Rescatar a la democracia nos pone frente a un mundo que repite los esquemas fascistas de la primera mitad del siglo XX.
ARLENE RAMÍREZ URESTI / FORBES
“Las palabras tienen significado, pero algunas palabras producen, además, una ‘sensación’.”
El nacional-populismo ha incursionado en la dinámica internacional intempestivamente, a través de liderazgos políticos del más alto nivel, conquistando al electorado y a los grupos más vulnerables de cada contexto local, desde los cuales también se ha impactado el actual orden internacional. Así, los radicalismos sembrados intencionalmente entre la población amenazan abiertamente la democracia mediante un discurso reiterado en contra de todo aquello opuesto a su plataforma política y a sus líneas discursivas.
La fortaleza del actual fenómeno nacional-populista tiene raíces en los cambios estructurales económicos y sociales que se han acumulado desde los años setenta y fue muy acentuada por la crisis financiera global de 2008 que, mostró problemas continuos en el actual sistema económico internacional y la aparente incapacidad del Estado de acortar las brechas de desigualdad y falta de justicia social.
Con el argumento del estancamiento de la economía y la creciente desigualdad, el nacional-populismo secuestra instituciones, arremete contra los derechos humanos, contra el empresariado, contra lo que puede amenazar los intereses de sus liderazgos tóxicos que no creen en la pandemia, en el cambio climático, en la cultura del esfuerzo ni en la modernidad. El discurso nacional-populista prefiere culpar a la economía capitalista, al neoliberalismo, a los organismos internacionales y a todo lo que pueda ser diferente a su propia concepción del mundo.
La sobreexposición mediática es el nuevo vehículo para fortalecer la polarización y favorecer los radicalismos que arremeten contra las democracias, contra el Estado de Derecho, contra la gobernanza y la gobernabilidad.
Rescatar a la democracia nos pone frente a un mundo que repite los esquemas fascistas de la primera mitad del siglo XX, pero, en el siglo XXI los procesos dictatoriales, intolerantes y radicales no tienen cabida. Lo que se requiere son ciudadanos proactivos, educados, críticos, propositivos y que se sumen a los verdaderos proyectos de Nación, que verdaderamente eliminen las desigualdades y erradiquen los discursos demagógicos que no entienden que el mundo, ya cambió.
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Fuente: https://www.forbes.com.mx/red-forbes-nacional-populismo-y-el-radicalismo-riesgos-para-la-democracia/