Cuando pensamos en el pequeño Cristo la imagen que tenemos es muy diferente a la de la edad media o el barroco; analizamos esta evolución
ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN / LA VANGUARDIA
Es un clásico de estas fechas, contemplar pinturas que representan al niño Jesús y, mientras en algunas aparece retratado como una criatura angelical, en otras, más antiguas, luce como un adulto más que de mediana edad y con unos rasgos que hacen preguntarse si la obra ha sido restaurada en la escuela del famoso Ecce Homo .
El arte tiene sus razones, que son las de las sociedades que lo producen, y un mismo motivo artístico puede ser visto desde múltiples ángulos en una escala temporal, incluso casi desaparecer del todo. Es lo que sucede con la iconografía de Jesús niño, concebido como ilustración didáctica en el arte bizantino y posteriormente en el Medievo, reflejo de la búsqueda de belleza y realidad en el renacimiento y exaltación religiosa en el barroco para dejar de ser apenas representado a partir del XVIII.
Motivos artísticos pero en primer lugar religiosos y siempre atravesados por las percepciones sociales. Las representaciones de Jesús aparecieron muy pronto, facilitadas por dos circunstancias; por una parte, la tradición cristiana quiere que una mujer, Verónica, enjugara con un paño el rostro de Cristo cuando este se dirigía a la Crucifixión; el rostro quedaría fijado en la tela sin intervención humana, legitimando así las imágenes, a diferencia de otras religiones; por otra, se atribuye al evangelista Lucas la primera pintura de la Virgen con el niño, con su mano guiada por un ángel.
La edad media
El Niño Jesús se muestra como un adulto, se creía que había nacido completamente formado, la calvicie con que aparece en ocasiones era»signo de sabiduría»
Dirigidos por manos ajenas o por las propias, las primeras imágenes de María, Jesús y algunos santos se han encontrado en Egipto, pintadas sobre paneles de madera, pero serán los iconos bizantinos los que fijarán el motivo de la Virgen y el Niño; el Jesús infante, recién nacido o casi, en brazos de su madre será uno de los ejes de la iconografía cristina en estos primeros tiempos, en contraste con el barroco, que siglos más tarde preferirá el dramatismo de la Pasión.
A los iconos bizantinos hay que responsabilizarlos, por así decirlo, de la imagen del niño Jesús con el rostro de un hombre adulto, y bien adulto, que tan chocante nos resulta y que se prolongaría durante toda la Edad Media. Aunque en realidad la culpa la tendrían dos concilios, primero el de Éfeso (431), que enfatizó la figura de María como madre de Dios, y después el de Calcedonia (451), que estableció la plena humanidad y la plena divinidad de Jesús.
Algunos teólogos lo interpretaron como que el hijo de Dios nació plenamente formado, física y mentalmente, pero ¿cómo se representa esa dualidad, humano y a la vez divino? En su disculpa, la de los artistas primigenios, cabe decir también que no existe ninguna imagen real de Cristo, de manera que, sin tener dónde inspirarse y sujetos a unas creencias firmemente establecidas, hicieron lo que buenamente pudieron, que en muchos casos no fue tan bueno, o mejor dicho, bonito… con nuestros ojos.
Hasta los albores del renacimiento el niño Jesús aparece en brazos de su madre y comparten habitualmente una expresión seria, casi se diría que triste, mientras dirigen la mirada al espectador con expresión solemne. En ocasiones, el niño roza con su mano el rostro o el cuerpo de su madre en un gesto aparente de ternura pero lleno de rigidez. Pero lo que llama más la atención es la apariencia de un niño que es poco más de un bebé como un hombre mayor, y son varias las razones para ello. En primer lugar, ya hemos dicho que para muchos teólogos Jesús había nacido completamente formado, sin tener que experimentar cambios a lo largo de su vida, de ahí que los rasgos que le correspondieran fueran los de un adulto hecho y derecho, un homunculus u hombre en miniatura, algo a lo que también contribuyeron las teorías preformativas que se expandieron en la edad media, según las cuales el hombre se configuraba en el momento de la concepción y crecía sólo en tamaño hasta el nacimiento.
Matthew Averett, profesor de historia del arte en Creighton, explica al respecto que “existía la idea de que Jesús nació completamente formado, y al combinarse con la pintura bizantina se convirtió en una manera estándar de representarlo”; para su colega Fabian Lacouture, el hecho de que en varias de estas imágenes se haya pintado con una calva responde a que esta era considerada un “signo de sabiduría”.
Cuando uno contempla las Madonnas de Duccio di Buoninsegna, Cimabue (ambos del siglo XIII), Allegretto Nuzi Maso di Banco, Lorenzetti (siglo XIV) o incluso Gerardo de San Juan y Giovanni di Paolo, ya en el siglo XV, entiende bien el concepto de homunculus . En algunas pinturas se marcan incluso los pectorales y abdominales del niño como si se tratara de un deportista.
Función simbólica
La falta de realismo de los Niños Jesús de la edad media se debe también a su carácter didáctico, para llevar la doctrina a poblaciones analfabetas
Es el caso del artista sienés Giovanni di Paolo di Grazia (1399-1482), y de sus pinturas tardogóticas, como las diferentes versiones de la Virgen de la Humildad y muy especialmente la Virgen con el Niño y los Santos, c. 1475-1480, que se conserva en el Walters Art Museum. Más que sorprender, algunas de estas pinturas causan estupefacción hoy en día, hasta el punto de convertirse en memes.
Pero además las pinturas no pretendían ser realistas, sino que cumplían una función simbólica, estaban al servicio de la enseñanza de la fe y los dogmas a una población mayoritariamente analfabeta, así que mejor dejarse de florituras e ir a lo práctico, lo inmediatamente reconocible. Más aún, y entramos ahora en lo social, la consideración de la infancia en aquellos tiempos era muy diferente de la actual, con una mortalidad infantil elevadísima (en la alta edad media se calcula que el 25 por ciento de los bebés no llegaba a cumplir un año) y una esperanza de vida tan corta que hacía crecer a los niños rápidamente: a los siete años empezaban a trabajar como aprendices. Las representaciones de niños de la edad media, escasas, muestran las mismas características que las de Jesús Niño, ya fuera que las imágenes religiosas, muchísimo mas numerosas, condicionaran a aquellas, o al revés, que es menos probable.
Resuelto el misterio de porqué el Niño Jesús luce, un decir, tan avejentado en las imágenes, se produce un salto en su representación mucho más comprensible para nosotros. A partir del renacimiento, la Iglesia deja de ser la principal comendadora de obras de arte; una nueva clase social burguesa quiere ver reflejada su riqueza y su poder y encarga retratos personales pero también familiares, incluyendo a los hijos, que ahora son mostrados con orgullo como continuadores de la estirpe, y claro, ¿quién quiere que a su hijo lo pinten digamos realísticamente cuando resulta que es poco agraciado? Además, los adinerados burgueses quieren que sus niños se vean como niños y no como abuelos. Todo esto no hubiera sido suficiente si al mismo tiempo no se hubieran asumido innovaciones artísticas y de pensamiento. Averett, editor de un compendio sobre la evolución de la imagen del pequeño Jesús, lo argumenta así: “la consideración que se tenía de los niños como pequeños adultos cambia para verlos como criaturas excepcionalmente inocentes”.
Un giro radical
El Renacimiento sentará las bases de la imagen que tenemos ahora, un Niño Jesús bello y natural, frente al dramatismo del barroco
El extraño adulto en brazos de la virgen pronto cambia su fisionomía por la de un pequeño querubín, sólo hay que ver las Madonnas de Rafael: los niños Jesús rivalizan con los ángeles como seres llenos de gracia (y de belleza). Y como bebés normales, que expresan alegría o miedo, y eso que para nosotros resulta una obviedad no lo es tanto si pensamos en los iconos bizantinos que mostraban en ocasiones al bebé vestido como los filósofos y con un pergamino en la mano.
La imagen angelical de Jesús es la que se ha fijado en el arte popular, sin embargo en el barroco también se hizo reflejo de los cambios en el arte y en las percepciones sociales. El niño Jesús del barroco es, en términos generales, más sensual, más regordete, adquiere más movimiento y peso, de alguna forma. También más extravagante: en el Nacimiento pintado por Charles Le Brun en 1689, el recién nacido reposa sobre un lecho de paja… de oro, no es de extrañar que Lutero pero también la Iglesia reaccionaran contra esos excesos.
Si el renacimiento se volvió hacia el Jesús humano, el barroco lo hará hacia el divino, con el niño sentado en ricos tronos y vestido con caros ropajes, también hacia el dramatismo, como en los Niño Jesús durmiendo sobre su Cruz de Murillo, una visión de la que el pintor sevillano hizo diferentes versiones.
La llegada del siglo XVIII hizo retroceder la temática religiosa en el arte. El neoclasicismo estaba más interesado en la antigüedad clásica, y sólo algunos simbolistas, como William-Adolphe Bouguereau, ya en el XIX, pintaron al Jesús Niño con unas figuras llenas de armonía. Las vanguardias, con pocas excepciones, se dedicaron a otros menesteres, al igual que ha sucedido con el arte contemporáneo. El Jesús Niño ha quedado reservado para el arte popular o para experimentos como el del artista pop Allan D’Arcangelo, que en 1963 tituló Madonna and child a un retrato de Jacqueline Kennedy con su hija Caroline. Son otro tipo de divinidades.
FUENTES: LESLIE ROSS, ‘ARTISTS OF THE MIDDLE AGES’, Matthew Averett, FABIAN LACOUTURE, ‘THE early modern child in art and history’, MARÍA DEL MAR RAMÍREZ ALVARADO: ‘LA IMAGEN DE LA INFANCIA: ASPECTOS ICONOGRÁFICOS’.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/culturas/20211224/7948774/nino-jesus-arte-edad-media.html#foto-3