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Narcisistas, psicópatas, obsesivos, paranoicos, dependientes, histriónicos… Los personajes con personalidades complejas no solo ayudan a definir la naturaleza humana, sino a comprenderla. Así lo analiza un nuevo libro

Marlon Brando como el coronel Kurtz de 'Apocalypse Now'.
Marlon Brando como el coronel Kurtz de ‘Apocalypse Now’.CBS Archive

IRENE H. VELASCO / Madrid / EL MUNDO

Caín fue el primer psicópata de la historia. Madame Bovary tenía personalidad histriónica. Aquiles, el héroe de la guerra de Troya, era borderline. El coronel Kurtz, el personaje al que Marlon Brando da vida en Apocalypse Now, es un narcisista de manual. Woody Allen encarna en muchas de sus películas el arquetipo de personalidad ansiosa.

Todos esos justicieros fríos y solitarios de las películas del oeste, esos vaqueros indiferentes a la admiración de las mujeres y de las masas que Clint Eastwood y John Wayne han interpretado en numerosas ocasiones, responden al patrón de esquizoides activos. Sancho Panza, Obélix y el capitán Haddock presentan muchos rasgos de personalidad dependiente. Y el mayordomo inglés fanático de la perfección que Anthony Hopkins encarna en la película Lo que queda del día es un ejemplo colosal de obsesivo.

El cine y la literatura están plagados de personajes con personalidades difíciles, de seres con ciertos rasgos de carácter fijos o demasiado marcados y que no se adaptan a las situaciones, lo que conlleva sufrimiento para ellos y/o para su entorno. Ese tipo de individuos se encuentran tanto en textos antiguos como la Biblia o la Odisea como en muchas películas y series actuales de televisión, revelando cómo las personalidades difíciles forman parte de la diversidad de la naturaleza humana y no han cambiado a la largo de la historia, aunque en las últimas dos décadas se haya avanzado enormemente en su estudio y comprensión.

Los franceses Christophe André y Francois Lelord, psiquiatras de reconocido prestigio internacional y autores de varios best sellers, llevan años analizando ese tipo de personalidades complejas. Y han volcado toda su sabiduría al respecto en un magnífico ensayo titulado Cómo tratar con personalidades difíciles (Arpa), en el que examinan los principales rasgos de las personalidades difíciles y las claves para poder gestionarlas mejor. Escrito con una prosa ágil y numerosos ejemplos prácticos, cada capítulo incluye además ejemplos de personajes literarios, cinematográficos e incluso históricos que personifican esos atributos.

La personalidad borderline, descrita por primera vez en 1938, se empleó inicialmente para describir a aquellas personas que se encontraban en la línea fronteriza de los «neuróticos» y los «psicóticos». Y a falta de un término más apropiado, el nombre se mantuvo para delinear una perturbación compleja que se caracteriza por el miedo real o imaginado al abandono, la inestabilidad y la imprevisibilidad, capaces de pasar en cuestión de minutos del buen humor a la tristeza, de la desesperación a la cólera incontrolada. «Aquiles, el héroe griego inmortalizado por Homero en la Ilíada, es sin duda uno de los primeros personajes de la literatura que evoca una personalidad borderline», diagnostican Christophe André y Francois Lelord. «Aquiles es célebre por su temperamento colérico e impulsivo, mata a muchos enemigos e intrusos, pero no es un psicópata frío: la Ilíada lo muestra a menudo presa de emociones dolorosas, se lamenta, llora, se enfada, se enternece, etcétera».

Pero, sin duda, son las personalidades psicópatas las que se llevan la palma. Empezando por la Biblia, donde aparece el primer retrato de la historia de un psicópata: Caín, quien mata a su hermano Abel por envidia y ni siquiera se muestra intimidado ante Dios por lo que ha hecho. «Cuando el Señor le pregunta dónde se encuentra su hermano, Caín le responde: ‘No lo sé. ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?’», con el aplomo de un psicópata, certifican André y Lelord.

Sólo los psicópatas retratados en la literatura, el cine y en la televisión darían para llenar varios libros. Ahí está por ejemplo Ripley, el psicópata indolente creado por Patricia Highsmith que vive según sus deseos, manipula, parasita y, a veces, cuando lo necesita, mata y que fue encarnado por Alain Delon en A pleno sol y por Matt Damon en El talento de Mr. Ripley.

Tampoco faltan en el cine los psicópatas de éxito. Tipos como Gordon Gekko, el personaje de Michael Douglas en la película Wall Street: El dinero nunca duerme, o Jordan Belfort, el personaje (y persona real)encarnado por Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street: un joven talentoso con gran carisma, aclamado por su equipo, que desprecia las reglas, que se embarca en la búsqueda incesante de la excitación a través de la cocaína y el sexo, que muestra conductas de riesgo y que hace gala de una ausencia total de remordimientos por la ruina que provocan sus maniobras fraudulentas.

Tampoco faltan los narcisistas, esas personas que se consideran excepcionales, seres fuera de lo común y que están convencidos por tanto de merecer más que los otros. Son individuos obsesionados con alcanzar clamorosos éxitos en el ámbito profesional o amoroso, muy atentos a su apariencia física y a su vestimenta, que esperan atenciones y privilegios sin sentirse obligados a la reciprocidad, que explotan y manipulan a los demás para alcanzar sus objetivos, que se muestran poco empáticos con los otros y que se encolerizan cuando no consiguen lo que esperan. «El barón de Charlus, personaje de En busca del tiempo perdido de Proust, es un flagrante ejemplo de personalidad narcisista, con tintes histriónicos. Desde que entra en un salón, monopoliza la atención con su brillante y despreciativa conversación, y no tolera la menor falta de interés, haciendo abundantes alusiones a su alto linaje», opinan los autores.

En Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, desfilan dos grandes narcisistas. Está por un lado el coronel Bill Kilgore, interpretado por Robert Duvall, que hace aterrizar a sus helicópteros en una playa expuesta al fuego enemigo por el gusto de reafirmar su voluntad de jefe y de ver a sus soldados hacer surf tras la masacre. Y está el coronel Kurtz, al que da vida Marlon Brando, «quien reina como un rey (el sueño de todo narcisista) sobre una tribu de montañeses rebeldes», según el análisis de André y Lelord.

La personalidad ansiosa, caracterizada por una preocupación frecuente e intensa en relación con los riesgos de la vida cotidiana para uno mismo o sus allegados, es la descripción de Woody Allen en muchas de sus películas. Pero, sobre todo, en Hannah y sus hermanas, en esa escena memorable en la que tras salir finalmente tranquilizado de la consulta de su médico, que le ha certificado que no tiene «nada», se ensombrece de inmediato pensando: «Sí, pero algún día tendré algo».

Los paranoicos, esa gente dominada por la desconfianza, que siempre sospechan que los otros les reservan malas intenciones y que permanecen constantemente en guardia, son la definición perfecta de Stalin, quien se pasó la vida sospechando que había complots en su contra y ensañándose con sus supuestos enemigos con marcada brutalidad. Y el régimen de los jemeres rojos en Camboya (1975-1979) fue el ejemplo de la paranoia erigida en sistema de gobierno, bajo lemas como “El Angkar tiene ojos en todos lados, ve todo, sabe todo” o “Aquel que protesta es un enemigo, quien se opone es un cadáver”.

Las personalidades histriónicas son aquellas que buscan llamar la atención de los otros y que soportan mal las situaciones en que las que no son el centro de atención general. Persiguen intensamente el aprecio de quienes les rodean y tienden a dramatizar la expresión de sus emociones, rápidamente cambiantes. “Gustave Flaubert nos ha descrito una Madame Bovary que, con su emotividad, su ansia de amor, su humor cambiante, su gusto por la ensoñación y su tendencia a idealizar a un amante mediocre, podría ser un bello retrato de una personalidad histriónica”, aseguran André y Lelord.

Los obsesivos, por su parte, se caracterizan por el perfeccionismo, por estar exageradamente pendientes de los detalles, los procedimientos, el orden y la organización, por insistir obstinadamente para que las cosas se hagan como ellos quieren y por su frialdad relacional. Sherlock Holmes, con su amor por el detalle, su frialdad, su interés por las clasificaciones, su vestimenta siempre idéntica, tendría según André y Lelord rasgos obsesivos. Y también M. Spock, el personaje de orejas puntiagudas de la serie Star Trek.

Las personalidades esquizoides, por su parte, se caracterizan porque se muestran a menudo impasibles, distantes, difíciles de escrutar. Suelen permanecer indiferentes a los halagos y críticas de los otros, les gusta la soledad y por lo general tienen pocos amigos íntimos. Justo igual que el personaje de Clint Eastwood en “El jinete pálido” o de Charles Bronson en “Érase una vez en el Oeste”.

Y qué decir de las personalidades depresivas, de esas personas pesimistas que siempre ven el lado oscuro de las situaciones, que se muestran tristes incluso en ausencia de acontecimientos desfavorables, que no disfrutan de las actividades o situaciones consideradas generalmente como agradables y que tienden a infravalorarse, a no sentirse “a la altura”. Un poco como se muestra Cesare Pavese en su diario, recogido bajo el título “El oficio de Vivir”.

Pero también están los personajes dependientes, aquellos que necesitan ser reafirmados y sostenidos por los demás y que dejan a menudo que otros tomen decisiones importantes en su lugar. Les cuesta iniciar un proyecto, más bien siguen la inercia. A la sombra de cualquier figura importante se desenvuelven estos personajes discretos, entregados, que no tienen opinión o vida autónoma fuera de las aventuras que viven junto a su héroe: Don Quijote y Sancho Panza, Don Giovanni y Leporello, Sherlock Holmes y el doctor Watson…

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/07/18/62d43ea4fdddff02748b45a2.html

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