta. «Lo que he descubierto todo este tiempo y es lo que más me interesa es su capacidad para cuestionárselo todo, para discutirlo todo, para defender en la misma conversación una tesis y su contraria», vuelve a tomar la palabra León de Aranoa. Y, en efecto, ese es el auténtico alma de un documental que no está tanto pensado para fans de Sabina como para fanáticos de las jaulas que se borran y de los pájaros que cantan.
Sabina se muestra sin pudor borracho, desnudo, tierno, deprimido y vorazmente optimista. Sabina lee los versos que le dejó su padre y la emoción respira por la sonrisa amplia, por la lluvia en el pelo. Sabina se lamenta de su voz y se duele. «Cada vez me duele más cuando me escucho», deja escrito en el último verso de la última canción. Sabina afirma que de no haber sido lo que es, habría sido Machado por lo que Machado fue. Sabina habla de sí mismo y, en realidad, se diría que se niega a cada paso.
«Pensamos un cierre casi glorioso para el documental en el momento exacto en el que Leiva graba la canción escrita por él y que se llama ‘Sintiéndolo mucho’ precisamente. Pero, hasta ahí surgió Sabina. Y no se pudo grabar porque Sabía no se veía, no se escuchaba», recuerda Aranoa siguiendo fiel lo que en efecto se ve en la película: un final que en realidad no puede serlo. Y es ahí en la permanente vuelta atrás, contradicción constante, donde la película crece. Y se sabiniza. Sabina por Sabina. «Todo lo que para los demás es un problema para él es virtud».
En el poema de Prévert, sólo si el cuadro está bien el pájaro canta. Y Sabina canta. Con todas las voces rotas, pero canta.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/cine/2022/09/16/6324a20a21efa0e44c8b45a9.html
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