Los Periodistas

Raphael: «Siento miedo con el coronavirus, decirte que no sería mentir»

Cumplió los 77 años en plena pandemia y lleva 60 de carrera. Ahora vuelve con un disco y una gira. Aquí habla de un bofetón que le dieron en casa, del miedo, de lo que es cantar ante 47 personas contadas…

PEDRO SIMÓN / EL MUNDO

Si Rafael con f pintó a los 25 años su mejor obra en el Vaticano, Raphael con ph sería capaz de llenar hasta la bandera toda la plaza de San Pedro a sus incombustibles 77 con tan solo asomarse al balcón.

Ya lo hizo en el Madison Square Garden, en el Olimpia de París, en el Carnegie Hall, en el Bolshoi de Moscú… Ya vendió 80 millones de copias vendidas. Ya ganó 326 discos de Oro, 49 de Platino, uno de Uranio… y de Vidriagón porque no los dan todavía, que si no también.

Conviene recordar estas cifras para entender el volumen hiperbólico del mito. Te puede no gustar Raphael (Linares, Jaén, 1943), claro. Pero te tienes que poner de pie.

Con motivo de sus 60 años de carrera, lanza nuevo álbum: 6.0, un trabajo lleno de colaboraciones. Comienza gira que arrancará el 19 de diciembre en el WiZink Center de Madrid. Es educado, paciente, elegante, amable, tranquilo, qué sabrá nadie.

Menos mal que un tipo tan grande es bajito.

PREGUNTA. Usted es un señor raro [mira un tanto asustado a su hombre de prensa]. El español medio sueña con jubilarse a los 67 y usted sigue trabajando a los 77.

RESPUESTA. [Sonríe relajado, ahora ya sí] Jubilarse… e irse a Benidorm. En mi caso no es así. Además nunca lo he entendido. Yo entiendo que un tornero o un albañil, como mi padre, estén deseando jubilarse. Pero que un profesional que trabaja con su cerebro o con su arte quiera jubilarse…

P. Después de tanto éxito, ¿cuál sigue siendo el motor?

R. Yo no miro las cifras. El de uranio me lo dieron cuando vendí 50 millones. De todos modos te digo algo: tampoco es importante. Ya no. Fue importante en su época. Ya no. Una vez que has hecho algo en tu carrera, deja de ser importante. El motor siempre es el mismo: es la ilusión. Eso que me hizo dedicarme a esto. Las grandes cosas en el mundo se mueven por la ilusión. Unos tienen la ilusión de llegar a La Luna y otros tienen la ilusión de tener una buena cosecha. Esa ilusión es imparable. Cuando se pierde la ilusión, empiezas a morirte.

P. ¿Cantó alguna vez delante de una persona solo? Salir y que no haya casi nadie.

R. Hay un día que recuerdo perfectamente. Fue cuando hice lo que yo llamo la tournée del hambre. Yo entonces era muy jovencillo y debuté en Zaragoza. Tendría 16 años y me movía con un permiso de mis padres. Me embarqué en una gira en la que al principio iba poca gente. Pensaba: «Esto hay que cortarlo, porque así no vamos a ningún lado». Me acuerdo de una noche en la que yo cantaba como si fuera la noche de mi vida, dándolo todo. Y mi manager va y me dice: «Oye, para, para, porque esto no tiene sentido». Y yo: «¿Por?». Y él: «Porque hay 47 personas». Le contesté: «Ya. Pero los 47 están de pie».

P. ¿Qué es ser un clásico?

R. Una persona que no pasa de moda, que en su forma de hacer se ha acomodado a los tiempos, que no es un extraño en esta plaza. Hay gente que dice: «Este ya no pega» o «se le pasó el tiempo». Pero al clásico eso no le atañe.

P. ¿Qué es ser moderno?

R. El avanzado. El que se atreve con cosas que no se han hecho.

P. ¿Se pueden ser las dos cosas?

R. Soy las dos cosas. Clásico y moderno.

P. ¿Qué escucha usted?Depende del momento. Me gustan el pop, la música sinfónica, la música clásica, el flamenco, me gusta hasta la zarzuela. Me hace gracia. Me gusta el tango muchísimo. Creo que mi mejor disco es de tangos. Lo hice hace 12 años. Estaba ensayando con el pianista en mi casa. Me dice: «Escucháme [imita el acento argentino], tú tenés que cantar tangos». «¿Tangos yo? Si nunca he cantado tangos». «Sí, sí». Y me puso el aparatito ese dichoso [el Ipad] y salgo yo con 18 años con Manuel Alejandro cantando tangos en Buenos Aires. No me acordaba.

P. Hijo de un obrero y de un ama de casa. ¿Eso marca ideológicamente?

R. Mi padre era ferrallista, los que ponen el hierro antes de que llegue el albañil. Tuve una niñez muy feliz y muy modesta. Mis padres conmigo se portaron muy bien porque me dejaron hacer. Eso es importantísimo. Tenía 11 años y dije en casa: «Yo voy a venir a la una de la mañana. Porque voy al teatro». Y ellos: «¿Y a qué coño vas tú al teatro». La primera noche en que llegué tarde a esa edad me llevé un bofetón sonado y le dije a mi madre: «Si esto va a ser todas las noches, que sepas que mi vida es esta, me vais a tener que pegar siempre». Ya nunca más me alzaron la mano.

P. ¿El español grita mucho?

R. El español grita mucho. Pero también el italiano y el alemán. Menos los japoneses.

P. ¿Y el político español?

R. También.Usted tiene nietos.

P. ¿Qué cosas le preocupan de los jóvenes?

R. Bueno, mis hijos tienen hijos… Ellos no me llaman abuelo, sino por mi nombre… No me preocupa la tecnología en sí, pero sí el uso que hacen de ella, claro. Todo depende del uso. Me preocupa mucho todo lo que le concierne a los niños porque siempre son seres indefensos.

P. ¿De qué cosas le gusta hablar a Raphael?

R. De cine y de teatro, de los libros, del mar, de las ciudades… Yo conozco el mundo entero, pero la mejor ciudad para vivir es Madrid. Me encantan Málaga, Sevilla, Salamanca… De los libros hace poco leí Patria y me gustó. Tengo una consejera maravillosa y esa es mi mujer [Natalia Figueroa]: leo lo que ella me aconseja. Me encanta que me lea. A veces lo hace.

P. De todas las cosas que ya no puede hacer, ¿cuál le gustaría volver a hacer?

R. No echo nada en falta. Lo bueno de la edad es que te enseña a vivir de otra manera. Con arreglo a tus circunstancias.

P. Machado decía que los hombres que están siempre de vuelta de todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte.

R. Tiene toda la razón. Esos que hablan de oídas son los que nunca han ido. Mi mirada siempre es hacia delante. Porque, lamentablemente, hay un montón de proyectos encima. Y si no piensas en esos proyectos, te pilla el toro. Yo pienso en voz alta, que es algo muy bueno. Pensando en voz alta te das cuenta si dices alguna gilipollez.

P. En 60 años de carrera le habrán preguntado de todo. ¿Qué fue lo más raro?

R. Me acuerdo cuando hacíamos las ruedas de prensa. Antes el artista daba una gran rueda de prensa para todo el mundo. El periodista iba levantando la mano y se le daba la palabra. Un día en México, una periodista me preguntó: «¿No nota usted que hay menos gente este año?». Me quedé así [abre mucho los ojos]. Le contesté: «No sé por qué vienes si siempre me preguntas lo mismo». Desde entonces, empezamos a hacer entrevistas como esta que estamos haciendo y dejamos aquellas ruedas de prensa.

P. ¿Qué pensaba viendo lo que ha pasado con los mayores durante la pandemia en España?Ahí entro yo. Yo soy de altísimo riesgo. Porque, además de la edad, estoy trasplantado. Te ves en un espejo. Te tomas las cosas más en serio. No sé por qué la gente se niega a cuidarse. Esos jóvenes que te dicen: «Esto no va conmigo, esto es un problema tuyo». Jóvenes que deciden ir sin protección.

P. ¿Miedo?

R. Sientes miedo, decirte que no sería mentir. Porque es una cosa que no conoces. Que nadie conoce. De la que ahora empezamos a saber algo. Miedo, sí.

P. ¿Qué aprendió con el trasplante?

R. A vivir.

P. ¿A vivir de otro modo?

R. A vivir.

P. En la película ‘Ciudadano Kane’, el protagonista, un magnate que lo tiene todo, se acuerda del nombre de su trineo infantil en el lecho de muerte: ‘Rosebud’. ¿Cuál sería su ‘Rosebud’?

R. Un momento de la infancia. Ese día en que mi madre me preguntó qué iba a ser en la vida de mayor y yo, con tan sólo ocho años, le contesté: «Madre, soy artista».

Raphael, en un momento de la entrevista.
Raphael, en un momento de la entrevista.

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/musica/2020/11/25/5fbd57eafc6c83a1248b4747.html

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